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El juego de tronos de Imelda Marcos: así quiere recuperar el poder en Filipinas

Icono de la extravagancia y el exceso en los años 80, un documental destapa ahora su plan para reconquistar la Presidencia de Filipinas para su hijo y restituir la reputación de su familia.

Imelda en un fotograma del documental 'Poder en la sombra'. / cortesía movistar

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

La imagen en el telediario del vestidor de Imelda Marcos y sus 3.000 pares de zapatos dio la vuelta al mundo en 1986. Símbolo del exceso del dictador filipino Ferdinand Marcos y su esposa, se convirtieron en parte de la memoria pop de varias generaciones. Fueron tan adorados como los Kennedy y, de hecho, desde su ascenso al poder en 1965 jugaron mientras pudieron la carta de la joven, guapa y moderna familia feliz. Ferdinand e Imelda, encantadores y multimillonarios, fueron recibidos por todos los mandatarios de la época: Sadam Hussein, Muammar Gaddafi, Fidel Castro, el emperador Hirohito, Mao Zedong, Ronald Reagan, Juan Pablo II... Cuando las infidelidades de él se hicieron públicas, la primera dama compensó el desamor comprando edificios (preferiblemente en Manhattan), obras de arte (Miguel Ángel, Renoir, Van Gogh, Picasso, Monet) y joyas. Las investigaciones tras su derrocamiento calcularon que la pareja robó al erario público hasta 10.000 millones de dólares. Se recuperaron apenas 4.000 millones.

El pasado, pasado está. Hay tantas cosas que deberíamos olvidar…”, afirma la exprimera dama filipina en el documental.

Imelda Marcos (Manila, 1929) es lo más parecido a María Antonieta que ha visto la historia del siglo XX. Conservó la cabeza y logró un exilio dorado en Hawai, gracias a sus 170 cuentas bancarias secretas y a los diamantes que sacó escondidos en pañales de bebé. Su frivolidad no conoció límites. Cuando se alojaba en el Waldorf Astoria de Nueva York dormía rodeada de largos hilos de perlas “porque le daban suerte”. Dicen que se autoinvitó a la jura presidencial de Nixon y a un homenaje a Isabel II en Sidney. Expulsó a 250 familias de Calauit, una isla al norte del país, para convertirla en su “paraíso africano”, con más de 60 animales (jirafas, cebras, impalas) importados de Kenia. Abandonados a su suerte tras el exilio de su patrona, su penosa situación salió a la luz en 2013 gracias a un reportaje que llamó la atención de la cineasta Lauren Greenfield, retratista de la riqueza global en dos documentales, La reina de Versalles (2012) y Generation Wealth (2018).

“Al principio me atrajo su proverbial extravagancia, pero acabé fascinada por la historia política”, reconoció la directora en la presentación en el Festival de Venecia de Poder en la sombra, el documental que el 7 de junio estrena Movistar. “Me vi obligada a salir del pasado y analizar el presente, un panorama en el que riqueza y poder van de la mano; se compran elecciones y las redes sociales juegan un papel decisivo. El hilo narrativo terminó siendo el esfuerzo de Imelda y de sus hijos para reescribir la historia. En una generación han rehecho su imagen y han regresado a la presidencia”.

Junto a Ferdinand Jr., el único varón de sus cuatro hijos; con su marido y los Reagan en 1982, en una visita a EE.UU. / d.r.

Poder en la sombra pudo quedarse en el retrato de una mujer excesiva, pero termina desvelando la hoja de ruta de un juego de tronos diabólico. Imelda, a punto de cumplir 91 años, es una digna Cersei Lannister. Su expulsión del país en 1986 sí fue televisada: los filipinos asaltaron el palacio de Malacañang tras el asesinato del opositor Benigno Aquino (presuntamente por orden de la primera dama) y el amaño de las elecciones a las que se presentó su viuda, Corazón Aquino, que fue presidenta hasta 1992. Una comisión descubrió que el dinero público engordaba las cuentas de la familia Marcos, en vez de aliviar la pobreza de los filipinos. El pueblo sufrió nueve años de ley marcial, en la que se encarceló a 70.000 personas, torturó a 34.000 y asesinó a 3.240, según Amnistía Internacional. En el documental, Imelda dice que “son los mejores años de Marcos”, pues los filipinos lograron “soberanía, libertad, justicia y derechos humanos”.

En 1991, tras la muerte de Ferdinand, Imelda y sus dos hijos volvieron a Manila. En 1992, la matriarca se presentó a las presidenciales pero quedó quinta. Logró el sillón de diputada en cuatro elecciones sucesivas y colocó a su hija Imee (64 años) primero como gobernadora y luego como senadora del feudo familiar en Ilocos Norte (fue reelegida en mayo). Ya posicionados en los circuitos políticos, su hijo Ferdinand Bongbong Marcos (62 años) aspira a la Presidencia. Por un lado, fue candidato a las elecciones a la vicepresidencia en 2016 y está pendiente de que el Tribunal Supremo resuelva su apelación (perdió por 260.000 votos). Por otro, Imee financió la campaña del presidente Rodrigo Duterte, aliado interesado de los Marcos y responsable de la muerte de 27.000 personas en su terrible “guerra contra las drogas”. Duterte ha permitido el entierro en el cementerio de héroes del país de Ferdinand Marcos, momificado y expuesto desde 1989 en la casa familiar en Ilocos Norte.

Imelda Marcos con su colección de zapatos. / d.r.

“El pasado, pasado está. Hay tantas cosas que deberíamos olvidar...”, asegura Imelda en el documental. Bongbong Marcos ya ha pedido que se revisen los libros de texto para “corregir” la versión que “el revisionismo histórico” ha producido sobre su padre. De momento, la Corte Suprema ha desestimado 20 de los 43 casos civiles contra los Marcos. “Imelda reirá la última –opina Lauren Green-field–. Pensar que ha perdido la cabeza es minusvalorarla”

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