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El efecto llamada de la manada, por Isabel Menéndez

La Fiscalía ha certificado el aumento de denuncias de violaciones en grupo. ¿Los agresores lo hacen por emulación o por fin las víctimas han dejado de callar?

Desde la violación de una joven de 18 años durante los Sanfermines de 2016 por parte de un grupo de cinco hombres que se autodenominaba La Manada, no han dejado de aparecer noticias de agresiones sexuales en grupo. ¿Provocó aquella violación un efecto llamada que ha multiplicado los casos o es que las mujeres se callan menos y denuncian más? ¿Deberían ofrecer los medios más análisis acerca de las razones psicológicas que empujan a los violadores, además de informar de los sucesos?

Los jóvenes son más vulnerables al sometimiento al líder y a dejarse llevar por el grupo.

Los datos de la Memoria Anual de la Fiscalía General del Estado hechos públicos en septiembre alertan de una situación “preocupante”, ya que los delitos sexuales aumentaron en nuestro país un 23,2% en 2018 respecto a 2017. El documento resalta los casos de violaciones en los que participan menores (648 durante el año pasado).

“El incremento de la violencia entre los jóvenes es muy inquietante; especialmente en los casos de delitos de naturaleza sexual ejercida en grupo –dice el informe presentado por la fiscal general del Estado–. Se trata de un fenómeno que guarda relación con el uso de la pornografía a través de las redes, donde se representa a la mujer cosificada. Una situación que hay que afrontar desde el ámbito educacional, en el que padres y administradores tienen que aunar esfuerzos para asegurar la transmisión de valores de igualdad, respeto y no discriminación”.

Tras el caso de Pamplona, que sacudió la conciencia de la sociedad española, hemos conocido bastantes sucesos de similar gravedad. El de La Manada de Manresa, con siete procesados en 2016; o el de la Marina Alta, con cuatro detenidos en 2018. Y este mismo año se han producido agresiones múltiples en Sabadell, con ocho detenidos; Benidorm, con cinco jóvenes franceses acusados de agredir a una chica noruega; Alicante, con otros cuatro hombres detenidos; y Bilbao, con seis implicados en otra agresión.

LA MIRADA PSICOLÓGICA. Terrorismo sexual

  • Los violadores en grupo montan una escena perversa donde el deseo sexual sin sensibilidad estalla sobre la mujer.

  • Estos terroristas sexuales se creen que tienen un “arma” y la utilizan con violencia y sin escrúpulos. No tienen una ética interna que les permita respetar a la mujer.

Odio y miedo

La violación es el juego de poder de una persona sobre otra. ¿Y en qué circunstancia alguien necesita demostrarlo? Cuando no está seguro de sí mismo. El violador odia a la mujer porque le tiene miedo. Siente inconscientemente que depende demasiado de ella y desea dominarla; no está seguro de su identidad sexual. Tras la supuesta hipervirilidad, potencia y dominación de los que violan en grupo, se esconde lo opuesto: con frecuencia, una homosexualidad latente, no aceptada, que los conduce a medirse con otros para sentirse un “hombre”. Lo que se juega en las escenas de violación en grupo es un acercamiento entre los cómplices, que se miran y se tocan, de modo que la mujer violada estaría enmascarando el contacto con el compañero.

Los violadores necesitan exaltar su masculinidad para alejar los fantasmas homosexuales que sienten como una amenaza a su “virilidad”. Con frecuencia, además de misóginos, son homófobos. La multiplicidad de agresores proporciona una sensación de superioridad frente a la víctima. El violador persigue para atemorizarla y paralizarla.

Las violaciones en grupo son más frecuentes entre jóvenes, en una edad donde la pertenencia al grupo y el sometimiento al líder es habitual. El violador solitario suele tener más edad. Si salen impunes y con la creencia de que han realizado un acto de supremacía masculina, lo repetirán y tendrán seguidores que, por un proceso de identificación, imitarán lo que hacen esos “hombres” a los que consideran sus líderes.

LA NOTICIA. Violaciones en grupo

  • Desde que salió a la luz el caso de los Sanferminos, se han registrado 135 violaciones múltiples (con dos o más agresores). Y en lo que va de año hay constancia de 44 agresiones múltiples, según Geoviolencia Sexual.

La pornografía, que los adolescentes ven cada vez a edades más tempranas, promueve una sexualidad perversa. Los padres y la educación son muy importantes en la transmisión de cómo se vive la sexualidad y tienen que controlar lo que ven sus hijos por internet. La Administración debería poner medios para ayudar a las víctimas y saber qué tendrían que hacer con los atacantes.

El apoyo que recibió la víctima de Pamplona fue incuestionable y generalizado. Y el aumento de las denuncias de las mujeres que sufren agresiones de este tipo podría deberse a ese respaldo social. Es lo que opina Amalia Fernández, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, que en unas declaraciones a la agencia Efe aseguraba que este caso ha hecho que las víctimas no callen por vergüenza. Ahora pueden dominar mejor su miedo.

El silencio ante una agresión en grupo puede matar el deseo de vivir y llevar al intento de suicidio. La culpa que con frecuencia siente la mujer violada, y la falta de apoyo, suelen convertir a la víctima en verdugo de sí misma. Por eso es de suma importancia poner palabras al trauma sufrido.