"Es una sensación liberadora. Te libras de algo que nunca supiste que te molestaba. Como cuando hay un ruido de fondo y, de pronto, cesa y piensas: “¡Qué descanso!”. Pues lo mismo, pero con tu propio peso”. Samantha Cristoforetti no puede evitar emocionarse ante la cámara de su ordenador cuando recuerda la sensación que solo unos pocos elegidos han experimentado alguna vez: la ingravidez. La italiana es la única mujer astronauta en activo de la Agencia Espacial Europea y la tercera ciudadana europea que viaja al espacio en la historia. Los recuerdos de los seis meses que pasó en la Estación Espacial Internacional en 2014 siguen brotando y, a ratos, se tornan filosóficos. “En el espacio experimentas una sensación de admiración porque tienes un punto de vista diferente. La velocidad a la que viajas desde la Tierra también te proporciona ese sentimiento. Por un lado, están las impresiones visuales, poder abrazar el planeta. Por otro, las imágenes abstractas sobre lo que eso significa respecto a ti, un simple ser humano. Sentir esas cosas te hace consciente de estar viviendo una experiencia única y descomunal. A veces, resulta difícil ser feliz cuando no estás allí...”, dice esbozando una sonrisa melancólica en una entrevista por Zoom desde su casa en Alemania. Cristoforetti ha sido una de las estrellas de Santander WomenNOW, el congreso de mujeres organizado por Vocento.
Nacida en 1977, creció en Malè, un pequeño pueblo de la provincia de Trento. “De niña, siempre estaba al aire libre, buscando aventuras en el bosque, con mis pequeños secretos lejos de la supervisión adulta... Y eso despierta tu curiosidad por la exploración. También me ayudó a desarrollar confianza en los seres humanos. Recuerdo pedir ayuda a cualquier extraño. Ahora que soy madre, pienso: “¡Vaya loca!”. Pero tuve suerte y me encontré con personas amables y buenas. Eso refuerza tu confianza, tanto en ti y tus capacidades, como en los demás y en la ayuda que puedes recibir de otros”.
Poco a poco, esa curiosidad fue cristalizando en una vocación tan temprana como inquebrantable. “No fue una revelación, sino una idea que fue sedimentando durante mi infancia. Y llegó un momento en el que quería ser astronauta. Vivir en un pueblo donde el cielo nocturno estaba muy presente y había poca contaminación lumínica, te lleva a maravillarte con el espacio y a fantasear. Además, me encantaban los libros de aventuras, la ciencia ficción y tuve profesores maravillosos que me hablaron de astronomía. Empecé a soñar con viajar al espacio mucho antes de entender lo que eso implicaba. Luego, entendí que no bastaba con desearlo, pero también que yo tenía un interés real, buenas capacidades y que podía intentarlo”, recuerda.
Con el objetivo en el horizonte, fue construyendo el currículum perfecto. Primero, estudió Ingeniería Mecánica en la Universidad de Múnich y se especializó en propulsión aeroespacial y estructuras ligeras. Después, escribió su tesis sobre combustibles sólidos para cohetes, durante una estancia en la universidad Mendeleev de Moscú. Y cuando la fuerza aérea italiana abrió sus puertas a las mujeres, se alistó para formarse como piloto de caza y alcanzó el grado de capitana tras acumular más de 500 horas de vuelo. Todo eso, mientras completaba una diplomatura en Ciencias Aeronáuticas por la Universidad de Nápoles. Los idiomas tampoco se le daban mal. Además de italiano, domina el inglés, el alemán, el francés y el ruso. Y ahora está estudiando chino. En 2009, materializó su sueño al ser seleccionada entre más de 8.000 candidatos para entrar a formar parte del equipo de astronautas de la Agencia Espacial Europea.
Solo cinco años después, pasaba a la historia al convertirse en la mujer que más tiempo había pasado lejos de la Tierra tras residir durante 200 días en la Estación Espacial Internacional como miembro de la misión Futura. (En 2019 la astronauta de la NASA Christina Koch le arrebató la marca). “Psicológicamente, no fue una experiencia difícil. He tenido periodos más complicados en la Tierra. De hecho, en la Estación Espacial estaba feliz la mayor parte del tiempo: me lo pasé bien, me llevaba genial con mis compañeros y terminaba cada día con la sensación de haber hecho bien mi trabajo. Esta vez, con niños en casa, puede que sea diferente. Es difícil saber cómo me sentiré...”, explica. Se refiere a su próxima misión: volverá al espacio la primavera que viene y asumirá el mando de la Estación Espacial Internacional, con lo que se convertirá en la primera mujer comandante: “Agradezco enormemente mi nombramiento y espero aprovechar la experiencia adquirida en el espacio y en tierra para liderar a un equipo muy capaz en órbita”, asegura.
Ella ya se está preparando. “Hay muchos sistemas y protocolos que han cambiado y me tengo que poner al día. Además, ahora tenemos vehículos diferentes y necesito entrenar. Será una rotación de unos seis meses, similar a la que hice en 2014. Cuando llegas a la Estación continúas con el trabajo que hacen otros astronautas y cuando te vas, pasas el testigo. También tendré que hacer diferentes experimentos”. En algunos de ellos, los que estudian la fisiología humana en el espacio, ella será el conejillo de indias.
Convertida en una celebridad (Mattel diseñó una Barbie inspirada en ella para animar a las niñas a soñar con la exploración espacial) desde su regreso ha trabajado en el Centro de Astronautas de la ESA, ha participado en proyectos como Gateway, “una estación espacial de tamaño pequeño que orbitará alrededor de la Luna”, y pasó 10 días en Aquarius, el único laboratorio de investigación submarino del mundo, en una misión de exploración organizada por la NASA.
Pero todavía le queda un sueño por cumplir. En realidad, es la fantasía de cualquier astronauta. “Creo que viajar a la órbita de la Luna será posible para mi generación, pero ir a la superficie... Puede que eso esté reservado para los astronautas más jóvenes. Si ocurre, me haría muy feliz; si no, no pasa nada. Llega un momento en el que hay estar contento con lo que tienes en la vida. No voy a luchar para arrebatarle esa experiencia a alguien más joven. Ya veremos qué pasa”.
Aunque la NASA ya ha anunciado su regreso a la Luna para 2024, la Agencia Espacial Europea todavía no ha definido un calendario sobre las misiones tripuladas al satélite. Pese a todo, acaba de cerrar la primera convocatoria en una década para incorporar astronautas. Y buscan, sobre todo, mujeres. “Queremos una plantilla más diversa, que yo sea la única no es normal. En 2009, solo recibimos un 15% de solicitudes femeninas. Creemos que hay un efecto de autoexclusión, que las mujeres, más que los hombres, se descartan o piensan: “¿Para qué me voy a presentar si no me van a coger?”. Quizá no confían en sí mismas o temen algún tipo de discriminación. Hay que combatir esa idea”.
Por eso, su mensaje a las aspirantes es claro: “Si tienes las condiciones necesarias y te motiva viajar al espacio, deja que nosotros juzguemos si puedes hacerlo. Si crees que estás en el punto adecuado de tu carrera, hazlo. Si estás dudando, hazlo también. Porque quizá no tengas otra oportunidad. Obviamente, es un proceso increíblemente competitivo”. La recompensa también es muy alta. Quizá, pisar la Luna. Pero esa solo sería la primera escala. Cristoforetti defiende que la especie humana debería ser multiplanetaria. “Aunque es una visión a largo plazo, creo que una de las metas de la humanidad será la supervivencia de la especie. No es muy probable que un asteroide nos alcance en el próximo siglo, pero tampoco es imposible. Y si piensas en milenios o decenas de miles de años, cada vez es más probable. Antes o después, ocurrirá. Empezar a pensar en que la especie humana tendrá que llegar a otros lugares hará que tengamos mejores opciones de sobrevivir”. Palabra de astronauta.
20 de enero-18 de febrero
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