"Debes perturbar la paz cuando no puedes vivir en paz”, dice Jennifer Hudson en Respect , el biopic sobre Aretha Franklin que ejerce una las relecturas de las biografías femeninas que ahora dominan la industria del cine. La oferta cinematográfica perturba esa paz reivindicando la figura de grandes divas de la música como Billie Holiday, Tina Turner y Ma Rainey al incidir en sus carreras, conflictos y activismo e intentar no abusar de los excesos narrativos y el sentimentalismo que ha marcado a cintas anteriores. “No es que no exista interés y necesidad de contar las historias de mujeres que han marcado generaciones o han roto barreras. Especialmente para la comunidad afroamericana, es importante que existan estas historias llevadas a la gran pantalla con una cierta calidad narrativa de producción, y tratando también de no caer en el sensacionalismo si la vida de estas tuvo episodios problemáticos de cualquier tipo. Pero si no hay un mínimo de consentimiento y participación de las partes implicadas, una buena documentación y un buen guión que exponga lo importante y tenga un mensaje que dar, es difícil que estas se lleven a cabo o que lo hagan con éxito”, señala Marta Clarissó Garcia, historiadora del arte especializada en historia de la música.
Precisamente en las sombras es donde ahonda David Ritz en Aretha Franklin: apología y martirología de la reina del soul (Libros del Kultrum), una biografía desautorizada que la propia artista tildó de “basurilla inmunda”. La película Respect, interpretada por deseo de Franklin por Jennifer Hudson, ganadora del Óscar por Dreamgirls, se recrea en su activismo feminista y antirracista sin olvidar, por supuesto, su tormentosa vida personal. La complicada andadura sentimental de Tina Turner, que se encargó de dar voz al maltrato y los abusos de los que fue víctima, marcan el documental Tina. Que ella misma se atreviera a visibilizar el maltrato hizo que, en cada entrevista, este se convirtiera en el protagonista, eclipsando de algún modo su carrera musical. “Para mí, el problema es que los biopics sobre artistas masculinos subrayan siempre y por encima de todo su gran talento e impacto en la música, a pesar de que hayan podido ser maltratadores o adictos. Las mujeres, en cambio, siempre son los juguetes rotos que sucumben a la presión y a la toxicidad de sus relaciones, porque son débiles y no están a la altura. No quiero ver una película sobre Whitney [Houston] en la que constantemente esté pendiente de Bobby Brown. Quiero ver un relato que ponga en alza sus mil logros y su descomunal talento, no una mujer subordinada”, explica Clarissó.
Adriana Fernández Llaneza, productora musical, comparte esa idea: “Si bien es cierto que las historias de artistas afroamericanos han tenido y siguen teniendo un interés televisivo, cuesta más verlas en el cine y con producciones que estén a la altura del personaje, que no solo cuenten bien su trayectoria, sino que sean amenas y tengan atractivo para el espectador. En ambos casos, las producciones decentes que me vienen a la cabeza son en su mayoría de solistas y grupos masculinos –reconoce–. Los logros del feminismo y la lucha antirracista consiguen concienciar, que se normalicen estos biopics y que la invisibilización acabe por desaparecer”, asegura la productora. “Sin embargo, la importancia de artistas como las que hemos mencionado no deriva de esta lucha, sino que quizá la precede. El blues y el jazz, géneros ligados a la cultura musical de Estados Unidos, han sido siempre subversivos”, puntualiza la cantante Myriam Swanson.
La película Los Estados Unidos contra Billie Holiday, tomada desde una perspectiva más racial, se esfuerza en subrayar el papel de la cantante como líder de los derechos civiles y quiere funcionar como un arma de concienciación. Por más que la historia de la reina del jazz estuviera marcada por las drogas, su director, Lee Daniels, ha luchado por no perfilar a Holiday únicamente como una figura trágica y por reforzar los relatos de la historia negra empleando la guerra narrativa para realmente erradicar la opresión y desmantelar el sistema. “El público necesita que estas historias sean contadas desde una perspectiva que ni blanquee a sus protagonistas ni use intermediarios caucásicos para que el público blanco se sienta identificado. Las mujeres afroamericanas necesitan más referentes que las representen con dignidad y respeto, tanto si son historias de divas que inspiran como si son historias de mujeres que se pasaron su vida luchando contra demonios, barreras raciales y de género u otros problemas”, comenta Clarissó. “Para mí, un paso adelante sería apoyar estos movimientos porque nos sentimos cerca aunque no seamos protagonistas”, declara Myriam Swanson.
Denzel Washington, en su faceta de productor, continúa luchando por avivar el relato de la negritud en Estados Unidos con La madre del blues, en la que Ma Rainey es interpretada por Viola Davis, actriz que siempre ha denunciado que las historias de Hollywood sobre gente negra han estado marcadas por un sesgo pernicioso. “No siempre se hacen las cosas bien y cuestiones como el whitewashing y el colorism surgen como formas subyacentes y no tan evidentes de racismo, pero igual de problemáticas”, explica Fernández Llaneza. “Está claro que los biopics y documentales que ahora priman no eran prioridad para los productores blancos de mediana edad, que hasta ahora se habían olvidado de ellos. Por eso es importante que el mundo audiovisual cada vez subvierta más esa tendencia de arrinconarlos en una esquina”, opina la productora. Aretha Franklin aseguraba que “tratar de crecer es doloroso. Cometes errores. Intentas aprender de ellos, y cuando no lo haces, duele aún más”. Afortunadamente, la industria del cine está decidida a crecer, a aprender de sus errores y de confesar que el verdadero dolor es el silencio y la invisibilización.
20 de enero-18 de febrero
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