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La fortuna de los Obama

Tres años después de abandonar la Casa Blanca, Barack y Michelle Obama han construido su propio imperio mediático en un tiempo récord. Gracias a su contrato editorial y sus acuerdos multimillonarios con Netflix o Spotify, son hoy tan influyentes como desde la Casa Blanca. O incluso más. Y esto no ha hecho más que empezar...

Sociedad limitada. El matrimonio Obama ha convertido la comunicación en el caballo de batalla de esta nueva etapa de su actividad pública. / getty

ixone díaz landaluce

En la escalinata del Capitolio, Donald y Melania Trump observaban con gesto solemne el despegue del Marine One y saludaban a sus dos pasajeros con la mano. A bordo del helicóptero presidencial, Barack y Michelle Obama se despedían de la Casa Blanca sobrevolando Washington.

En aquel momento, su futuro era una gran incógnita. Probablemente, incluiría un par de biografías, alguna fundación y muchas causas nobles y conferencias bien remuneradas. El clásico retiro dorado de los expresidentes. Sin embargo, ellos tenían otros planes. Y eran mucho más ambiciosos. Tres años después, los Obama han construido un pequeño imperio mediático en expansión, creando su propia productora y firmando acuerdos multimillonarios con plataformas como Netflix o Spotify. Su marca cotiza al alza y su influencia y popularidad siguen intactas. De hecho, no paran de crecer, a juzgar por los 62 millones de seguidores que entre los dos suman en Instagram. O los resultados de una reciente encuesta de Gallup, que señalan a Michelle Obama como la mujer más admirada del mundo. Su peso político tampoco ha menguado, aunque lo ejerzan con diplomacia y no hayan querido sobreactuar en las críticas (solo puntuales) contra la administración republicana. Ahora, l os Obama son influyentes de otra manera. Más mediática y puede que más eficaz.

Michelle, la gran revelación

Poco después de abandonar la Casa Blanca (y tras unos meses de vacaciones y viajes varios) los Obama empezaron por lo obvio: los consabidos libros de memorias. Pese a eso, las condiciones de su contrato no tenían precedentes. Su acuerdo con la editoral Penguin Random House era conjunto (un libro de memorias para él; otro para ella), pero sobre todo por el cheque de 65 millones de dólares que cerró la transacción.

Obviamente, las expectativas eran enormes. Pero la biografía de Michelle Obama no decepcionó. Becoming llegó a las librerías en noviembre de 2018. En sus cinco primeros meses, consiguió vender 10 millones de copias y convertirse en uno de los libros de memorias más vendidos de la historia. Su gira de promoción también rompió esquemas. Después de agotar las entradas de los 12 eventos multitudinarios previstos en un principio, sus organizadores añadieron 21 fechas más, que la llevaron a visitar varias ciudades de Canadá y de Europa. Y así fue como, el año pasado, Michelle Obama se convirtió en un omnipresente fenómeno mediático. Todo lo que tocaba se convertía en noticia. Igual que su estilo (cada vez más decididamente fashionista) o su look (con una melena cada vez menos lisa y más afro). Y el fenómeno continúa: en enero, la exprimera dama recibió un Grammy por la versión audiolibro de sus memorias.

Sin embargo, hasta aquí todo era relativamente convencional. Las exprimeras damas y los expresidentes siempre han escrito libros y dado conferencias a golpe de talonario. Con más o menos talento, mejor o peor remunerados. Unos, como Bill Clinton, creaban fundaciones y otros, como George W. Bush, se dedicaban a la vida contemplativa y a pintar retratos de perros. Los Obama tenían otros planes. También, otras cualidades. Él y su carisma; ella y su abrumadora popularidad. “ A Obama siempre se le han dado bien los medios. Cuando era presidente, siempre estaba en televisión. Era joven, divertido, atractivo, sabía hablar... Su monólogo en la tradicional cena de corresponsales de la Casa Blanca era mejor que el de cualquier cómicoprofesional. Domina el terreno. Por otro lado, Michelle es una mujer increíblemente querida y admirada”, analiza el experto Robert J. Thompson, profesor de Televisión y Cultura Popular en la prestigiosa Universidad de Syracuse.

Estreno en Netflix

Además, estaban en el momento justo y en el lugar adecuado. “Cuando George W. Bush abandonó la Casa Blanca, Netflix no ofrecía este tipo de contratos. Los Obama han podido hacerlo porque ahora existen estas oportunidades”, continúa. Efectivamente, el acuerdo con Netflix rompió todos los moldes. Se hizo público en mayo de 2018 e incluía la p roducción de varias series de ficción, películas y documentales. Todo vehiculado a través de Higher Ground Productions, la productora que el matrimonio creó ad hoc para empezar a trabajar con la plataforma on line.

El proyecto más esperado de los Obama para Netflix es la serie documental basada en el best seller de Michael Lewis El quinto riesgo (Deusto), que indaga en los entresijos de la administración Trump. / d.r.

Los Obama anunciaron entonces que la alianza con la plataforma era su forma de visibilizar temas como “la raza, la clase, la democracia o los derechos civiles” y “cultivar voces creativas, inspiradoras y con talento que pueden promover una mayor empatía y comprensión entre las personas”. Asuntos indudablemente políticos, pero no excesivamente partidistas. Y con un punto de vista menos beligerante y más inspiracional, encaminado al empoderamiento en lugar de a la batalla ideológica. “Es un enfoque que pretende hacernos reflexionar sobre cómo convivir con el resto de ciudadanos del mundo de una manera decente, humana y justa”, explica Thompson.

Trump, Sarandos y Oprah

Sin embargo, según desvelaba recientemente el periodista Joe Pompeo en un extenso reportaje publicado en Vanity Fair, el acuerdo también fue fruto del azar. Cuando la pareja abandonó la Casa Blanca, las plataformas audiovisuales estaban en plena batalla por atraer los mejores contenidos parar fidelizar a sus suscriptores y atraer a los de la competencia. Y todos querían asociarse con la marca Obama. Según algunos analistas, también era un momento perfecto para tratar de capitalizar la nostalgia por la era Obama que muchos norteamericanos sintieron cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca. “No creo que necesitáramos el cataclismo que supone la presidencia de Donald Trump para explicar el interés de Netflix por tener un contrato con los Obama”, discrepa Thompson.

Al parecer, otra pieza importante del puzle fue la relación personal de los Obama con Ted Sarandos, director de contenidos de Netflix. En 2012, Sarandos y su mujer organizaron una cena en su casa de Beverly Hills para recaudar fondos para la campaña de reelección del presidente. Aunque las cifras del acuerdo no son públicas, según la prensa norteamericana podrían ser similares a las de su contrato editorial.

Para poner en pie la estructura de su productora la pareja pidió ayuda. Y nadie mejor para aconsejarles que Oprah Winfrey. “Cuando estaban empezando, me llamaron para que les diera algunos nombres de personas que pudieran dirigir la compañía. Finalmente, no fueron los elegidos, pero no importa. No hay nadie como ellos. Nadie. Su deseo es utilizar este medio para mostrarnos nuestra propia historia, hacer divulgación y ofrecer un enfoque inspiracional al contenido. Estoy deseando ver lo que van a hacer”, ha explicado Winfrey. La primera decisión del matrimonio fue poner a dos mujeres con experiencia en Hollywood al frente de Higher Ground: Priya Swaminathan y Tonia Davis. Lo siguiente er decidir qué modelo querían seguir.

Prescripción global

Según Thompson, su proyecto solo tiene un precente: el del vicepresidente Al Gore. “Era un tipo aburrido, serio y cuadriculado, pero con Una verdad incómoda consiguió convertir un powerpoint en un documental. Fue una hazaña, ganó un Óscar y despertó muchas conciencias”. Después, creó un canal de televisión, Current TV, que vendió a Al Jazeera por 500 millones de dólares.

Sin embargo, para Thompson el modelo de los Obama tiene mucho más que ver con el de Oprah. “Vivimos en un mundo en el que hay tanta información, producción artística, películas o series, que es imposible seguirlo todo. Lo que hizo Oprah con su revista o su club de lectura lo están haciendo ahora los Obama. Son prescriptores de contenidos, presentando documentales, series, podcasts o películas que tienen su sello de aprobación personal. En su caso, eso significa justicia social, igualdad racial y otros asuntos de la agenda liberal y progresista”, explica.

getty

Netflix solo es una pata del negocio. En junio, Spotify confirmaba que el matrimonio producirá podcasts para ellos, en un acuerdo que según la prensa americana rondaría los 20 millones de dólares. Y en enero, Michelle Obama anunciaba que Higher Ground producirá una serie para Instagram TV. Este pequeño imperio ha despertado suspicacias en algunos sectores de EE.UU. Su exasesora (y amiga personal) Valerie Jarrett les defiende: “Si son una fuerza para el bien, pueden hacer un buen trabajo y ganar dinero al mismo tiempo, eso es lo que deberíamos pedirles a todos los líderes empresariales”.

Su éxito escuece en la Casa Blanca. Donald Trump tildó su acuerdo con Netflix de “ridículo” y pidió vía Twitter que se investigaran sus términos. 2020, con las elecciones presidenciales cerrando el calendario en noviembre, será un año intenso para los Obama. Es previsible que las memorias del expresidente lleguen a las librerías antes de que acabe el año. Justo a tiempo para la campaña. Mientras, su imperio seguirá creciendo al mismo ritmo que su influencia.

Obama visión

La primera producción de los Obama para Netflix ha puesto el listón muy alto. Después de cosechar grandes críticas, American Factory recibió una nominación al Óscar al mejor documental por contar con acierto la historia de una fábrica de Ohio adquirida por un multimillonario chino. Además, la productora Higher Ground prepara seis proyectos más. Uno de los más esperados es Bloom, un drama racial ambientado en la industria de la moda neoyorquina tras las II Guerra Mundial.

También quieren contar la historia de Frederick Douglass, figura clave del abolicionismo afroamericano. Su catálogo incluirá también una serie de nutrición infantil (Listen to your vegetables & eat your parents), un documental sobre un campamento de verano para adolescentes con discapacidad (Crip Camp) y una serie inspirada en la famosa columna de la sección de obituarios del New York Times (Overlooked).

Finanzas saneadas

La pensión vitalicia del expresidente, unos 190.000 € al año, apenas es calderilla frente a sus otras fuentes de ingresos. Solo su contrato editorial les garantiza unos ingresos conjuntos de 65 millones de dólares. Y por eso, la pareja también ha empezado a invertir su dinero. Hace unos meses, formalizaron la compra de una mansión de 640 m2 en Martha’s Vineyard, la elitista isla de Massachusetts donde veranean las celebrities. Según la prensa norteamericana, la venta se cerró por 11 millones de dólares.

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