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Jennifer Aniston: "Tengo 50 y siento que estoy a punto de florecer"

“Fracasé. Tuve éxito. Sobreviví. Seguí adelante. Estoy aquí”, dice la protagonista de Friends, la serie que acabó hace 15 años, pero sigue enamorando a nuevos públicos. Dos matrimonios y dos divorcios después, Aniston vuelve a la televisión con The Morning Show, la gran apuesta de la nueva Apple TV+, donde quiere demostrar que, además de una estrella, es una gran actriz.

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JESSICA BENNETT

Jennifer había planeado un fin de semana tranquilo. Acababa de celebrar sus 50 años y se había subido a un avión privado en dirección a México con seis de sus mejores amigas. Compañeras de vida a las que conoce desde sus primeros días en Los Ángeles: antes de Brad Pitt, antes de Justin Theroux, antes de Friends (1994-2004) y antes de convertirse en la novia de América, cuando eran vecinas en la misma calle de Laurel Canyon. (“Entre nosotras nos llamamos The Hill People”, asegura). Pocos minutos después del despegue, sin embargo, el piloto pidió hablar con ella: habían perdido uno de los neumáticos y tenían que volver a Los Ángeles.

Mientras el piloto quemaba gasolina, Aniston pasó las siguientes cuatro horas contando chistes y tratando de permanecer en calma (le da terror volar), mientras miraba los mensajes de texto de sus amigos que ya habían leído sobre “el aterrizaje de emergencia”, que, en realidad todavía no había tenido lugar.

Círculo de la diosa

Finalmente, aterrizaron sin incidentes, se cambiaron de avión y, a la noche siguiente, se reunieron para un ritual que llevan haciendo desde hace tres décadas: el “ círculo de la diosa”. Sentadas en cojines, con las piernas cruzadas en el suelo del cuarto de estar, se iban pasando una vara de madera decorada con plumas y colgantes, como han hecho en todos los acontecimientos importantes de su vida. Se pusieron en círculo antes de las bodas de Aniston con Brad Pitt y Justin Theroux. Lo hicieron también cuando nacieron los hijos de sus amigas y cuando Aniston y Theroux tuvieron que sacrificar a su perra, Dolly. En esta ocasión, lo hacían para celebrar el próximo capítulo en la carrera de Aniston. (La neoyorquina que hay en ella está ligeramente aterrorizada de pensar que las palabras “círculo de la diosa” aparezcan en este artículo. “¿No podríamos llamarlo solo círculo?”, pregunta).

Estamos sentadas en la cocina de su soleada casa estilo Mid Century, en la zona de Bel Air, en Los Ángeles, a últimos de agosto. Aniston está encantadora y radiante, como suelen describirla en el papel couché.

Me pregunta por el significado de mi tatuaje, lo que lleva a una conversación sobre mi perro, que lleva a su vez a Aniston a preguntarle a Siri: “Oye, Siri, cómo es un cockapoo” [una mezcla de spaniel y caniche enano]. “ Soy una fanática de los perros, les amo”, dice, pasando su mano por el lomo recién pelado de su perro Clyde. Es sorprendentemente abierta para alguien cuyo menor detalle desvelado de su vida se puede transformar en miles de titulares.

Pero volvemos al tema de la edad. “Estoy entrando en lo que siento que es uno de los periodos más satisfactorios de mi vida desde el punto de vista creativo. En serio”, dice. Y tras una pausa, continúa, dando un golpecito en la mesa: “Llevo haciendo esto [actuando] 30 años, y me siento como si estuviera a punto de florecer”. Las actrices suelen hacer este tipo de declaraciones, pero en su caso parece algo más que un tópico.

Desde que Friends terminó, Aniston ha tenido un gran éxito de crítica en pequeñas películas independientes, críticas moderadas en películas mainstream, un par de rotundos fracasos y un montón de productos taquilleros. Pero nada ha vuelto a tener tanto éxito como su Rachel Green, la adorable novia a la fuga que ha seguido enamorando a los espectadores durante décadas. De hecho, pasó 15 años eligiendo papeles con el mero potencial de ir más allá o revertir su icónico personaje, una forma de “limpiarse a Rachel”, como describió ella este proceso en una ocasión. Pero no lo consiguió. Así que quizá la única manera de hacerlo sea volver al medio que la hizo famosa: la televisión.

Desde ayer, con el estreno de Apple TV+, Aniston ha vuelto a lo grande como protagonista de The morning show, una comedia dramática de gran presupuesto que se desarrolla entre las bambalinas de un programa de noticias que se parece bastante al Today de toda la vida [el decano de los magazines matutinos americanos, que emite NBC desde 1952].

Le dije a uno de los ejecutivos: “quiero ser parte de algo grande, no me importa dónde sea”. Y el resultado fue esta serie: “The morning show”".

Allí interpreta a Alex Levy, una presentadora del programa matinal cuya ya complicada vida personal y profesional se ve seriamente afectada por el súbito despido de su compañero de muchos años (Steve Carell), por acoso sexual.

Para Apple, la serie representa la joya de la corona del servicio de streaming propio que acaba de lanzar y con el que intenta hacer la competencia a Netflix. Además, es uno de los primeros programas basados en los conflictos generados tras el fenómeno #MeToo.

Para Aniston, que es la espina dorsal de la serie como protagonista y productora ejecutiva, es la oportunidad de internarse en un personaje dramático que, tal y como explica, lo tiene todo para ser complejo: “Niños, culpa, lucha por el poder, una mujer en la industria de la televisión que se está divorciando a la luz de todos, que se siente alienada y un poco fracasada”, relata. Es un papel que le exige dar mucho más de su vida privada que ningún otro. Puede ser también su mejor oportunidad para que el mundo finalmente la vea como a una actriz y no solo como a una estrella.

Sobredosis de TV

The Morning Show no empezó como una historia del #MeToo. Hace tres años, cuando Aniston le dijo a Michael Ellenberg –un antiguo ejecutivo de HBO que supervisaba Juego de Tronos (2011-2019) y The Leftovers (2014-2017)–, que “la televisión tiene que dejar de ser una no-opción para mí”, Harvey Weinstein seguía cazando Óscars y recibiendo aplausos. “Le dije: “Solo quiero ser parte de algo grande, no me importa dónde sea”, recuerda la actriz.

Cuando Ellenberg la llamó para decirle que había adquirido los derechos de Top of the morning: dentro del agresivo mundo de la televisión matinal (2013), un libro de no ficción escrito por el periodista televisivo Brian Stelter, y que había hablado también con Reese Witherspoon –con la que el productor había trabajado en Big Little Lies– las actrices inmediatamente se llamaron. “ Siempre hemos estado muy unidas”, dice Witherspoon, que conoce a Aniston desde que interpretó a su hermana en Friends. Dice que las dos querían volver a trabajar juntas desde hacía tiempo, pero que era muy poco frecuente que los ejecutivos decidieran poner juntas “a dos protagonistas femeninas de peso en un mismo proyecto”.

En la serie, Aniston interpreta a Alex, una presentadora matinal –una mujer en los 40 que los ejecutivos piensan que está pasada–, que se encuentra con una reportera desafiante y mucho más joven (Witherspoon), que lo mismo puede ir detrás de su puesto que convertirse en su mejor amiga, todavía no estamos muy seguros. El punto de partida: el compañero durante años de Alex es despedido después de que su comportamiento sexual en el trabajo (y en su camerino) se haga público, llevando al programa –y a su carrera– al caos. Steve Carell fue contratado para interpretar al presentador caído en desgracia, al que Aniston describe como una especie de encantador y engreído narcisista que, como muchos hombres poderosos antes que él, “simplemente cree que todo el mundo quiere acostarse con él”. El personaje de Witherspoon aparece entonces como un potencial recambio. The morning show aborda también temas de género y de discriminación por edad, pero sobre todo cuenta una compleja historia sobre lo que ocurre cuando cae un ídolo. ¿Qué significa para sus compañeros (que no lo sabían) y para sus amigos, como Alex? ¿Cuál es su capacidad para buscar la redención? ¿Cómo posicionarse sin saber exactamente de qué se le acusa? ¿De qué lado deberíamos ponernos? Llegado este punto, la periodista se ve obligada a preguntar a la entrevistada si ella tiene también una historia #MeToo que contar. La respuesta de Anniston es que no aunque, por supuesto, dice que ha experimentado su ración de sexismo en 30 años de carrera.… “Los agentes –empieza contando con los dedos–. Los estudios. Cuando averiguas cuánto ha ganado este actor en relación a esta actriz…”.

Más que un plan B

Durante nuestro segundo encuentro, que tiene lugar en su amplia casa de estilo modernista, se nos une Kristin Hahn, la mejor amiga de la actriz durante tres décadas y socia de producción durante 20 años. Juntas recuerdan “los días del garaje” de Hann, y cómo allí fundaron, entre ellas y Brad Pitt, la productora Plan B, que entonces se llamaba Bloc Productions, un nombre que se le ocurrió a Aniston mientras jugaba al scrabble. Durante esos primero años, desarrollaron y produjeron Más allá del tiempo (2009), Un corazón invencible (2007) e Infiltrados (2006), de la que Hahn fue la productora ejecutiva.

Cuando el matrimonio de Aniston y Pitt terminó, ambas decidieron dejar Plan B. “Fue el equivalente a “me voy de casa”, dice Hahn. Las inseparables amigas formaron poco después su propia compañía, Echo Films, como un proyecto paralelo al que volvían cuando Hahn no escribía y Aniston no actuaba.

“Nuestra misión era contar historias fuertes sobre mujeres fuertes –dice Aniston–. Llenas de defectos, complicadas, caóticas. Porque eso no se hacía”. En este momento están produciendo First Ladies, una comedia política para Netflix donde Jennifer interpreta a la primera presidenta lesbiana de EE.UU.; y The Goree Girls, sobre las primeras bandas femeninas de música country.

Cuando mis amigos te hablan de mi amor por los detalles es solo una manera amable de decir que soy una obsesiva”.

Como productora, varios colegas describen a Aniston como detallista, minuciosa y precisa. “Se involucra en cada decorado, en cada vestido, con cada etapa del casting”, dice Witherspoon. Cuando le digo a Aniston que muchas personas han señalado su amor por el detalle, bromea diciendo que es “básicamente una forma educada de decir que soy una obsesiva”. Para investigar para su papel, por ejemplo, se coló en el backstage del auténtico Good Morning America y pasó tiempo con la periodista Diane Sawyer, de la que estudió desde su ropa hasta sus hábitos con la cafeína: una alternancia de refrescos de cola, energéticos y café. En el set, Aniston seleccionó cuidadosamente los libros de su personaje: 100 años de Bauhaus, para decorar su mesa de centro, y Blink, de Malcolm Gladwell [que en España se tradujo como El arte de razonar sin pensar] en su bolso; también eligió los apliques del apartamento de su personaje (estilo francés modernista) y su ropa (a medida, monocromática). Por último, colgó fotografías de sus amigos en la vida real –la gente de Hill– en el camerino de Alex y en su apartamento.

Así que, en cierto sentido, puede decirse que la historia de Alex Levy es también la de Jennifer Aniston. Es decir, la de una persona subestimada y sobreexpuesta, conocida por algo que puede, o no, tener que ver con ella, tratando de reafirmar el control sobre lo que dicen de ella. “Jen ha vivido en el ojo público durante tanto tiempo –dice Ellenberg–, que al interpretar a Alex, en realidad está componiendo con material real su propia historia”.

Una Alex que ha superado, según su jefe, su fecha de caducidad. Una Alex cuya suave sonrisa aparece en las vallas publicitarias de toda la ciudad, pero cuya vida en casa es bastante más complicada. Una Alex a quien todo el mundo cree conocer íntimamente, pero que es una absoluta desconocida

El arte de permanecer

“Puede que haya una similitud con mi vida –admite la actriz–. Me reconozco en algunas de las cosas que siente Alex, como cuando no quieres que te vean o no quieres salir de tu casa; o cuando solo tienes ganas de gritar y lo último que te apetece es caminar por una alfombra roja. Uno de esos días en los que solo quieres llorar...”. Le pregunto si hubiera podido encarnar este papel en cualquier otro momento de su vida. “No –dice con firmeza–. No tenía la experiencia necesaria”.

Le hablo sobre un meme que circula por las redes sociales y según el cual “ la verdadera libertad para una mujer que envejece consiste en que no le importe envejecer”. Dice que en parte es verdad, pero que en realidad a ella la libertad se la ha dado el trabajo.

Mientras Jennifer y su amiga Hahn siguen de charla –y yo me preparo para marcharme–, aparece otro miembro del “circulo de la diosa”, Andrea Bendewald, la amiga más antigua de Aniston, que trabaja en la serie como la maquilladora de Alex. Entra en la casa con un libro que en ese momento el grupo de amigas está leyendo. Se llama Lifespan [Esperanza de vida] y está escrito por un científico de Harvard, David Sinclair, que sostiene que la clave para ralentizar el proceso de envejecimiento es acceder a los llamados “genes de la vitalidad”.

Antes de irme, noto que las amigas presentes del “círculo” están preocupadas con el hecho de que se mencione lo que están leyendo. ¿Y si aparecen como obsesionadas con no envejecer? Pero, por lo que yo entiendo, solo significa que están interesadas en la longevidad entendida como la capacidad de seguir trabajando, de seguir tomando riesgos, de redefinirse a sí mismas.

“Me ha costado tiempo llegar donde estoy e invierto mucho trabajo en mi oficio. Fracasé. Tuve éxito. Sobreviví. Seguí adelante. Estoy todavía aquí”, dice Aniston. Y eso es, probablemente, lo más radical que una mujer pueda hacer en Hollywood: seguir aquí.

Lo que ha unido Friends que no lo separe nadie

Tal vez no muchos recuerden que Reese Witherspoon, antes de ganar un Óscar por En la cuerda floja –donde compartió protagonismo con Joaquín Phoenix– y mucho antes de ser la voluntariosa y obsesiva Madeline Makenzie de Big Little Lies, fue la “hermana favorita” de Rachel Greene, de Friends. 15 años después de que acabara la serie, y cuando se suceden artículos, discusiones y exigencias por parte de los fans para un retorno de los amigos más famosos, el único reencuentro confirmado es el de Aniston y Witherspoon, en The morning show, un drama sobre la jungla televisiva de los magazines televisivos en la era del #MeToo producida por la nueva plataforma Apple TV+.

20 de enero-18 de febrero

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