actualidad
actualidad
Mayo de 2019: Kering anuncia a bombo y platillo que todas las marcas de su grupo de lujo, entre ellas Balenciaga, Gucci y Saint Laurent, dejarán de utilizar a modelos menores de edad en sus desfiles a partir de 2020. El compromiso es una pequeña revolución en el mundo de la moda, un negocio que devora novedad y que suele acoger con los brazos abiertos la frescura de esas chicas llegadas de Kiev, de Chengdu o de Montana, que a penas han cumplido los 16 años. “Esperamos crear un movimiento que incite a otros actores del sector a seguirnos”, declaró en el anuncio François-Henri Pinault, presidente y consejero delegado de Kering.
La historia de este acuerdo tiene su origen en 2017 cuando, al hilo del #MeToo, diversos escándalos dañaron la imagen del sector del lujo, en especial las acusaciones de agresión sexual contra fotógrafos como Terry Richardson, Bruce Weber y Mario Testino. Se impuso entonces un contraataque. Y los dos gigantes del lujo, Kering y LVMH (Louis Vuitton, Céline, Dior…), que son competencia entre ellos, decidieron hacer causa común firmando en 2017 un “acuerdo sobre las relaciones de trabajo y el bienestar de las modelos”. ¿Sus compromisos? Desterrar la talla 32 en las mujeres (y la 42 en los hombres), proponer la posibilidad de apoyo psicológico o regular los horarios de trabajo de las menores (que deben estar acompañadas por una responsable o un familiar). En resumen, una guía de buenas prácticas. Y una primicia para los dos grandes grupos del lujo francés.
“Somos rivales, pero grupos, agencias y directores artísticos nos hemos alineado porque este tema nos concierne a todos”, explica Marc-Antoine Jamet, secretario general de LVMH. Y Marie-Claire Daveu, directora de desarrollo a largo plazo y de asuntos internacionales de Kering, asegura: “Nuestro deseo es llevar por nuestro camino a otros protagonistas del mercado para que las cosas avancen más deprisa”.
La normativa de buenas prácticas se aplica desde hace dos años. “Tras 40 años de laissez faire [es decir, la ausencia de regulación], era urgente que el mundo de la moda pasara a la acción”, explica Cyril Brûlé. El presidente de Viva Model Management y del Sindicato de Agencias de Modelos francés es también el instigador de este compromiso. “Temía que estos acuerdos solo fueran cosméticos, pero no ha sido el caso”, prosigue. Las líneas, sin embargo, se han movido solo ligeramente: “Quedan ejes en los que trabajar. La diversidad, por ejemplo, sigue a la cola; y el tema de las tallas, también”.
En EE.UU., en 2017, un estudio dirigido por The Model Alliance –organización en defensa de los derechos de las modelos– y las universidades de Harvard y Northeastern mostraba que el 81% de las modelos entrevistadas tenían un índice de masa corporal (IMC) inferior a 18,5, una cifra que, para la Organización Mundial de la Salud, entra en la categoría de “delgada”. Sin embargo, también en Estados Unidos, una encuesta de la Asociación Nacional de Desórdenes Alimentarios reflejaba que al 62% de las modelos encuestadas su agencia les había pedido que bajaran de peso.
Cyril Brûlé, que fue modelo en los años 80, antes de ponerse a la cabeza de Viva Model Management, asegura que la responsabilidad en este asunto revierte sobre “quienes dan las órdenes”. Es decir, las marcas y no las agencias. “Hay que dejar de estigmatizar a las agencias, es la demanda la que determina el mercado –asegura–. Mientras los directores artísticos de las casas exijan chicas muy delgadas, nada cambiará”.
¿Tienen las modelos también algo que decir sobre este acuerdo? Parece que sí. Se acabó el ejército de perchas vivientes que sufre en silencio... ¡bienvenida la nueva era que establece un convenio sobre sus condiciones de trabajo! Como un eco del movimiento #Metoo, que provocó una oleada de denuncias en el mundo del cine, numerosas voces de la moda han alzado también su voz. Por ejemplo, la de Ashley Graham, la top curvy norteamericana, que habló del acoso que sufrió durante una sesión a los 19 años. O la de la modelo Cameron Russell que, a través de su cuenta de Instagram, se convirtió en portavoz de sus colegas víctimas de abusos en la industria de la moda, creando en redes sociales la etiqueta #MyJobShouldNotIncludeAbuse [Mi trabajo no debería incluir abuso] para que contaran sus experiencias.
“Las modelos han sido consideradas como objetos, pero partir de ahora, tienen conciencia de sus derechos y saben que se las escucha”, afirma Cyril Brùlé, de Viva Model. Entonces, ¿podría decirse que han ganado? “Todavía no –continúa Brulè–. Sobre todo para las que son muy jóvenes, que son las más vulnerables y, al mismo tiempo, las que temen poner en riesgo su incipiente carrera con reivindicaciones laborales”.
De hecho, algunas profesionales se han mostrado escépticas ante los avances que ha iniciado el sector. Es el caso de la top Ekaterina Ozhiganova, que fundó en 2018 Model Law, una asociación de defensa de los derechos de las modelos radicada en Francia. “La industria se preocupa por cuestiones como la edad, el peso, la salud o el acoso, pero, cuando descendemos a los hechos, se queda en una cuestión abstracta . No olvidemos que los derechos que se están empezando a reconocer a las modelos se consideran básicos desde hace mucho tiempo en la mayoría de los sectores profesionales”.
La asociación Model Law acogió de forma positiva la reciente decisión de Kering de no contratar a menores de edad. Sin embargo, no todo el sector está de acuerdo. Para Cyril Brûlé, este anuncio podría aumentar la presión sobre la trayectoria profesional de las modelos. “Sus carreras hoy son más cortas y están más limitadas que nunca: duran entre tres y cinco años menos. Eso obliga a muchas modelos a trabajar más y en todos los frentes durante un tiempo más breve”. ¿Debutar a los 18 años en lugar de a los 16 puede suponer que se incremente este exceso de trabajo?
Sin embargo, otra amenaza planea, según Model Law: la uberización de la profesión, con la aparición de aplicaciones para poner en contacto a clientes y modelos. “Las redes sociales están ya en posición de cortocircuitar el negocio eliminando a los intermediarios”, dice Ozhiganova.
En cuanto a las aplicaciones como Swipecast, desarrollada por Silent Models NYC, no conocemos aún las consecuencias, sobre todo en Francia, donde la ley impone que las modelos sean asalariadas de las agencias. Desde un punto de vista financiero, este sistema permite ganar más a las maniquíes, que habitualmente no ganan más que el 30% de lo que cobran las agencias por ellas. Pero aún queda por saber si estos nuevos sistemas son fiables y se preocupan también por estas cuestiones éticas. Este largo camino no ha hecho más que empezar.
Pese a la hipocresía que denuncian muchos profesionales de la industria con el tema de la delgadez, la New York Fashion Week ha dado un salto importante, y real, al dejar de segregar los desfiles de tallas grandes en otro calendario e incluir a las modelos curvy en los desfiles para otoño-invierno. La medida es una respuesta a la carta firmada por 70 modelos de la Model Alliance en la que se aseguraba que la industria les obligaba a perder peso “con demasiada frecuencia”, funcionando como ”un prerrequisitio” y sin tener en cuenta los problemas de salud que pudiese acarrearles. “Juntas, les retamos a asumir un serio compromiso para promover la salud y diversidad en los desfiles”, escribieron. Mientras en nuestro país, una prudente réplica del terremoto de diversidad que sacude las pasarelas internacionales se dejó sentir en la última edición de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid con la inclusión de distintas etnias, edades, tallas e identidades sexuales. ¿Las pasarelas también están cambiando?