"Tengo un instinto natural de afecto hacia Irene", confiesa Julia Navarro. Sin ella –una de las mejores actrices de su generación, heredera de todo el talento de su familia, los Gutiérrez Caba–, la escritora no habría permitido que uno de sus hijos más queridos, la novela Dime quién soy (Plaza y Janés, 2010), se convirtiera en una serie de televisión. Solo dio luz verde cuando Irene Escolar firmó como Amelia Garayoa, protagonista absoluta de esta historia que recorre el siglo XX y sus escenarios principales (desde la Segunda República española hasta la caída del Muro de Berlín), a través de las peripecias de una mujer que lo deja todo para perseguir sus ideales. Hoy, tanto la escritora como la actriz parecen satisfechas: tras un rodaje de ocho meses, que terminó justo antes del estallido de la pandemia, Dime quién soy se estrena en Movistar+.
Julia Navarro. ¡Es que yo no quería que se hiciera! Sé que los autores no siempre reconocen su obra cuando se adapta, que deja de ser tuya para que la reinterpreten otros. Me convenció José Manuel Lorenzo, el productor, un enamorado de la novela y que en este proyecto ha sido de todo, desde codirector hasta coach de todos nosotros. Tuve muchos desacuerdos con los primeros guiones... Hasta que llegó Eduard Cortés, un director que ha sido capital en este camino.
Irene Escolar. No es fácil adaptar una novela, y menos esta, en la que ocurren muchas cosas, con una estructura difícil de trasladar, y que necesita un valor de producción alto.
I.E. ¡Me encanta! Cada capítulo es un país y tiene un color distinto. Rodamos cuatro meses en Budapest, uno de los pocos lugares en Europa donde aún se pueden recrear escenarios de los años 40 y 50.
julia navarro
J.N. Sigo a Irene desde hace años y sabía que tenía dos cosas imprescindibles: es una actriz de muchos registros, algo necesario para un personaje tan poliédrico, que va de la adolescencia a la vejez en la serie. Y luego, que cuando yo escribía la novela... me la imaginaba así. La gente cree que éramos amigas, pero fue una decisión de lo más objetiva.
I.E. Nos conocimos hace cuatro años, en unos premios. Julia me dijo que me veía como Amelia y que me mandaría la novela. Qué bonito, pensé, que alguien te tenga así en mente. Un año después me llamaron para la serie. Y yo estaba esperando la oportunidad de volver a la televisión con algo que fuera un reto, un personaje al que pudiera darle algo de todo lo que he aprendido en este tiempo.
J.N. Quedamos a tomar un café, porque vivimos cerca; vino con papel y lápiz y me preguntó: “¿Cómo es Amelia?”. Luego todo el proceso ya fue suyo. No he aparecido por el rodaje, mi confianza en ella era absoluta.
I.E. Sentí mucho orgullo por esa confianza. Y también responsabilidad. Porque, como Julia me hizo entender, tiene lectores muy fieles, para los que Amelia es muy importante, y no queríamos decepcionarlos.
J.N. Me mandaban los guiones y yo era un poco burra. “¡Esto no!”, les decía, y entonces me contaban que justamente Irene había dicho que esa frase no la decía, y que tenían la esperanza de que yo la aprobara para convencerla. Me hacía gracia comprobar que coincidíamos.
I.E. Una mujer llena contradicciones; imperfecta, que es lo que más me atraía, que rompe con lo que le han enseñado para perseguir su deseo real. Yo creo que eso es muy valiente.
J.N. Y fíjate que no era tan extraño en la Segunda República, cuando empieza Dime quién soy. Muchas mujeres decidieron luchar, o no casarse... y pagaron un precio muy alto. El problema es que la historia de las mujeres está por escribir; siempre hemos sido una nota a pie de página en los libros.
irene escolar
I.E. Tengo un recuerdo mágico. Presenté Dime quién soy y, con Bárbara Lennie, Hermanas, para HBO. Tras el confinamiento, fue un rayo de luz de felicidad.
J.N. Yo estaba de los nervios, porque estrenar algo es como botar un barco: no sabes si está bien construido hasta que lo lanzas a la mar. Di un suspiro de alivio cuando me llegó que había gustado y que Irene estaba que se salía.
J.N. Durante este tiempo, la cultura ha sido un bálsamo, y eso ha sido muy bonito. El problema, y en eso me gustaría ser francesa, es que nunca está en la agenda de los políticos. Para ellos, la cultura es ir a la gala de los Goya y hacerse una foto con los actores famosos que más les gustan.
I.E. Estoy empezando un proyecto en Bélgica, y es todo tan diferente allí... La cultura se considera algo prioritario. En España, el público es genial, muy agradecido, pero los poderes políticos le ponen freno a todo. Julia y yo hemos hablado mucho de lo que supone estar de promoción en tiempos de pandemia, y queremos tener mucho cuidado con la frivolidad. Pero a mí, en el confinamiento, me ayudaron los libros y las películas, todo lo que hace que nuestra alma, que es un órgano nuestro, esté un poquito más llena y más acompañada. Y ojalá esta serie haga lo mismo por otras personas.
I.E. Me aterrorizan las palabras éxito y fracaso. Yo hago mi trabajo lo mejor que sé. Acabo de rodar una película, Competencia oficial; estoy ensayando una obra de teatro, Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach. Y lo que me hace feliz es eso, una sala de ensayo, un rodaje. Lo demás es algo que no puedes controlar, y que tiene que ver con la opinión de los demás. Yo me siento afortunada: el éxito es poder seguir trabajando en lo que me gusta.
J.N. Estoy vacunada contra la palabra éxito. He ejercido muchos años como periodista, y eso te hace ver lo estúpido que es creerse alguien. Me río mucho de los políticos que levitan, porque veo que no son conscientes de lo efímero que es lo que están viviendo. Como Irene, me siento afortunada, porque escribo, por el inmenso afecto de mis lectores. Y soy consciente de que esa conexión puede romperse. Pero si pienso en mi vida, me digo sobre todo: “Qué suerte tengo, que siempre he hecho lo que me ha gustado”.
20 de enero-18 de febrero
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