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Alondra De la Parra, directora de orquesta, "Quiero lo que un ser humano puede darme con sus manos, con su imaginación, con su aliento"

Conectada con el presente y la realidad, para los planes de la directora mexicana una orquesta sinfónica se queda pequeña. Bajo su batuta, quiere hacer popular la música clásica y, de paso, cambiar el mundo.

Alondra lleva vestido de ACYB by Samuel Acebey, y pendientes y anillo de Suma Cruz. Set de telas, de Linos de la Alhambra. / Olga MORENO

Manu Piñon
Manu Piñon

Siendo una niña, Alondra de la Parra (Nueva York, 1980) encontró una batuta en el escritorio del marido de su madre. No era una varita, pero la directora sintió algo mágico y despertó una vocación. Con tan solo 23 años, fundó la Orquesta Filarmónica de las Américas, un empeño personal por reivindicar y poner en valor a compositores y músicos del continente. Fue también el inicio de una carrera fulgurante que la ha llevado a los auditorios más prestigiosos del mundo. Promotora de un cambio de paradigma cultural y social, dio forma en remoto a su última iniciativa, La Orquesta Imposible: una orquesta en remoto que recauda fondos para aliviar la situación de mujeres y niños golpeados por la violencia y los efectos de la pandemia .

Mujerhoy. La música le viene de familia: su abuela tenía un dúo, Rubia y Morena.

ALONDRA DE LA PARRA. Mi abuela era la morena, Yolanda Vargas Dulché, y su hermana Elba, la rubia. Entre los años 20 y 30 cantaban en una emisora de radio y así se ganaban la vida. El pianista era Agustín Lara y hacían canciones latinoamericanas del momento: rancheras, corridos, boleros...

De usted se destaca que ha incorporado el folclore latinoamericano a la música clásica.

La música clásica, o más bien la sinfónica, siempre surgió de lo popular, era lo que cantaba la gente en las calles y las casas. Ahora a Schubert lo escuchamos en un auditorio, en silencio, pero su lieder era festivo y popular. Igual con Mozart, que cogía marchas turcas y alemanas. Mahler lo llevó al extremo: incorporó a sus sinfonías canciones que todo el mundo conocía, algo que produjo mucho impacto. La música de la calle siempre ha sido la semilla de la sinfónica. Es una constante que yo solo he continuado.

¿Y por qué la clásica no se ve como popular?

Desde hace más de 100 años, nos han hecho creer que esta música era para una élite. Esa actitud absurda y negativa coincide con el desarrollo tecnológico, con la aparición de la amplificación, la batería o la guitarra eléctrica. Con estos soportes, un músico podía actuar delante de miles de personas, lo que antes se hacía en casas o aforos reducidos. Eso provocó una reacción de repliegue y sacralización de la élite de la clásica. Ambos polos ya llegaron a su límite: ni alejarse de la gente, ni tampoco explotar las súper capacidades del hombre con la ayuda de la tecnología. Estamos a punto de hartarnos de que todo suene muy fuerte, alterado por máquinas para que sea perfecto. Yo lo que quiero es lo que un ser humano puede darme con sus manos, con su imaginación, con su aliento. Si eso lo multiplicas juntando a 100 seres humanos tocando juntos, compartiendo un momento que se desvanece, la gente joven sabrá que es valioso.

Hace algunos años, la directora Marin Alsop dijo, tras ser la primera mujer en dirigir la orquesta en el concierto de los Proms de Londres: “Me deja estupefacta comprobar que todavía hay primeras veces para las mujeres en el siglo XXI”.

Lo comparto. Cuando me dicen que soy la primera mujer que logro algo no me gusta. Me preocupa que no hubiera otras antes. También cuánto tiempo pasará antes de que venga otra. Cuando voy a dirigir una orquesta, en los corredores de los auditorios hay fotos de todos los que me han precedido y es ridículo: el 100% son hombres.

Existen clichés alrededor de la figura del director de orquesta: airado y autoritario. Usted, en cambio, aboga por un rol de mediadora.

En inglés se dice “conductor” y creo que es una definición perfecta. Conductor también es el cable que no sirve de nada si no tiene fuente y receptor. Somos ese cable: sin la música, la partitura y el compositor, no puedo llegar a los músicos y con ellos, al público. Sin la orquesta y la música no somos nadie. El ego y el ensimismamiento me provocan risa. Me cuesta entender que todavía se permitan esas actitudes.

Ha visibilizado la violencia de género en un país, México, en el que se asesina a 10 mujeres al día. ¿Ve una solución a esa tragedia?

Tiene que haberla, eso debe parar. La cuestión es cuándo, pero es insostenible una situación así. El gran cambio es cultural. Los individuos tenemos que revisar qué toleramos, observarnos y autoevaluarnos. Hemos crecido aceptando una serie de conductas que no están bien. Ese es el trabajo que hay que hacer como sociedad.

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