“Si hay algo que te inquieta, te atormenta o te perturba...”, son las palabras que cada madrugada lanza Esperanza Gracia, la adivina más mediática de nuestro país, a los telespectadores de Telecinco. La famosa frase (“Si algo te inquieta...”) es parte ya de la cultura pop y funciona como una especie de salvoconducto intergeneracional que ha permitido a Esperanza Gracia conquistar Twitter (250.000 seguidores) y YouTube (26.000), ejerciendo como bisagra con las nuevas astrólogas digitales.
Hoy, la pitonisa de Telecinco, lo mismo protagoniza un anuncio para Netflix que forma parte el universo digital juvenil (el diccionario astrológico millennial recurre con profusión a su “querido Piscis”). Y mientras, por descontado, sigue manteniendo a pleno rendimiento su consultorio telefónico. Pero es gracias a su estrategia enfocada en el lenguaje y los formatos millennials con los que ha logrado una popularidad que hace tiempo abandonó a colegas como Rappel, Octavio Aceves, Aramis Fuster o Sandro Rey.
Esperanza Gracia, que de joven fue funcionaria del Ministerio de Defensa y azafata, lleva 30 años como pitonisa televisiva, los mismos que Susan Miller, la gran dama de la astrología estadounidense. Miller ha construido un imperio a partir de su página web, Astrologyzone, y de un estilo que juega a ser “científico”. Este giro técnico en lo retórico y la longitud y optimismo de sus predicciones (gratuitas) le han bastado para convencer a 17 millones de seguidores del zodiaco en todo el mundo. “Los millennials que han terminado la universidad se han encontrado con que nada de lo que dijeron sus padres se cumple –ha explicado recientemente–. La astrología les concede esperanza, una amortiguación suave ante su descalabro vital y la promesa de que todo saldrá bien”. Su fortuna proviene de su consulta privada (una hora, 350 €), una app de pago, eventos, libros best seller y acuerdos con medios de comunicación de 11 países. En 2018, su página tuvo más de 310 millones de visitas y se prevé que llegue al doble en 2019.
No descubrimos nada nuevo: la audiencia de los contenidos astrológicos en los medios está aumentando. No veíamos una proliferación de referencias zodiacales así desde la fiebre hippy de los años 60 y 70, cuando el new age, lo mágico y lo místico constituyeron la cultura juvenil como un elemento de oposición a la conservadora moral de la época. La música fue entonces la cadena de transmisión; hoy se hace viral gracias a la tecnología, la moda y las series. Las colecciones de Valentino, Vetements, Tommy Hilfiger o Dior han incluido en los últimos años referencias a las constelaciones y lo cósmico, y las tiendas low cost las han replicado a gran escala. Brujas, adivinas y hechiceras se han infiltrado en las ficciones televisivas globales –American horror story: coven, Las escalofriantes aventuras de Sabrina–. De hecho, el número personas que se consideran wiccas ( chamanas o brujas modernas) ha pasado de 8.000 en 1990 a 1.500.000 en 2014 en EE.UU. El censo británico registró 12.000 en 2011.
Las encuestas también indican que la creencia en los horóscopos reverdece. The American Federation of Astrologers contabiliza 10.000 astrólogos en el país, donde unos 40 millones de personas consultan a diario su horóscopo (y un 26% lo hace creyendo que es cierto, según la Harris Poll de 2009). Además, el 48% de los estadounidenses entre 18 y 24 años cree que la astrología está basada en la ciencia.
No es extraño que el mercado esotérico estadounidense esté valorado en 2.200 millones de dolares. En Italia, el periódico Il Messaggero señala 22.000 futurólogos registrados. Allí, el 15% de la población, admite haber consultado un astrólogo alguna vez. El 70% de los británicos, por su parte, leen el horóscopo (y el 20% se lo toma en serio). En Francia, ciertas encuestas indican que más del 50% de las mujeres y el 35% de los hombres cree en la astrología. De hecho, 16 millones de franceses recurrieron en 2018 a alguno de los 100.000 profesionales de este sector, que facturó el pasado año 3.000 millones de euros.
¿Y en España? La Sociedad Española de Astrología calcula que en nuestro país trabajan unos 150 astrólogos profesionales asociados, que cobran entre 50 y 150 € por consulta, aunque se calcula que podría haber entre 2.000 y 3.000 personas dedicadas a esta actividad. Según un informe del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 66% de los jóvenes españoles cree en horóscopos y futurólogos, y el 33% piensa que su destino está marcado en las estrellas. Así que el volumen de negocio podría ser similar al francés.
Se consume más, pero no es fácil encontrar en nuestro país un sucesor claro de Esperanza Gracia: el cambio cultural ha abierto una brecha generacional. Una joven astróloga con bastante presencia mediática es A ndrea Gumes, autora del horóscopo de la revista Vice y que en su perfil de Instagram se define como “Producer, periodista, millennial, bruja”. Sus predicciones siguen el movimiento de los astros, pero se expresan en el vocabulario de su generación. Su actividad adivinatoria no le ocasiona –y esto sí es nuevo– menoscabo en su reputación profesional o encasillamiento alguno. De hecho, Gumes codirige y copresenta dos programas en la pujante Primavera Sound Radio, lugar de peregrinación radiofónica de las generaciones digitales. En uno de ellos aparece Gloria Molero, otra joven astróloga y periodista.
Estas pitonisas tienen poco que ver con sus antecesoras. Son jóvenes profesionales que han pasado de aficionadas a los horóscopos a expertas en la lectura de los astros. Es difícil encuadrarlas en las ferias del sector de la futurología y el esoterismo, como la famosa Feria Esotérica de Madrid o la paralela Alma Cuerpo y Mente, sede del 40º Foro de Ciencias Espirituales y Terapias Naturales. Ambos eventos son ricos en videntes, tarotistas, expertos en reiki, ayurveda, runas, canalización con ángeles y seres de luz, quiromancia, cristales... Y, aunque el campo de operaciones sea el mismo, existe un abismo en cuanto al abordaje estético y el tono.
Una nota común en la astrología para millennials es el sentido del humor: la ironía y el tono fresco y frívolo reducen la proverbial trascendencia de la adivinación. Horóscopo Negro, activo desde 2012, muestra “el lado oscuro de los signos del zodiaco” con humor: “Tauro, venderías a tu abuela por un Ralph Lauren, y lo sabes”. Tienen 3,2 millones de seguidores en Twitter, 1,7 millones en Instagram y casi ocho millones en Facebook, a pesar de revelaciones como esta: “No contestan nunca al teléfono, pero cuando estás con ellos siempre lo tienen en la mano. Son Géminis, Acuario y Virgo”.
Los futurólogos de hoy son nativos digitales: se mueven en redes sociales, apps o podcasts, y se expresan con nuevos códigos como los memes. Más que imitar la tradición, buscan diferenciarse para destacar en el infinito flujo digital. En EE.UU., Astro Poets (525.000 seguidores en Twitter) no solo escriben poéticamente su lectura de los horóscopos, sino que citan indistintamente a poetas como Keats o Anne Sexton, y fenómenos pop como Lana del Rey. Tienen tal demanda que acaban de lanzar un podcast. Tampoco es raro que canalicen el activismo propio de su generación a través de sus horóscopos. Chani Nicholas –273.000 seguidores en Instagram– interpreta la actualidad política a la luz de sus predicciones. Por ejemplo, la pertinencia del impeachment de Donald Trump bajo el influjo de Libra.
La popularidad de los astrólogos digitales entre los millennials tampoco ha pasado inadvertida para los analistas sociales, que han conectado esta tendencia con el nivel de ansiedad que padecen los miembros de esta generación. En 1982, un estudio del psicólogo Graham Tyson encontró que se recurre a la astrología para soportar el estrés, sobre todo en relación con el trabajo y las relaciones personales. Según el VII Estudio CinfaSalud Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés, los estudiantes son quienes más dicen sufrir estrés (55,6%), seguidos de las personas en busca de su primer empleo (50,7%). Para todos ellos, la astrología podría ser una lectura reconfortante, un lugar al que acudir cuando necesitan que alguien les diga que todo va a ir bien. Porque, en algunas sociedades como la británica, el 22% de los adultos de entre 23 y 38 años asegura no tener ningún amigo y el 25% ni siquiera posee un círculo de conocidos con los que poder hacer algún plan, según un estudio realizado por la firma demoscópica You Gov.
Por eso, el poder predictivo de los horóscopos no es ya tan importante como su capacidad para entender, asumir y lidiar con la propia vida. En el peor de los casos, se trata de puro escapismo, algo casi automático para una generación que vive a medio camino entre lo real y la ficción de las redes sociales y las series. Bertram Malle, psicólogo social de la Universidad de Brown (EE.UU.), considera la astrología un fenómeno cultural o psicológico: “Produce un rico vocabulario capaz de capturar no solo la personalidad y el temperamento, sino las oportunidades y problemas que se presentan en la vida. Permite representar toda una serie de experiencias vitales e identificar distintas maneras de afrontarlas”.
Estamos frente a un intento de controlar un futuro cercano cada vez más impredecible y complejo. “Quizás el secreto de su popularidad está en ese componente psicológico que apela a las emociones de la gente y a su necesidad de aferrarse a algo tangible que dé respuestas y arroje luz sobre un destino incierto”, aventura Montserrat Villar, investigadora en el Centro de Astrobiología del CSIC.
La agencia de marketing y comunicación J. Walter Thompson publicó en 2016 un informe de tendencias titulado Irrealidad, que confirma esta interpretación. “Tendemos cada vez más a lo irreal como una forma de escapar e investigar otras formas de verdad, significado y libertad. Surge un gusto por la magia y la espiritualidad, los aspectos intangibles de nuestra vida, que desafían el big data, el paradigma científico tecnológico y la ultratransparencia de internet”.
Estamos ante una generación que, defraudada por la racionalidad científica –como los viejos románticos frente a la Ilustración– mira hacia lo sobrenatural: tarot, amuletos, médiums... Toda una serie de prácticas que se perciben no solo como esotéricas sino como herramientas de bienestar personal. Las vemos, en realidad, como parte de la gran industria del wellness y el estilo de vida. Un mercado donde Goop, la web de Gwyneth Paltrow, se valora en 250 millones de euros.
Según una encuesta de Metroscopia de 2011, un 48% de los españoles cree que amuletos y talismanes tienen “alguna influencia sobre los acontecimientos que les afectan” y un 20% da crédito a la astrología, el tarot o la videncia. Estamos ante un mercado enorme, donde va desapareciendo el estigma de irracionalidad que acarrea lo esotérico. Y, aunque la potencial clientela vive en la precariedad, puede acceder a él gracias a las redes sociales. La oportunidad para el negocio es magnífica. Tanto, que Amazon envía una newsletter a sus clientes en la que vincula productos y servicios de su web con las predicciones de la astróloga Anna Katz. Starbucks tiene un café para cada signo y Spotify, una lista de canciones.
Pocos meses después de su lanzamiento, la popular app Co-Star, que usa los datos de la NASA para alimentar un algoritmo astrológico, recibió más de cinco millones de dólares de varias firmas de capital de riesgo. Al frente están tres ingenieras y programadoras millennial, que han logrado que más de cinco millones de personas consulten sus cartas astrales, sigan en tiempo real el movimiento de los planetas o comprueben su compatibilidad con su jefe o pareja. La start-up Sanctuary, denominada la Uber de la astrología, ha recaudado 1,5 millones de dólares de sus inversores. Por 19,99 dólares al mes, ofrece horóscopo y chat-consulta con una astróloga.
“El universo no fue hecho a medida del hombre; tampoco le es hostil: es indiferente”, dijo el sabio del cosmos Carl Sagan, poniendo el dedo en la llaga de la astrología: su antropocentrismo. Incluso como divertimento, requiere un concepto grandilocuente de nuestra especie, que pone los astros a su servicio. El filósofo y sociólogo alemán Theodor Adorno señaló en los años 50 que su poder para aplacar la ansiedad individual anestesia también la energía precisa para cambiar colectivamente lo que produce esa angustia. Analizó los horóscopos de Los Angeles Times, concluyendo que el mayor peligro de la superstición no era que la gente creyera en las estrellas, sino que es un pensamiento que promueve la pasividad política.
Por su parte, el antropólogo Manuel Cruz encuentra en el auge de lo esotérico una “expresión caricaturesca” de un proceso histórico que comenzó en la reforma protestante y tomó forma popular, por ejemplo, en el espíritu hippy de los 60: “Estamos ante una exotización de la religión entendida como experiencia personal. La premisa es la del individuo por encima de cualquier cosa: cada cual escoge su camino y todo depende de ti y de tu criterio”.
Al fin y al cabo, el discurso del horóscopo es más sugerente que preciso, y como se trata de una creencia relativamente inofensiva, se le sigue consumiendo como parte de la dieta pop de nuestros días. ¿No será que en el fondo la astrología nos permite disponer de un orden simbólico –es decir, de un lenguaje– para la incertidumbre en la que vivimos? ¿O que finalmente nos resulta más fácil creer en el poder de los astros que en nosotros mismos?
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?