Mariana Mazzucato es la economista más influyente a nivel global en este momento: sus ideas influyen ya en los gobiernos europeos, incluido el español. /
Los tiempos están cambiando en el terreno de la economía global y algunas mujeres con poder tienen la llave de este cambio. Una de ellas puede ser Janet Yellen, la economista más prestigiosa de Estados Unidos, nombrada Secretaria del Tesoro en la Administración de Joe Biden que desembarca en enero en la Casa Blanca. La otra no tiene cargo institucional, pero sus ideas orientan hoy los programas económicos para la recuperación europea. Se trata de Mariana Mazzucato (Roma, 1968), economista estrella del continente europeo, profesora del University College de Londres y asesora de poderosos de todo signo, de Bill Gates o el Papa Francisco a Alexandria Ocasio-Cortez .
Ha escrito dos libros que se han traducido en España: 'El valor de las cosas' y 'El Estado emprendedor'. Y es popular por romper algunos cliches de la economía, por ejemplo que la innovación surge de un grupo de genios (siempre hombres) que trabajan denodadamente en un garaje. En realidad, se trata de un esfuerzo colectivo entre lo público y lo privado.
La prensa económica internacional la considera "peligrosa" por dos razones: sus ideas son influyentes al más alto nivel político y abogan por un cambio de rumbo para el sistema de mercado globalizado. Mariana Mazzucato propone resituar al sector público de los estados en un actor central en la innovación y la inversión, un papel que ya ejercen pero muchas veces sin obtener réditos de sus descubrimientos. Un ejemplo clarísimo: aunque es Apple la que rentabiliza las ventas del iPhone, la tecnología que lo hace inteligente, de internet a la pantalla táctil, fue descubierta en universidades públicas y con dinero procedente de impuestos.
Mazzucato propone, 'grosso modo', restar poder a lo financiero y lo especulativo, diagnosticado como el origen de la desigualdad global, mediante este contrapeso de la inversión pública. Y, además, considerar las actividades según su potencial para crear valor: observar cómo tareas que tienen mucho valor (las domésticas, por ejemplo) se hacen gratis o a muy bajo precio, mientras que otras que no crean valor (las de los intermediarios financieros, por ejemplo) están remuneradas, y de manera considerable. Su conclusión está clara: que el capital público se ponga al servicio de actividades que creen valor y se convierta en impulsor de la economía.
"El error es socializar los riesgos y privatizar las recompensas", ha explicado en distintas entrevistas Mariana Mazzucato, quien además propone un giro radical a la hora de considerar el Producto Interior Bruto de los países. Explica que es inherentemente injusto, pues solo tiene en cuenta aquello que participa en los mercados (de nuevo, el trabajo doméstico queda fuera) y encubre la desigualdad que no deja de crecer en los países ricos (el PIB aumenta cada año, pero esa riqueza se reparte entre cada vez menos personas).
Algunos países ya están reformando esta métrica. En Gales, los proyectos financiados con dinero público son evaluados por el Comisionado para las Futuras Generaciones, que calcula el impacto que pueden tener para la ciudadanía que aún no ha nacido. En Nueva Zelanda, el gobierno de Jacinda Ardern aprobó en 2019 un presupuesto basado en el bienestar de la ciudadanía y calcula el Indicador Genuino de Progreso, que indica separadamente los costes medioambientales y sociales y los beneficios de la actividad económica, de forma que se puedan incluir el trabajo doméstico y voluntario y ajustar los índices de desigualdad.
Los gobiernos sudafricano, noruego, italiano, escocés y español parecen dispuestos a seguir las recetas económicas de Mariana Mazzucato. De hecho, parece que inspirarán la oficina que va a coordinar la gestión de los fondos del rescate europeo y que nutrirán el impulso innovador a empresas del ámbito de la economía innovadora y sostenible. El objetivo es claro: lograr en España (e, idealmente, en los países del sur de Europa) una inversión en I+D equivalente a la de Alemania. En otras palabras, poner en práctica la misma receta que los países ricos en vez de seguir sus (interesadas) instrucciones. Mazzucato preside, además, el Consejo de Economía para la Salud de Todos de la Organización Mundial de la Salud, que reúne a economistas y expertos en salud, para que el bienestar de todos se ponga en el centro de la actividad económica. Sin duda, de él también pueden salir ideas (de negocio) con mucho valor. Valiosas para la vida.