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Hace un par de años que oímos hablar de una generación de mujeres directoras de cine. Y, habitualmente, entendemos por generación un movimiento que tiene inquietudes comunes. Sin embargo, aquí el único punto en común es su género y el hecho de que, desgraciadamente, sigue sorprendiendo que una mujer alcance la dirección de un proyecto en el ámbito que sea.
¿A qué se debe entonces esta "generación" de realizadoras? Según Elena Trapé (43 años), ganadora del premio Gaudí a la mejor dirección por 'Las Distancias' (2018), confluyen varios factores: “hay una parte de casualidad y de coincidencia. Y a la vez tiene que ver con que las escuelas de cine han empezado a producir largometrajes y en un ámbito académico no se da la discriminación de género. También pienso que la crisis económica ha favorecido que haya más películas de bajo presupuesto, más de autor y eso ha hecho que las mujeres tengamos una entrada más fácil”.
Porque no nos engañemos, a la que hablamos de grandes presupuestos, el feminismo salta por la ventana. Para muestra, un botón: según el informe de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) las películas que dirigen los hombres tienen el doble de presupuesto que las que recaen en manos femeninas. Y las televisiones generalistas invierten un 78% en proyectos bajo batuta masculina y un 22% en los que comanda una mujer.
"Hay una desconfianza hacia las mujeres", señala Trapé, "pero no es solo de este sector. Es estructural. La dirección, la decisión y el liderazgo no son adjetivos que se le atribuyan a la mujer de forma natural. Y por eso, cuando una mujer quiere dirigir, hay cierta desconfianza y recelo. Lo que pasa en el cine es un reflejo de la sociedad".
Pero aún así, con presupuestos modestos y talento, las realizadoras españolas están logrando abrirse paso con sus películas. Es el caso de Carla Simón (33) que en 2017, con 'Verano 1993' consiguió el Goya a la mejor directora novel y el premio a la mejor opera prima en la Berlinale.
Andrea Jaurrieta (33) es un ejemplo de tesón: tardó ocho años, que se dice pronto, en poder rodar 'Ana de día' y aunque la película contaba con un reducido presupuesto de 800.000 euros tuvo que recurrir al crowfunding para sacarla adelante. Su largometraje fue nominado a la mejor dirección novel en 2018, una categoría en la que “sorprendentemente”, competían tres mujeres.
Una de ellas era Celia Rico (37) con 'Viaje al cuarto de una madre' que consiguió para su primera obra de corte intimista a actrices como Lola Dueñas y Anna Castilla. Pero la se llevó el goya al agua, oseasé la que que se alzó con la estatuilla fue Arantxa Echevarría (51), que además consiguió ser la primera directora española seleccionada en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. Y lo hizo con su ópera prima, Carmen y Lola, la polémica historia de amor entre dos chicas de etnia gitana.
Pero contar con un Goya no es garantía suficiente para poder consolidar una carrera como cineasta. Mar Coll (38) se hizo con uno en 2009, pero no encontró financiación para su tercera película, que finalmente convirtió en una serie, 'Matar al padre'.
Y es que esa es otra: no basta con llegar a la dirección, es necesario conservar el puesto. Y ahí vuelven a darse los mismos problemas que en cualquier otro sector de la sociedad. "La conciliación también juega en nuestra contra, sobre todo a la hora de acceder a un proyecto de gran presupuesto. Yo me lo he encontrado. El padre de mi hija es director de fotografía y a él nunca le han preguntado qué iba a hacer con la niña cuando trabajara. Y a mí me lo preguntan siempre”, revela Trapé.
Esta directora señala que el cambio necesario para llegar a la paridad en el cine viene de la mano del que necesita la sociedad. “ Queremos que se hablen de las películas que hacemos independientemente de que seamos hombres o mujeres y para eso necesitamos un cambio social, que es lento, pero imparable”, concluye la realizadora.