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“Solo os quedan cinco minutos de entrevista”, avisa el asistente de prensa de Melody Gardot (Nueva Jersey, 1985). La incontenible cantante y pianista, que se sobrepuso a ser atropellada a los 19 años y es desde 2008 una de las grandes divas del jazz, lleva media hora hablando y, sin embargo, quedan muchas preguntas en el aire. Dudo entre un recuerdo a su adorada Juliette Gréco, fallecida el pasado septiembre; el intercambio de dietas macrobióticas con Sting –junto al que canta en su nuevo disco, Sunset in the blue–; o cuántas veces se ha enamorado una mujer tan pasional, intensa y vitalista. “¡Espera, espera! Soy capaz de mucho en cinco minutos”, exclama en perfecto castellano.
Melody Gardot. No todo fue por un hombre. También quería entender bien a Neruda. Esa fue mi motivación principal. Luego supe que quería cantar La llorona sintiéndola de verdad.
El título de una canción y el del disco. Si quieres me invento una historia para que la entrevista sea más interesante...
Una tarde me puse unas gafas con cristales azules, miré hacia el sol y todo a mi alrededor se volvió de ese color. No, en serio, hay referencias al final del periodo azul de Picasso, una melancolía que tiene mucho que ver con lo que estamos viviendo ahora.
No tengo ni idea de lo que deparará el futuro. Si lo supiera te diría a qué número de la lotería apostar, te lo prometo.
Me puse a cantar sin estudiar, surgió de forma natural. De todo lo que hago, es lo que menos me cuesta. Será porque es lo que más divierte. Lo que me falta de voz creo que lo suplo con emoción, lo que requiere un compromiso personal importante.
Hay canciones que ya no puedo cantar, como Once I was loved. La compuse en un momento difícil, tras la pérdida de una persona muy querida. Cuando la grabé, en la segunda toma me rompí y fui incapaz de terminarla.
No hay palabras suficientes en los idiomas que conozco para expresar lo que le debo. Para mí fue como una madre, una mentora y un mito. No sabría ni por dónde empezar para hacerle justicia... Soy lo que soy gracias a ella.
Hablamos de música. Sin lugar a dudas, es de lo que más hambre tenemos. La música nos da de comer, pero para nosotros es más importante que la propia comida. Por cierto, ¿puedo hacerte yo una pregunta? ¿Han estado los restaurantes abiertos en España?
¿Y dónde tú vives?
Ah, menos mal. ¡No podría vivir sin comer fuera!
Fue duro, claro, porque actuar sobre un escenario es lo que me mantiene viva, pero la seguridad de todos es más importante. Cuando sufrí el accidente, me pasé atrapada en mi cuerpo durante mucho tiempo; es una experiencia que no se olvida, pero que también te ayuda a entender qué es lo verdaderamente importante.
Quería lanzar un mensaje, el de que, a pesar de la distancia y la falta de trabajo, la familia de artistas estamos unidos y nos vamos a apoyar. A diferencia del mundo del pop, en el que las canciones se componen y graban en habitaciones, la gente que hacemos jazz o clásica necesitamos estar juntos para crear, hace falta esa conexión del contacto directo. Es lo que más añoro y espero que lo recuperemos pronto.