“¡Bailando salsa! ¡Bailando salsa!”, escoba en mano, Martina canturrea arrastrando pelusas y alguna araña distraída. Se detiene y afirma sonriendo: “Mecano me transporta a una época en la que todo era posible”. La secundo pasando el plumero y entonando al unísono: “Al ritmo sabrosón de las caderas de Carmela”. Quitando las pelusas aferradas al cepillo, continúa: “Escobón y evolución deberían de haber ido parejos, pero no ha sido así”. Riéndome, propongo: “Podrías escribir La evolución de la fregona en el contexto urbano y rural o comprarte una aspiradora”. “Ni hablar, hacen un ruido horrible y colocar las bolsas requiere un máster en diseño industrial”, afirma ella.
El coeficiente intelectual de mi amiga es bastante elevado, pero las cosas cotidianas la superan. Continúa con su discurso: “Bayetas, escobas y estropajos, han evolucionado como si formaran parte del movimiento slow”. Contesto: “Sí, porque los usaban sobre todo las mujeres. Ese es el problema, que la mujer no ha desempeñado un papel en la historia de la humanidad, sino un trapo”. Martina se detiene: “¿Quién lo dijo?”. Plumero en mano respondo: “Creo que Mafalda”. Mirando la pareja de hecho que forman cubo & fregona, en una esquina, los señala: “¿Y qué me dices de esos dos? Pasaron siglos hasta que a alguien se le ocurrió ponerle un palo...”. “A nadie le importaba que las mujeres se deslomaran hasta que nos volvimos, ¿posibles compradoras?”, sugiero.
El sol entra por las ventanas y el lunes es un buen día para filosofar. Damos por finalizada la lim pieza. Sentadas con un té en el porche, seguimos con nuestro ensayo/error. “¿Sabes cuándo se inventó la rueda?”, pregunto. “Si acierto, ¿qué gano? ¿Un plumero? Veamos, probablemente 3.000, 4.000 años antes de la aspiradora”, responde ella. “¡Bingo! Aunque, como eran de madera, no dejaron rastro. Pero sí, unos 3.500 años a. C. Sin embargo, arrastramos baúles desde tiempo inmemorial. ¿Qué mente privilegiada pensó en poner ruedas a las maletas? Por eso en esta casa la nevera, la lavadora y la cocina van sobre ruedas. Falta el sofá...”.
Responde sorprendida: “¿Hay algo que no hayas intentado? Sin contar lo de engordar, ser negra y cantante de jazz...”. Riendo, digo: “De eso desistí. En otra vida, tal vez”. Solidaria, mi amiga me consuela: “Yo también quería cantar. Pero en el colegio era gorrión. Las elegidas como alondras cantaban y hacían solos”. “¿Y las demás qué hacíais?”. “Abrir y cerrar la boca sin emitir sonido. ¿No te parece cruel?”. “En realidad, inventasteis el playback”. Suspira. “Volviendo a los inventos, ¿qué fue lo último que se te ocurrió? ¿El plato inclinado?”. Frunciendo el ceño, rememoro: “El plato era idea de mi hermano. Y también desistió. Fue hace tiempo, cuando entré en aquella oficina polvorienta. Ahora es más I+D. Olvidado del mundo, tras una mesa había un hombre...”. “¿Momificado?”, sugiere. Asiento: “Aburrido. Pero le sugerí ideas y patentes, y revivió”. “¡Seguro! ¿Qué querías patentar?”, insiste. Le susurro al oído: “Una escoba”. Sorprendida, pregunta: “¿Qué tipo de escoba?”. Me levanto, extiendo los brazos y, como si surcara los cielos, respondo: “Una escoba ¡voladora!”.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?