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Navidad en paz, por Isabel Menéndez

Las fiestas nos remiten a la familia y la infancia, pero en ocasiones también pueden provocar auténticos terremotos emocionales que se tapan con exceso de regalos y de reuniones.

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Isabel Menéndez
Isabel Menéndez

La Navidad es época de encuentros, pero también de desencuentros, con padres, hermanos, cuñados, abuelos y amigos. La intención de todos es pasarlo bien, confirmar que la familia sigue ahí, que tenemos un lugar adonde ir y unas personas que siempre nos van a acoger.

Pero sentirnos queridos y reconocidos por los nuestros es un deseo que no siempre se cumple. En muchas ocasiones, las familias guardan tensiones, rivalidades, ofensas y desamores, rencores y dolores antiguos, que en estos días, pese a que intentemos que no salgan a la luz, se pueden reeditar.

Las claves:

  • Recuperar los buenos recuerdos sin engaños ni idealizaciones.

  • Reflexionar sobre lo que nos molesta y expresarlo con ironía y humor.

  • Mantener unas expectativas realistas sobre lo que deseamos.

  • Estar con las personas que te hacen sentir bien y evitar a aquellas con las que tienes conflictos.

  • Las mujeres tendemos a cargarnos con demasiadas tareas. Defiende tu ritmo interno, reconoce tus deseos, imposibilidades, contradicciones y placeres.

La mejor manera de resolver esos conflictos familiares que suelen aflorar consiste en aceptar las diferencias y no intentar cambiar lo que es imposible. Por eso conviene evitar a aquellos interlocutores con los que nos resulta difícil entendernos. Lo mejor, para evitar tensiones, es admitir internamente que no pueden darnos lo que deseamos. No hay que esperar lo que no va a llegar, porque eso conduce a una frustración segura.

La Navidad nos hace recordar la infancia y nos promueve preguntas. ¿De dónde venimos? ¿Con quién podemos contar de verdad en los momentos difíciles? ¿Cómo eran los que ya perdimos?

El concepto: el niño interno

  • Nuestra subjetividad es una construcción que se levanta sobre lo que vivimos en la infancia y crea la identidad que reconocemos como propia. El niño interno que llevamos dentro guarda todo lo que no pudimos expresar y permanece en nuestro inconsciente.

  • Si ese niño fue herido, se manifestará en el adulto a través de síntomas: expresando una necesidad patológica de reconocimiento y dependencia, buscando ser aceptado a toda costa y, para ello, someterse al otro.

Estos interrogantes nos pueden servir para cambiar y mejorar la historia familiar o todo lo contrario, según el tipo de recuerdos que nos habiten. Si nos invaden recuerdos desagradables, no podremos sentirnos bien. Quizá porque seguimos enlazados a lo que perdimos y no aceptamos lo que no pudo ser. En este caso, no hemos sido capaces de modificar dentro de nosotros mismos vivencias antiguas.

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