A veces una gran revelación no viene envuelta en fuegos artificiales y tracas ensordecedoras, sino que asoman apenas, discretísimas y sinceras, en los lugares más insospechados. La clave está, claro, en hacer la pregunta exacta, esa que da en una clave existencial importante. Eso es lo que ha sucedido con Nicole Kidman, protagonista de un mínimo clip de vídeo con una rapidísima minientrevista que ha colgado en su perfil de Instagram y que guarda oro. El periodista de "WSJ", la revista de estilo y moda de Wall Street Journal, le pregunta: "¿Qué llamada de teléfono lo cambió todo?". La protagonista de la serie "Big Little Lies" sonríe y responde con mucha concreción y poca explicación. Como corresponde al manual de la perfecta diva misteriosa de Hollywood.

"Fue Baz Luhrman", confiesa Nicole Kidman. "Me llamó y me dijo que quería que fuera la protagonista de su nueva película, que interpretara a Satine en 'Moulin Rouge'. Esa llamada cambió mi vida. Creo que es algo que nos pasa a todos los actores, que de repente una llamada puede darle un giro enorme, increíble, a nuestras vidas". Es cierto: el papel adecuado en una película muy particular o de una cal idad extraordinaria puede hacer que una carrera que transitaba en una dirección, dé un giro de 180 grados. En el caso de Nicole Kidman fue así. Hasta entonces (2001) había participado en proyectos de entretenimiento sin más, pero a partir de "Moulin Rouge" comenzaron a considerarla para personajes mucho más complejos: rodó "Las horas" (2003), "Dogville" (2004), "Retrato de una obsesión" (2006)...

Sin embargo, puede que no sea tal giro en su carrera lo que Nicole Kidman recuerda como un momento decisivo. De hecho, dos años antes de "Moulin Rouge" había rodado el proyecto definitivo de su carrera, "Eyes Wide Shut" (1999), la última película de Stanley Kubrick, junto a Tom Cruise, aún su marido. El rodaje de aquella cinta significó el fin de su matrimonio y el comienzo de un rapidísimo divorcio del que no se sabe absolutamente nada, aunque Kidman práticamente perdió la relación que tenía con sus dos hijos adoptivos, Bella y Connor. La actriz estuvo dos años en el más absoluto silencio y, en las especualciones de la prensa, en una profunda tristeza. La llamada de Baz Luhrman reactivó su carrera y la llevo directa a su primer Oscar, por su papel de Virginia Woolf en "Las horas" (2002). Fue el rescate de una crisis que iba mucho más allá de lo sentimental: rompió una familia para siempre.