Cómo afrontar las microcrisis: el secreto para lidiar con la vida líquida es la perspectiva

Ni existencial ni de la mediana edad ni siquiera global. Nuestra crisis se divide hoy en muchas y cada vez más pequeñas. La clave para que la vida líquida no se te escape entre las manos: solidez, realismo y perspectiva.

Pincha para ver cinco libros de autoayuda gamberra para afrontar bien 2021, olvidarnos de la pandemia y curarnos las secuelas de 2020./Laurent George/Gallery Stock/Netflix

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Elena Castelló
Elena Castelló

Una mañana cualquiera de un día cualquiera podemos hacer algo imposible generaciones atrás: conectarnos a Instagram . Y, en ese momento, nuestra vida más o menos normal palidece. La gente que parece como nosotros viaja a islas desiertas o celebra bodas dignas de la realeza, y lo cuentan. «¿Qué estoy haciendo?»; y no es pregunta, sino exclamación.

«Antes había quien se divorciaba a los 40 o los 50, se juntaba con alguien más joven y disfrutaba de la vida, y se producía un efecto contagio en el grupo de amigos», apunta el psicólogo Tomás Navarro, autor del ensayo recién publicado Piensa bonito (Zenith). «Pero ahora los ejemplos de vidas mejores son muy frecuentes, variados y de fácil acceso, o eso creemos. Y, analizados fuera de contexto, nos provocan una crisis cada día». Basta no obtener lo que se espera o preguntarse por qué algo no es como debería, para que se abra la tierra bajo nuestros pies. No toleramos la frustración, como adolescentes en crecimiento. Hemos pasado de la crisis vital a la multiplicación de los momentos de cuestionamiento: las microcrisis.

¿Responde esto a lo que, en su momento, el pensador polaco Zygmunt Bauman denominó «vida líquida»? ¿Esa característica de la sociedad contemporánea que consiste en no mantener ningún rumbo determinado, no ser de una forma concreta por mucho tiempo? Estamos rodeados de ejemplos que nos hacen infelices y no somos capaces de sobreponernos a ellos, de darles su dimensión real, de valorar la existencia en su justa medida. El resultado: vidas en las que mandan la precariedad, lo efímero y la incertidumbre, y orientadas por el temor a quedar relegados. Bauman lo definía como una multiplicación de finales y comienzos. Por un lado, el miedo a perderse algo (FOMO en sus siglas inglesas) y, por otro, el arte de librarse rápidamente de las cosas para seguir el ritmo de la moda.

«Hemos perdido la capacidad de adaptarnos a nuestra vida –reflexiona el psicólogo Tomás Navarro–. Nuestros abuelos fueron, en su periplo vital, de menos a más, ganando calidad de vida y estabilidad, que fue lo que nos legaron a nosotros y muchos han perdido». Navarro apela a algo esencial para el equilibrio: el contexto. «Quien lo ha pasado mal de verdad se da cuenta de que muchas de las cosas por las que nos quejamos no son una crisis; si se contextualizan, es el sufrimiento normal de la vida». ¿Y por qué no somos capaces de hacerlo? «Nos sentimos desorientados, pero sobre todo, incompetentes, y eso es lo que no nos gusta cuando nos comparamos. Ahí es donde aparece la crisis continua», señala el psicólogo.

Falta de perspectiva, un mundo de apariencias, ausencia de control. Nuestras vidas tienden a parecer un terreno resbaladizo en el que uno nunca sabe si le gusta lo que tiene. «Todo va demasiado deprisa, ir y venir sin tiempo para pensar y para encontrarse», apunta el psiquiatra Enrique Rojas, que acaba de publicar Todo lo que tienes que saber sobre la vida (Espasa). «La proliferación de crisis vitales se debe a la multiplicación de los conflictos medianos y pequeños en nuestra vida diaria. Pero las crisis, grandes o pequeñas, pueden ser una realidad buena o mala, depende del enfoque que les demos».

Rojas señala que estas crisis constantes y esa falta de análisis tienen mucho que ver con la madurez personal. «Centrarse en uno mismo implica tener un proyecto de vida coherente y realista. Hay que saber lo que uno quiere y trabajar dos inteligencias que hoy tienen mucho relieve: la emocional, que mezcla el corazón y la cabeza, y la que yo llamo auxiliar, que supone orden, constancia, voluntad, motivación y capacidad de observación».

«Las crisis, grandes o pequeñas, pueden ser buenas o malas, depeden del enfoque». Enrique Rojas

¿Estamos preparados para este ejercicio de análisis? Para Mario Alonso Puig, médico y presidente del Center for Health, Well-Being and Happiness del IE University, autor de Resetea tu mente. Descubre de lo que eres capaz (Espasa), solo hay una crisis y es de identidad. «Estamos constantemente buscando llenar un vacío, un anhelo de identidad –explica–. Tenemos la intuición de que somos muchísimo más de lo que somos y que podríamos aspirar a un tipo de vida diferente. Pero uno se reconoce cuando va más allá del reflejo en los otros. Para eso hay que verse sin juzgarse».

¿Quizá somos una sociedad caprichosa, infantil, acostumbrada a tenerlo todo rápido? «Es cierto que hay muchas personas que hoy en día no están entrenadas para ser resilientes –responde Tomás Navarro–. La idea es decirse a uno mismo que nada es tan trágico y eso hay que trabajarlo desde niños». Lo importante es no confundir un cambio, que los hay constantemente en la vida, con una crisis real, que supone un entero cuestionamiento existencial.

Navarro señala otro peligro: empeñarse en hacer pasar por positivo algo que es negativo. Dentro de la burbuja que a menudo nos construimos, no es posible valorar los recursos propios, nuestra fortaleza y nuestra debilidad. El cristal que nos envuelve no es transparente y lo que son acontecimientos normales de la vida se convierten en catástrofes. ¿Crisis? Sí, pero no ataques de impaciencia ni pataletas.

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