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Polvo de estrellas, por Pina Graus

"Me dispongo a escribir esta columna cuando me encuentro entre las teclas con unos pelos de gato. Con las pinzas depilo el teclado: "¡Qué manía la tuya de pasearte por encima!", le digo a mi gata".

Me dispongo a escribir esta columna cuando me encuentro entre las teclas con unos pelos de gato. Con las pinzas depilo el teclado: "¡Qué manía la tuya de pasearte por encima!", le digo a mi gata que, desde su atalaya, me mira como pensando: "¿Y? Forma parte de mi esencia. ¡Pelillos a la mar!". Con sus pelos en la mano pregunto en voz alta: "Si ya no forman parte de tu cuerpo gatuno, ¿qué son en realidad? ¿Algo vivo? ¿A dónde van estos restos orgánicos?". Tumbado en el sofá, mi chico, mi alma melliza, responde: "¿Al compost? Todo es polvo de estrellas". ¿Es su respuesta una sugerencia erótico estival?, me pregunto y le lanzo una mirada felina. Él vuelve a sonreír y adivina lo que pienso: las siestas son para el verano. Nada más placentero.

Cuando baja el sol nos asomamos de nuevo al mundo; él parte hacia su huerto para regar y yo me dispongo a sacar a los perros. Al abrir las ventanas escucho el bullicio de los pájaros. Como persiste la ola de calor, en el jardín he distribuido varios recipientes con agua. Un par de urracas beben de un barreño azul. Porque sí, las urracas también beben. Y los zorros y los conejos. Incluso los peces (de mar), que los de río es otro cantar. A pesar de la letra del recalcitrante villancico.

Peces aparte, ayer, atravesando el parque vecino, me crucé con un zorro rojizo-plateado. No salió huyendo, sino que se detuvo con aire cansino y pensé: "¿Estará sediento?". Es más que posible: el río en verano recuerda a los arroyos polvorientos que aparecen en los wésterns. Así que decido ampliar el radio de acción colocando cubos por el prado.

Estoy regando cuando aparece mi amiga Algarrubia. Se sienta y le ofrezco una cerveza. Con aire acalorado señala los cubos y pregunta: "¿Solo les pones agua?". "De momento, -contesto-, pero si se ponen exigentes y piden tinto de verano tal vez acabe abriendo un chiringuito". "¡Cuenta conmigo!", responde mirando las vacas y los barreños diseminados a lo lejos. " ¿Te ha afectado el calor? ¿Estás bien hidratada?", pregunta. Sonrío y señalo el botijo con agua fresca. "Hidratadísima...". "Sí, hidratada y trastornada. ¿De verdad amas tanto a todos estos bichos?".

Empieza a anochecer cuando suena una bocina que parece una trompeta. Es mi media mandarina que regresa en su bicicleta. Ha dejado de utilizar el coche por razones ecológicas. Solo conduce si resulta imprescindible; por ejemplo, para ir al aeropuerto, cuando aterriza o despega la familia. En su jardín crecen frambuesas y tomates, lechugas, fresas, tomillo y valeriana. Rosas, patatas, calabazas y caléndulas. Un lugar frecuentado por abejas y mariposas, mariquitas, alondras, mirlos y babosas, lombrices y escarabajos variados. Se ha debido correr la voz porque -para desgracia de los caracoles- además ahora hay una colonia estable de erizos.

Por cierto, que a él también le amo: aunque se rumorea que es espía, la verdad es que es un extraterrestre.