Martina está plantando algo. Cavamos hoyos y me pasa bulbos. Le pregunto: “¿Qué son?”. “¡Ni idea! Me gusta descubrirlo cuando asoman”, contesta. Al terminar de sembrar, nos sentamos en la valla.
“Anoche tuve un sueño curioso. Estábamos en una plaza de toros reconvertida en sala de música y acrobacia. Sobre un escenario, daban clase de zumba y de salsa. Abajo había toros y vacas pastando y corriendo. Creo que también había cerdos. Algunos pasaban volando...”. “ ¡Los famosos cerdos voladores!”, la interrumpo. Me aclara: “No, era gente la que pasaba volando por encima de los toros que ni se inmutaban. ¡Como hacían las cretenses! Me despertó el zumbido de una mosca atrapada en una tela de araña”. “Tal vez sea un sueño premonitorio”, sugiero. “¿Moriré atrapada en una tela de araña?”, pregunta ella. “¡No! ¡Lo de que reconviertan las plazas de toros!”, exclamo.
Aparece Lis con un cesto bajo el brazo. A su lado, Algarrubia con una sonrisa de oreja a oreja. Lis se lamenta: “Ya me lo ha contado. ¡Vaya fiestón! Eso es una boda. Y yo en la de mi prima, que parecía un funeral”. Algarrubia se contonea: “¡Qué música! ¡Y la paella!”. Martina asiente: “¿Probasteis la vegana? Yo ya no puedo ni oler la normal, llena de cadáveres”. Lis le da una colleja: “¡Cadáveres! Tú si que pareces un cadáver, pálida como una sábana”. “Pálida, pero no me arrugaré”. Algarrubia parlotea: “Había unos letreros preciosos, indicando: “Camino de cebollinos”. Llega Camile y añade: “¡Eran preciosos!”.
Lis saca del cesto una botella de limonada y otra de ron: “La boda de mi prima fue un muermo, pero sobró bebida. Creo que me voy a casar. Y haré un fiestón”. Intervengo: “Yo ya lo hice y no creo que repita. La mía fue rara”. “Cuenta, ¡cuenta!”, me jalea Algarrubia. Y cuento: “La noche anterior no podía dormir y me quedé leyendo Drácula. Por la mañana estaba zombi. La sala era increíble, de madera y abovedada, pero cuando vi al juez me pareció... ¡un auténtico vampiro! Dicen que me preguntó varias veces: “¿Consiente?”. Hay una jolgorio general. Continúo: “...Y que la última vez lo hizo gritando: “¿Consiente?”. Por fin dije, “¡Sí!”, pero besé a mi hermano, que estaba a mi lado, y mi ya flamante esposo, a la secretaria del Juzgado”.
Algarrubia ríe: “¡Brindo por ti! Yo, si me vuelvo a casar, que sea como la boda de ayer. La madrina brindó diciendo: “¡Gracias a los presentes y en especial a las rameras que han preparado esos cientos de ramos!”. Martina, riéndose, pregunta: “¿Alguna recuerda cómo llegó a casa? Yo creo que me llevaron...”. “¿En piragua?”, sugiere Lis. “Al final las rameras tiraron a la madrina al río y se despejó”, dice Algarrubia. “Pero, tenía razón, ¿no? –pregunta Camile (que a veces se despista con el castellano)–. Las que hicimos los ramos somos rameras, ¿no?”. Lis ríe: “¡Vaya! Pensaba que eran pelanduscas... ¡con piragua!”.
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?