Buenas noticias, por Lourdes Garzón

Seguramente, el adjetivo más repetido en los artículos que comentan la elección de Kamala Harris como candidata a la vicepresidencia de EE.UU . sea “histórico”. Lo es por muchas razones: su origen, su brillante carrera como exfiscal general del Estado de California y senadora. Y, sobre todo, por la convicción de Joe Biden de que una mujer tenía que ser el complemento imprescindible a una campaña que pretende desalojar de la Casa Blanca a un Donald Trump que, en su más puro estilo, ya la ha reducido a tres adjetivos:¨Mala, radical y desagradable”.

“Lo hace para ganar más votos”, resuelve mi hija adolescente cuando se lo cuento. Y sí, ese argumento me parece esencialmente la buena noticia. Lo verdaderamente histórico del asunto. Que un candidato demócrata un tanto gris de 78 años considere que, sin una mujer brillante al lado, no tiene mucho que hacer frente al peor presidente de los EE.UU. En este verano surrealista, la posibilidades de Joe Biden no son ni más ni menos inciertas que el éxito de alguna de las vacunas contra el Covid, o el destino, en el más amplio sentido, del Rey Emérito , por decir algo. Disfrutemos, mientras dure, de este momento esperanzador.

Y en este verano surrealista donde hasta lo conocido resulta algo inquietante, porque nos comemos los berberechos al vapor de todos los años con el gel acechando, veo a María Jiménez cantando en un concierto en silla de ruedas. Sí, la nostalgia es un refugio, pero María, además, es una diosa. A su manera, la mejor manera. No tengo espacio suficiente para hablar de su origen más que humilde, del hambre que reconoce con orgullo haber vencido, de una carrera que se sobrepuso a la muerte de una hija y a muchos accidentes vitales. De su grandísimo talento. La entrevisté una vez en su casa de Roche y, como todas las buenas entrevistas, fue divertidísima y provocadora. María ha pasado muchos meses en la UVI y ahora, una vez más, se ha levantado para cantar. “Señores –ha dicho–, espero que lo paséis estupendamente. Esto es como si fuera mi cumpleaños”. Celebremos las buenas noticias. Todas y cada una, grandes y pequeñas. Porque como dice John le Carré, que también me acompaña este verano tan proclive a las conspiraciones, el futuro no significa nada hasta que nos alcanza.