actualidad

Todo por la causa. Mucho más que caras bonitas, ellas son verdaderos modelos de conducta

Podrían haberse conformado con la fama de las pasarelas y las campañas publicitarias multimillonarias. Sin embargo, algunas de las tops internacionales más relevantes del panorama actual han aprovechado su fama para convertirse en las voces que el activismo social necesitaba.

Doutzen Kroes en una imagen de la campaña #KnotOnMyPlanet, que protagonizó para apoyar a la fundación Elephant Crisis Fund. / D.R.

ÁLVARO FERNÁNDEZ-ESPINA

La radiografía histórica que podemos hacer de una época es increíblemente precisa con solo mirar a las modelos que la protagonizaron. En los años 60, por ejemplo, Twiggy personificó como nadie el espíritu del terremoto juvenil y las ansias de libertad. Más tarde, a principios de los 90, nada decía “al diablo con la recesión” como una glamazona que no se levantaba de la cama por menos de 10.000 dólares –cita acuñada por una Linda Evangelista en estado de gracia–. En las siguientes dos décadas, Kate Moss se aupó al olimpo de las tops representando no solo una apariencia de niña abandonada, sino una actitud de esfinge misteriosa, adoptando su popular lema: “Nunca te quejes, nunca expliques”.

Hoy, sin embargo, en pleno apogeo de la generación de las redes sociales, algo nuevo se está cociendo. Inmersos como estamos en la era de la protesta y el feminismo de la cuarta ola, para ejercer como modelo profesional (y gozar de un estatus acomodado y lucrativo) ya no es suficiente saber desfilar por una pasarela de forma anónima (por mucha sonrisa de un millón de dolares que esgriman en sus stories de Instagram): el silencio comienza a verse seriamente desfasado. Lo candente en la profesión no es una mirada, sino un punto de vista. Es tener voz y no tener miedo de alzarla. Son charlas TED y cartas abiertas. Se trata de publicar en redes sociales imágenes de marchas de protesta y alentar debates sobre la interseccionalidad, hacer campaña para organizaciones benéficas y fundar ONG.

Alentadas por esta prerrogativa, la nueva generación de modelos milénicas han sabido hacerse imprescindibles en los desfiles internacionales de las firmas más potentes y ponerle rostro a las campañas publicitarias mejor pagadas, al tiempo que utilizan esa poderosa plataforma de influencia en favor de causas que necesitan defensa y a menudo son casi invisibles. Ahora, hablar puede suponer incluso el espaldarazo definitivo a una carrera.

Mujeres con una misión

Sin embargo, esta no es la primera vez que las modelos deciden posicionarse: en los años 90, Naomi Campbell y Cindy Crawford declararon que preferían ir desnudas antes que usar pieles, pero en aquel entonces únicamente un puñado de modelos hablaron, y solo amparadas en la fama que habían alcanzado. De esta misma hornada de supermodelos, destacan dos que han convertido el activismo en el centro de sus carreras. Para Christy Turlington, todo dio un problema que se podría evitar en el 98% de los casos.

En el caso de Amber Valletta, con quien Turlington ha compartido horas de pasarelas y sesiones fotográficas, su vocación se la inculcó su madre, ecologista y activista por la defensa de los menos favorecidos. Algo que la norteamericana ha traducido en una sólida y enérgica inquietud por la lucha en favor de la sostenibilidad, dando charlas sobre el cambio climático y aprovechando sinergias dentro de su profesión para participar en proyectos de moda sostenible con firmas como H&M o Karl Lagerfeld.

Lo candente hoy en la profesión de modelo no es poseer una mirada, sino expresar un punto de vista. Es tener voz y no tener miedo de alzarla

Tras ser detenida en noviembre de 2019 junto a Jane Fonda por manifestarse contra el cambio climático frente al Capitolio de Washington, la modelo ha querido recalcar la importancia de implicar a la industria de la moda en esta lucha para que juegue un papel crucial. “Es necesario educar a los consumidores sobre la sostenibilidad. La moda tiene la oportunidad de ser un agente de cambio”, asegura. Casi una década antes de que el fenómeno alcanzara una magnitud trascendental, Valletta tuvo muy clara la necesidad de tomar partido por una causa haciendo uso de su popularidad: “La fama es una gran responsabilidad y actuar como un amplificador de esos problemas de los que la gente necesita ser consciente merece la pena”, asegura.

En una cruzada similar se embarcó en 2016 Doutzen Kroes, al convertirse en embajadora de la Fundación Elephant Crisis, una organización que protege la conservación de los elefantes y para la que la modelo captó a marcas como la joyera Tiffany & Co. para crear vuelco en 2003, cuando sufrió complicaciones en el parto de su primera hija, lo que le hizo darse cuenta de la fragilidad y la indefensión a la que se enfrentan muchas embarazadas en el mundo.

Después de dos años rodando e investigando, la modelo presentó en el Festival de cine de Tribeca el documental No woman, no cry, centrado en las historias de diferentes mujeres de Tanzania, Florida, Guatemala y Bangladesh, y que coincidió con la creación de la Fundación Every Mother Counts, cuyo propósito es concienciar y ayudar a prevenir las complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto. Así, Turlington, que participa activamente en conferencias, viajes y maratones solidarios, arroja una valiosa luz sobre colecciones con fines benéficos y celebrar galas recaudatorias. “Es fundamental que recurramos a nuestra repercusión como figuras influyentes para devolverle algo bueno al mundo –dice Kroes–. Esto podría ser un gran ejemplo para demostrar lo poderosos que somos en la industria de la moda”.

A ese mismo poder han recurrido sus colegas más jóvenes para señalar asuntos de actualidad candente, como política, diversidad o representatividad de los cánones corporales. Entre ellas Halima Aden quien, tras pasar su infancia en un campo de refugiados en Kenia y ser en la primera modelo en protagonizar una portada de Vogue luciendo hiyab, viaja por el mundo como portavoz de Unicef para recaudar fondos y concienciar sobre la crisis mundial de refugiados. O la británica Adwoa Aboah, a la que hemos conocido gracias a las campañas publicitarias que ha hecho para Revlon, Versace, Chanel o Miu Miu, y que se decidió a crear en 2015 la organización Gurls Talk, un refugio seguro para que las niñas discutan temas relacionados con la salud mental, la identidad sexual o la raza. Todas ellas son ejemplo de cómo dar la cara por una buena causa.