De izq. a dcha.,Monica (Courtney Cox), Chandler (Matthew Perry), Rachel (Jennifer Aniston), Ross (David Schwimmer), Phoebe (Lisa Kudrow) y Joey (Matt LeBlanc). / d.r.

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¿Qué piensan los millennials de Friends?

La mítica serie de los 90 vive una nueva edad dorada en streaming gracias a los nostálgicos, pero también a una nueva generación de espectadores fascinados por la pandilla del Central Perk. ¿Qué hace de esta producción el fenómeno más atemporal de la televisión?

Dejaron las llaves sobre la encimera de la cocina y, entre abrazos, lágrimas y alguna broma, cerraron la puerta del apartamento por última vez. Después, se fueron a tomar un café al Central Perk. Así terminó Friends hace 15 años y después de 10 temporadas enganchando a una audiencia planetaria que podía recitar de memoria los diálogos de sus capítulos más memorables. Pero tres lustros después de aquel final, la serie más famosa de los 90 sigue en plena forma gracias a las reposiciones en bucle y, sobre todo, a las plataformas de streaming.

El pasado diciembre, el pánico cundió entre los fans de la serie: circulaba el rumor de que Friends dejaría de formar parte del catálogo de Netflix en 2019. En cuestión de horas, las redes sociales echaban humo. Una petición en Change.org alcanzó casi 100.000 firmas para que el servicio de streaming conservara la serie. Poco después, Netflix decidió renovar sus derechos de emisión por un año más. Según algunas fuentes cercanas, la operación costó 90 millones de euros. Famosos por su hermetismo a la hora de hacer públicos los datos de audiencia de sus series y películas, la inversión de la plataforma (y la aparición de la serie también en Amazon Prime, otro gigante del streaming), solo puede significar una cosa: 25 años después de su estreno, Friends sigue siendo un fenómeno global. Y no solo entre los seguidores más nostálgicos que están volviendo a verla por enésima vez. Los millennials están tan obsesionados con Rachel, Monica, Phoebe, Chandler, Ross y Joey como sus mayores. Pero, ¿cómo es posible que una serie de los 90, con su oda a aquella vida pretecnológica, siga causando fascinación entre adolescentes y veinteañeros que viven pegados a sus pantallas?

Una ayuda contra la ansiedad

En realidad, las razones son las mismas que la convirtieron en un fenómeno global hace un cuarto de siglo. Friends es una obra de arte del escapismo: una diversión amable y sin complicaciones, con garantía de desconexión y altas dosis de “buenrollismo”. Sin grandes dramas ni emociones fuertes (y sin violencia ni sexo explícito), pero sin caer tampoco en la moralina. Los problemas se arreglaban en el curso de un capítulo y sus protagonistas no sufrían por llegar a fin de mes, ni sudaban tinta para pagar el alquiler. Tampoco vivían en el clásico (y pese a todo prohibitivo) cuchitril neoyorquino. No había paro, recesión, crisis económica ni tensión política. Por eso, no es difícil entender el ataque de nostalgia de quienes no vivieron una época en la que ser treintañero no era, necesariamente, sinónimo de ser precario. “Ver Friends es una experiencia reparadora –dice el psicólogo británico Marc Hekste–. Los personajes se enfrentan a problemas, que se resuelven y suavizan en el contexto de las relaciones de su vida. Y, además, la repetición de la estructura de los capítulos y las tramas tiene un efecto calmante”. Para Hekster series como Friends o The Big Bang Theory pueden tener la capacidad de evitar episodios de ansiedad en adultos.

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Una amistad que no conocen

Además de ese efecto ansiolítico, representa un modelo de amistad íntima que escasea. Un dato: según un estudio estadounidense, el 22% de los millennials de ese país confiesa que no tiene amigos. Y otro: el 30% afirma “sentirse solo a menudo”. Todo eso, mientras en las redes sociales cuentan a sus followers por centenares. Quizá por eso, la idea de seis amigos de carne y hueso que se encuentran siempre en la misma cafetería resulta tan aspiracional para ellos. Y una cafetería sin wifi, pantallas ni Tinder. Porque aunque, antes o después, todos los personajes se enfrentaron a la tortura de una cita a ciegas, no tenían que vivir pendientes de las notificaciones de una app para encontrar pareja. Además, hoy el Central Perk, con su aire vintage, seguiría siendo lugar de peregrinaje para hipsters y modernos. Todo cambia, pero todo sigue igual.

Es políticamente incorrecta

Pero no todos los jóvenes están por la labor de sacralizarla. Para muchos, algunas de las tramas y personajes pecan de sexistas y homófobos. Como la obsesión de Chandler por “no parecer gay” (y por gastar bromas de dudoso gusto sobre su padre transexual) o la incapacidad de Ross para aceptar que la persona que cuidaba de su hija fuera un hombre. En la era post #MeToo, puede que Rachel hubiese sido demandada por acoso sexual tras contratar a un asistente joven y guapo con la intención de seducirlo y las recurrentes bromas sobre el sobrepeso de Mónica ya no pasarían el filtro de la corrección política.

...pero también transgresora

Sin embargo, esta nueva generación de espectadores tampoco debe perder de vista que Friends fue una serie transgresora en muchos frentes. Celebró, por ejemplo, la primera boda lesbiana de la televisión: la de Carol, ex de Ross, y su novia, Susan. Y mucho antes de que ser feminista se pusiera de moda, Rachel, Monica y Phoebe ya predicaban con el ejemplo. Lo hacían cuando luchaban por sacar adelante sus carreras y cuestionaban el esquema clásico de la maternidad. Friends habló de infertilidad (la de Monica y Chandler) y de maternidad subrogada (la de Phoebe) cuando nadie se había atrevido a hacerlo en una serie del prime time.

Visibiliza a las mujeres y el sexo

Pero también sacó a mujeres que no querían tener hijos (Phoebe), que adoptaban (Monica) y que se quedaban embarazadas sin pretenderlo (Rachel). Sus protagonistas hablaban sin tapujos de sexo (y dibujaban célebres croquis sobre el orgasmo femenino), lo practicaban en relaciones estables, pero también en esporádicas e, incluso, en solitario (la archifamosa alcachofa de la ducha de Monica).

Por mucho que la tecnología haya revolucionado nuestro mundo, esas historias no tienen fecha de caducidad. Por eso, con sus luces y sombras, Friends sigue siendo un fenómeno 25 años después de su estreno. Y lo que queda...

Aún a la venta

En el siglo XXI, los iconos pop no lo son tanto si no tienen una réplica de esos muñequitos cabezones y estandarizados, los Funko. Monica y Rachel no podían ser menos. Además de las indispensables camisetas (de H&M), tazas de café y abundante “literatura” al respecto, hay tiendas como Urban Outfitters, paraíso terrenal de los hipsters, donde venden un Trivia Quiz (un juego de preguntas) dedicado a la serie.

¿Y ahora la película?

Es el rumor más viejo de Hollywood y también el más perseverante. La posibilidad de que Friends tenga una secuela en la gran pantalla (o regrese en formato sitcom) circula cada cierto tiempo. Y alguno de sus protagonistas siempre se encarga de desmentirlo. “La serie contaba un periodo de la vida, entre los 20 y los 30 años, en el que has terminado la universidad, pero tu vida adulta aún no ha comenzado y tus amigos se convierten en tu familia. Pero cuando esa fase se acaba, se acaba. ¡Nadie quiere ver a Joey haciéndose una colonoscopia!”, dijo el año pasado Matt Leblanc. A Matthew Perry la perspectiva de ponerse de nuevo en la piel de Chandler le produce pesadillas. “Tengo esta pesadilla recurrente en la que volvemos a hacer Friends y a nadie le importa absolutamente nada. Así que si alguien me pregunta a mí, diré que no. El final de la serie fue redondo, no podríamos estar a la altura”. Aunque el año pasado Jennifer Aniston volvió a jugar con la idea al asegurar que “todo era posible”, la realidad es que, probablemente, no ocurra. Tampoco hace falta: sus protagonistas siguen ingresando 20 millones de dólares al año solo en royalties.