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La crisis del coronavirus va a hacer avanzar la manera en que trabajamos al menos seis o siete años hacia el futuro. Es la opinión del profesor Simon Dolan, analista en tendencias futuras del think-tank Global Future of World Foundation, radicado en Barcelona. El teletrabajo o la educación online se han impuesto de la noche a la mañana. Pero, una vez pasada la crisis, ¿serán habituales? La labor de futuristas (así se llaman estos expertos) como Dolan es analizar las tendencias que el presente nos brinda para proyectarlas hacia una visión del futuro; un trabajo que nada tiene que ver con sacar la bola de cristal. “ La incertidumbre es una de las claves de 2020”, apunta Amy Webb, profesora de la Universidad de Nueva York (NYU), una de las más reputadas futuristas y fundadora del The Future Today Institute, que asesora a gobiernos y organizaciones. El tsunami del coronavirus es la prueba fehaciente, añade, de que no hay forma de garantizar el futuro. No se trata de hacer predicciones, sino de prepararnos; y la mejor manera es “identificar tendencias tecnológicas que emergen, e investigar escenarios que describen el futuro”, explica.
Elena Ibáñez está al frente de Singularity Experts, startup que aúna la investigación de tendencias con la inteligencia artificial para detectar el talento de sus clientes y las profesiones de futuro que encajan con sus habilidades. “Nos basamos en estimaciones de crecimiento de ciertos sectores y evidencias de empleabilidad, y recurrimos a fuentes sólidas, como el Foro Económico Mundial”. Así ha creado una base de 3.000 empleos del futuro que ya existen: desde algunos implantados, como los relacionados con la robótica, a otros que tienen que ver con tecnologías aún inmaduras, como la criónica, la generación de tejidos, la simulación del cerebro... “Parecen sacadas de la serie Black Mirror, pero no lo son”, dice.
Los expertos dudan de la vuelta a la normalidad que conocíamos y que se unirá a la transformación tecnológica ya en marcha. Carsten Beck, futurista del Copenhagen Institute for Future Studies (CIFS), vislumbra un panorama en el que incluso empresas tecnológicamente rezagadas podrán beneficiarse de plataformas y herramientas digitales. “No hay vuelta atrás –agrega Dolan–. El mundo se hace global, para bien o para mal. Estamos viviendo el lado negativo de la globalización, pero hay aspectos positivos: solo necesitas un ordenador, el mundo es tu mercado laboral”. Para él, que da por segura la desaparición de los trabajos a tiempo completo, la necesidad de formación y reinvención marcará la vida laboral: “Abandonar la zona de confort requiere valentía y supone riesgo”.
Salud. eHealth: necesitarán expertos en realidad aumentada y virtual. Medicina preventiva y personalizada: especialistas en genómica. Investigación de fármacos: Expertos en inteligencia artificial, biotecnología...
Educación. Personalizada: expertos en inteligencia artificial, etc. Otros formatos formativos: profesionales de EdTech. Formación en áreas tecnológicas: impresión 3D, drones, big data.
Seguridad. Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado: especialistas en tecnología. Ciberseguridad.
Operacionales. Optimización de procesos: expertos en big data, IoT... Entrega a domicilio: especialistas en drones, robots... Trackeo de alimentos: expertos en blockchain... Cultura maker: profesionales en impresión 3D y 4D.
Pura tecnología: Software y 5G: necesitarán desarrolladores de software y expertos en 5G.
¿Qué nos diferencia de las máquinas? Una pregunta cuya respuesta parece obvia va a establecer la diferencia entre quién sobrevive y quién no en el mercado laboral futuro. Amy Webb piensa que es sorprendente que las universidades no se centren en desarrollar el pensamiento crítico. “¿Qué cosas podrán hacer únicamente los humanos? La respuesta tiene que ver con el pensamiento crítico y la capacidad de relacionarnos”. Ibáñez insiste: “Hay que desarrollar aquello en lo que somos buenos y no lo es una máquina, tareas creativas, improvisación, adaptación a los cambios...”. No obstante, muchas universidades se apoyan “en una respuesta a la situación actual, más que a la futura, y en la ansiedad que los educadores sienten conforme se agranda la brecha con respecto a los estudiantes y su manera de entender la tecnología y la cultura”, reflexiona Webb.
Necesitaremos perfiles híbridos: biólogos computacionales, robóticos agrícolas, expertos en geoeconómica e inteligencia artificial... Y habrá que incidir en el desarrollo de “habilidades blandas”: capacidad de crear alianzas, de trabajar en equipo, de relacionarse de forma intercultural....
Aunque las profesiones relacionadas con la tecnología y la ciencia tengan gran recorrido, “ hay un crecimiento enorme de empleo humanista: lingüistas, perfiles éticos, filosóficos o legales que aporten visión humana a los retos de la tecnología”, explica Elena Ibáñez. A su juicio, el itinerario académico del futuro tendrá diversas etapas y componentes, lo que se denomina formación líquida: desde la clásica realización de grados y másters, hasta la mayor incidencia en la Formación Profesional, bootcamps o cursos online. En este camino, dice, “ los únicos que deben temer son quienes no quieren aprender nada nuevo”. “La gente empieza a pensar en cómo se han estado haciendo las cosas hasta ahora. La enseñanza debe tener un componente virtual más alto”, apunta Simon Dolan.
Pero el camino de la futurología está sembrado de escépticos. “Y no les falta razón” –concede Beck–. Una y otra vez se ha mostrado lo inútil que es predecir. Pero se equivocan los que afirman que los estudios sobre el futuro no son importantes
El filósofo Nick Bostrom, profesor de la Universidad de Oxford, asesor de diversos gobiernos y organizaciones, apasionado estudioso del futuro de la humanidad, ha investigado en conceptos como el de la superinteligencia e influye en personajes claves de la tecnología como Bill Gates y Elon Musk.
-¿Cómo afectará la crisis a la forma en que trabajemos a medio y largo plazo? ¿Nos podemos preparar? Espero que aprendamos algunas lecciones. Por ejemplo, la importancia de mejorar la cooperación global, el valor de una vigilancia mejorada de las enfermedades, y también que necesitamos comenzar a pensar más sobre la bioseguridad –el siguiente gran virus podría ser uno creado por el hombre– y con los rápidos avances en biotecnología, la habilidad de diseñar patógenos peligrosos prolifera rápidamente. Las armas biológicas pueden ser tan peligrosas como las nucleares, y la habilidad de crearlas está mucho más extendida.
-¿Qué necesitamos para el futuro? Colaboración mundial. Y construir y financiar instituciones que trabajen en estos problemas. Cuando la crisis termine, sería bueno ver quiénes fueron los héroes anónimos y qué recursos hubieran necesitado.