La base para actuar, sea en el campo que sea, es tener la información necesaria. Actuar sin datos ciertos y contrastados puede ser más destructivo que no hacer nada. Esto es lo que piensa la economista francesa Esther Duflo, que lleva años estudiando cómo sacar a la gente de la pobreza. Por esta idea, y por todos los trabajos que la han llevado a ella, Duflo ha recibido el último Nobel de Economía, junto a su esposo, el indio Abhijit Banerjee, y el estadounidense Michael Kremer, con quienes forma equipo. La Academia sueca les ha premiado por su enfoque experimental para aliviar la pobreza global, y por su mentalidad científica a la hora de estudiarla.
Esther Duflo es la segunda mujer que recibe este galardón y la ganadora más joven en sus 50 años de historia. Tiene 46 años, ha trabajado durante más de 15 en Chile, India, Kenia e Indonesia para comprobar cómo funciona la economía de los pobres, y fue asesora del expresidente Barack Obama.
Nació en París en 1972 y es la segunda de tres hermanos. Su padre era matemático y su madre, pediatra.
Se graduó en la prestigiosa École Normale Supérieure de París, en Historia y Economía. Obtuvo un máster en Economía en la École Polytechnique.
En 1999, se doctoró en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Es profesora de la cátedra de Alivio de la Pobreza y Economía del Desarrollo.
Tiene un hijo con su marido, Abhijit, con quien acaba de lanzar el libro Good economics for hard times.
Como explicó la propia Duflo en una charla TED, cada día mueren decenas de miles de niños por causas evitables. Y la forma de combatirlas puede ser algo simple, algo al alcance de nuestra mano, pero no a la de todos, como una vacuna. Por eso Esther piensa que la ayuda humanitaria debe tener claras sus metas –de lo contrario, se dilapidan los recursos–. “ Seguramente no podremos convertir a los pobres en ricos, pero sí enviar a sus hijos a buenas escuelas y sacarles de la pobreza. Eso debería estar dentro de nuestras posibilidades”. Duflo cree que hay que planificar las políticas sociales como si fueran decisiones médicas, porque la evidencia científica es necesaria para medir su eficacia.
Los cambios pequeños pueden tener efectos grandes. Con esta idea en la cabeza, fundó una red de 181 economistas de 58 universidades del mundo, que colaboran con gobiernos y organizaciones para detectar las ayudas al desarrollo que realmente funcionan. Líderes de todo el mundo consultan sus estudios. Más de cinco millones de niños indios mejoraron su calidad de vida, por ejemplo, gracias a tutorías puestas en marcha a partir de los datos recabados por el equipo de Duflo. Otro de sus trabajos dejó claro cuánto y cuándo se debe cobrar por los medicamentos para que lleguen a quienes los necesitan.
La ética está, a menudo, en la eficacia que la sostiene. Se necesitan datos y lucidez porque la pobreza no tiene una sola cara. Y en eso se muestra radical: también hay pobreza en los países ricos y para ella la forma de atajarla es subir los impuestos a las rentas más altas.
20 de enero-18 de febrero
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