Esmeralda de Bélgica, una princesa contra el racismo

Hay capítulos difíciles de cerrar. En la Historia de Bélgica, el de su pasado colonial es uno de ellos. En el último tercio del siglo XIX, cuando Europa se repartió África, este pequeño país hizo suyo el Congo, esquilmando sus recursos y esclavizando a su pueblo. Se habla de un genocidio ignorado; la población quedó reducida a la mitad. Con el #BlackLivesMatter, algunas voces han señalado la responsabilidad de quien era monarca, Leopoldo II. Entre ellas su descendiente, la princesa Esmeralda, que ha sido nieta e hija de reyes, hermana de otros dos y tiene por sobrino al actual.

Como símbolo de esta reclamación ha quedado la estatua ecuestre de Leopoldo II en Bruselas, cubierta con pintura roja y la pintada “asesino en serie”. Esmeralda se muestra favorable a la retirada de estos monumentos, cree que Felipe I debería pedir perdón al Congo y llama a la desobediencia civil. “Es importante recordar que las protestas son el último recurso cuando se ha intentado todo”, ha tuiteado. Sabe de lo que habla: el año pasado la arrestaron con Jane Fonda en Londres –la ciudad en la que vive con su marido y dos hijos–, cuando reclamaban que los gobiernos actuaran frente el cambio climático.

Autora de varios libros y periodista de profesión, en una carta abierta en el diario financiero L’Echo pedía que el debate sobre las estatuas “no debería distraernos de lo esencial: hay que abordar la discriminación en nuestras instituciones y sectores de la sociedad para que se trate a todos con respeto y justicia”. Quizá este capítulo de la Historia ha encontrado quien lo escriba.