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Megan Rapinoe, ganar un mundial y callar prejuicios

Así es la capitana de fútbol de la selección de EEUU que ha desafiado a Donald Trump contra el racismo, la homofobia y la desigualdad salarial.

d.r.

e.c.

La imagen de la capitana de la selección de fútbol femenino de EE.UU. es poderosa. Cuando marca un gol, extiende los brazos, levanta la cabeza y despliega su sonrisa en una pose que expresa valentía, orgullo, seguridad y hasta algo de insolencia. La magia de su fútbol está en su espontaneidad y creatividad, dos cualidades explosivas, que temen sus contrincantes, y ha entrenado desde niña. Rapinoe creció junto a sus cinco hermanos en la California rural y al estilo Tom Sawyer: trepando a los árboles, pescando en el arroyo… Y, sí, también dándole patadas a un balón hasta que su madre emitía su potente silbido y sabía que era hora de volver a casa.

Que nadie intente ponerle el cascabel a una mujer así de libre. Si sintió la presión cuando lanzaba el penalty que le daría el Mundial a su equipo, nada lo delataba. Tampoco dio señal de que le temblaran las piernas en el pulso público que ha sostenido con Donald Trump. Rapinoe tildó al presidente de sexista, misógino y racista, sin despeinarse ni un pelo de su tupé color lavanda.

¿Quién es?:

  • Nació en Redding, California (EE.UU.), en 1985. Tiene cinco hermanos, entre ellos una gemela.

  • Empezó a jugar al fútbol en la adolescencia.

  • Estudió en la Universidad de Portland y allí jugó con los Portland Pilots.

  • Es imagen de Athlete Ally, una ONG que busca que todas las personas tengan el mismo acceso al deporte.

  • Lleva tres años de noviazgo con la jugadora de baloncesto Sue Bird, base de las Connecticut Huskies y cuatro veces campeona olímpica.

El enfrentamiento, en realidad, había comenzado en 2016 cuando el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, en lugar de erguirse para escuchar el himno nacional, hincó la rodilla en el suelo como protesta contra el racismo y la brutalidad policial. Rapinoe mostró su solidaridad imitando ese gesto en cada partido hasta que la federación estadounidense creó una regla que obliga a permanecer de pie. ¿Dejó ella de protestar? Quien la busque en una foto de la selección, la reconocerá fácilmente: ella es la que no tiene la mano en el corazón. La que no canta. Porque si es elocuente pronunciando discursos, no lo es menos cuando calla. Rapinoe se ha convertido en el nuevo referente contra la desigualdad en cualquiera de sus formas (racismo, sexismo, homofobia…). “Soy una protesta andante”, dice de sí misma.

Uno de los focos de su indignación es la desigualdad salarial entre hombres y mujeres en el deporte. Un ejemplo: en el mundial masculino de 2018 se repartieron 400 millones de dólares en premios; en el femenino, que acaba de celebrarse, solo 30. Razón de sobra para que cuando el presidente de la FIFA le entregaba el trofeo, el público del estadio prorrumpiera en un sonoro: “Equal pay!” (igualdad salarial). El fútbol se ha convertido en una punta de lanza feminista. Y ella en su abanderada. ¿Y cómo consigue no tambalearse bajo la atención mediática y los exabruptos presidenciales? Cuando se apagan los aplausos, desde algún lugar entre la multitud suena un potente silbido. Es su madre que de ese modo le dice aquí estoy. Tierra firme bajo sus pies.

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