actualidad
actualidad
Sus apellidos, Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, le otorgan uno de los pedigrís reales más puros del Gotha. Pero Marta Luisa de Noruega, primera hija del rey Harald V, cree que no tiene un compromiso con su ascendencia. Quizá porque, para empezar, la Ley Sálica que regía en su país cuando nació le arrebató el trono y se lo entregó a su hermano Haakon, cuatro años menor. O quizá porque, cuando no tienes un futuro claro ante ti y sí muchos privilegios, solo te queda investigar otros mundos. De ahí que decidiera compartir sus descubrimientos fundando una escuela de espiritualidad.
Nació en Oslo (Noruega) en 1971. Es la primera hija de los reyes Harald V y Sonia de Noruega y la cuarta en la sucesión al trono.
Se educó en una escuela pública municipal. Estudió Literatura en la Universidad de Oxford y Fisioterapia en la de Oslo.
En 2002 se casó con el escritor de origen danés Ari Behn, que se suicido el día de Navidad de 2019. Se habían divorciado en 2016. Con él tuvo tres hijas: Maud Angelica, de 16 años; Leah Isadora, de 14; y Emma Tallulah, de 11.
En 2007 abrió una escuela de espiritualidad, Astarte Inspiration, y en 2010 publicó su libro más popular, El pasaporte espiritual.
En el empeño, Marta Luisa ha perdido su tratamiento de Alteza Real –ahora es solo Alteza– y la asignación de casi un millón de euros anuales, y ha empezado a pagar impuestos. Es el precio de su libertad. Para casarse con un escritor bohemio como Ari Behn o para divulgar sus dotes clarividentes. “Yo hablo con mi ángel de la guarda cada día”, confesó. Los súbditos noruegos pidieron su renuncia a los derechos dinásticos. Ella se negó.
Tras su divorcio en 2016, se enamoró de Durek Verret, un chamán californiano, bisexual e íntimo de las estrellas de Hollywood. Juntos iniciaron una gira a la que llamaron, sin más subterfugios, “La princesa y el chamán”. El rey Harald V le prohibió que utilizara su título para sus actividades “profesionales”, pero fue incapaz de detener la extravagante cabalgata. Es probable que a estas alturas ya sepa que fue él quien no supo enseñarle la diferencia entre el mundo que todos pisamos y la irrealidad.