Ilustración: C. Karsenty / d.r.

actualidad

¿Escribimos más cartas de amor (anque sea por WhatsApp)?

Puede que ya no escribamos cartas en papel, pero eso no significa que el amor se haya quedado mudo. Ahora, como demuestra Morgane Ortin, el romanticismo sigue latiendo con palabras encendidas... e instantáneas.

Locamente enamorada del amor. Así se define Morgane Ortin, una editora y escritora que ha revolucionado el mundo de las letras francesas con Amores solitarios (aquí publicada por la editorial Roca Juvenil) una novela que ha sido escrita por 279 autores: ella y las 278 personas que le cedieron los mensajes íntimos que habían intercambiado con sus amantes. Con todos ellos –los románticos, los subidos de tono, los melancólicos, los dulces, los alocados, los crueles y los de ruptura–, ha tejido un libro exquisito, una historia de amor en la que somos testigos de la complicidad, las crisis, las dudas, pero también del nacimiento de una ternura y un amor inconmensurable entre un hombre y una mujer que acaban de conocerse.

Ortin ya era una experta en relaciones epistolares antes de comenzar este proyecto. Por un lado, como directora editorial de DesLettres, especializada en la publicación de la correspondencia de los grandes escritores franceses. “Siempre me ha interesado lo íntimo, descubrir a las personas antes que a los autores o a sus carreras, comprobar que a todos nos mueven los mismos sentimientos y las mismas emociones, sin importar las épocas o las circunstancias”, reconoce. Y destaca como sus favoritas a dos escritoras, Anaïs Nin y Marguerite Duras.

Los miles de mensajes que ha recopilado demuestran que el género epistolar no ha muerto.

“Anaïs Nin, por su pasión, sensualidad, libertad y su escritura imparable. Recomiendo su correspondencia con Henry Miller, que es de una belleza que deja sin aliento. Aunque mi amante solitaria favorita probablemente sea Marguerite Duras, que se enamoró de un joven gay que la acompañó hasta el final de su vida”.

Además de esta vertiente profesional, Ortin confiesa una atracción íntima por los mensajes de los enamorados: le obsesionaba la idea de que se extraviaran en la efímera memoria tecnológica. Basta un cambio de móvil para perder todo ese archivo amoroso. Así, el dos de febrero de 2017 sintió el impulsó de crear Amores solitarios, al principio tan solo una cuenta personal en Instagram (@amours-solitaires). “En ese momento me había enamorado de un chico llamado Romeo (sí, de verdad, Romeo) y nos enviábamos mensajes preciosos que me daba miedo olvidar. Hoy no es como en la época de las cartas en papel, cuando las guardabas ordenadas en tus cajones. Yo hacía capturas de pantalla sin parar, pero se perdían en el océano de mi disco duro. Así que pensé que tendría que crear un lugar donde pudiera almacenar mi memoria de amor y, por supuesto, pensé en Instagram, porque es el reino de la imagen y me apeteció tergiversarlo publicando solo palabras. ¡Nunca pensé que este proyecto se volvería colaborativo!”, explica la escritora en su apartamento de Belleville, en París. Sin embargo, al poco tiempo recibió una primera contribución, un mensaje que decía: “Yo sobre ti, yo dentro de ti, yo el rey”. “Me sorprendió. Me dije: ¡Es increíble que las personas quieran confiar su privacidad a alguien que no conocen de nada! Era algo que no había previsto y me hizo muy feliz”. En ese momento se decidió a hacerlo público. Hoy, tiene más de 500.000 seguidores.

“Lo que me interesa es desarrollar un discurso sobre la sensibilidad, sin vergüenza y sin la frialdad impostada que a veces se finge en la seducción. Me gustaría poner mi granito de arena a la lucha por la liberación de las palabras y por empujar a las personas a expresarse. Me parece fundamental trabajar por el derecho a la sensibilidad, en un momento en el que se nos hace creer que no podemos llorar porque pareceríamos débiles”, comenta esta defensora a ultranza del romanticismo que, contra la idea imperante de que internet y las redes sociales pueden acabar con él, piensa que la era digital no hace sino reforzarlo. “ El romanticismo es esencial: abre una puerta a otro mundo, alimenta los sueños y nos hace sentir importantes y vivos”, segura.

Tal fue la cantidad de aportaciones que recibió, y tan buenas, que decidió “convertir el material en un libro”. Al principio pensó en hacer un recopilatorio de los mensajes más bonitos publicados en la cuenta, pero recibía constantemente comentarios de sus seguidores con preguntas por el destino de los amantes: “¿Qué pasó después? ¿Se encontraron, se separaron, en qué se convirtieron?”. “Me gusta no dar respuestas porque eso deja la imaginación libre para apropiarse de las palabras y las historias de otros. Pero al final decidí responder a la frustración de los lectores creativamente. Fue así como nació la idea del libro, una novela epistolar 2.0 donde encadeno mensajes que no tienen nada que ver entre sí para crear una sola historia”. Una historia que se ha convertido en un best seller. A la cuenta francesa @amours-solitaires, le ha seguido una versión inglesa @DearAmours-solitaires.

Nunca nos hemos escrito tantos mensajes de amor como hoy, ni con tanta calidad”

Aunque Ortin comenzó su movimiento con algo de pesimismo, ya que estaba harta de escuchar que el género epistolar estaba muerto, que cada vez escribíamos peor y que la imagen había reemplazado a las palabras, ahora cree que esas ideas son falsos clichés. “Nunca nos hemos escrito tanto como hoy: cartas, WhatsApp, chats, correo electrónico”, y enfatiza que escribimos mucho y lo hacemos bien.

Para ella, la carta no está muerta, simplemente ha evolucionado y no ha perdido calidad ni longitud. “Lo que realmente es diferente es la relación que tenemos con el tiempo. Antes, al mandar una carta, tenías que asegurarte de haberlo incluido todo, porque tardaría 10 días en llegar y no podrías corregirla. La espera era parte del cortejo. Hoy, los mensajes son instantáneos, así que puedes rectificar, añadir y matizar constantemente”.

Sin embargo, aunque se consigue una mayor interacción, hay que dejar algo para la imaginación en vez de estar siempre o “en línea” para el otro. “La fantasía se crea en la ausencia”, dice. Aún así, una cosa es dilatar el momento y otra la esquizofrenia emocional: “Mucha gente responde: “Sígueme, me escapo, huye de mí, te sigo”. Esta forma de esquizofrenia emocional, como la supuesta regla de los tres días que uno debe dejar pasar para contactar con el otro tras una cita, crea absurdas toneladas de frustración”.

Entre los mensajes recibidos, Ortin reconoce que algunos la conmovieron. Por ejemplo: “¿Cuántos corazones más vamos a romper antes de encontrarnos?”. Otros la hacían sonreír: “¿Qué es esta mierda? Es el amor, ¿no?”. Algo más que ha llamado la atención de la escritora es la enorme diferencia entre los sexos. Mientras las mujeres han seguido masivamente el movimiento Amores solitarios, solo hay un 15% de hombres entre sus followers. La autora lo achaca a que “la sociedad patriarcal en la que vivimos, que nos hace creer que ellos no pueden ser románticos ni sensibles, igual que las mujeres se sienten con menos derecho a expresar su deseo sexual”. Pero, pese este dato, dice que no hay “diferencias en la forma de expresar el amor en función del género. Es como si hubiera una universalidad de sentimientos y emociones por encima de todo. Por eso en mi cuenta nunca digo si el mensaje está escrito por ella o él”.

En EE.UU., el 39% de las parejas heterosexuales y el 60% de las homosexuales se han conocido gracias a internet, según un estudio de las universidades de Standford y Arizona. Y Tinder tiene cerca de 300 millones de descargas mundiales. Por lo tanto, si la forma más frecuente de conocer a otras personas es través de un dispositivo móvil, lo lógico es que también sea la herramienta más usada para la expresión amorosa.

Las nuevas generaciones se mandan tanto mensajes cortos como largos. Utilizan emoticonos, fotos, vídeos y memes. Según otro estudio de Pew Research, un 21% de los jóvenes estadounidenses se sentía más cerca de su pareja gracias a los mensajes que intercambiaban en las redes sociales.

Morgane Ortin define este amor 2.0. como “incandescente, melacólico, juguetón y poético”. La sociedad y las formas de relacionarnos cambian. En ese universo en expansión, solo hay una regla: “¡No juzgues y siempre pide el consentimiento! A partir de ahí, somos libres de imaginar, vivir y decir todo lo que queramos”.

"Je t'aime, moi non plus"

El género epistolar, por virtual que sea, no está libre (nunca lo ha estado) de dramatismo. Y algunas correspondencias 2.0 pueden convertirse en una verdadera “tortura” cuando vemos que el otro está en línea pero no nos responde. El temible quedarte en “visto” o “leído”; cuando te bloquean. O simplemente te hacen ghosting... “Ante todo esto, solo tengo una cosa que decir: ¡ comuniquémonos! La poesía también está en el día a día, en las miradas y en los gestos”, asegura Ortin. Pero hay otras prácticas “textuales” potencialmente de riesgo, como el famoso sexting o intercambio de contenidos sexuales. “Hay que transmitir que lo que nace de la intimidad de dos personas nunca es divulgable si los dos no están de acuerdo. Deberíamos tener muy claro lo que es el consentimiento”.