De «la mano que mece la cuna del progresismo» a «la mujer en la sombra del triunfo de Alexandria Ocasio-Cortez», todas las fórmulas con las que los medios intentan describir a Alexandra Rojas (Connecticut, 1995) tienen un aroma turbio. Pero, por amenazado (y, en respuesta, agresivo) que esté el establishment, esta veinteañera acompaña el cambio. Hija de una colombiana y de un estadounidense de padres peruanos, Rojas quiere cambiar desde dentro un sistema viciado.
Como directora ejecutiva del comité de acción política Justice Democrats (que fundó en 2017, junto a un puñado de voluntarios con los que coincidió apoyando la campaña de Bernie Sanders), su objetivo es incitar posturas socialmente progresistas en el Partido Demócrata. Mover el paisaje político de su país hacia la izquierda. Pero no postulándose ella misma, sino respaldando a una nueva hornada de políticos. Quiere llenar el Congreso de representantes de clase trabajadora y que personifiquen la demografía de cada distrito.
Todos rechazan las donaciones corporativas y se comprometen a apoyar la reforma judicial, el programa de salud pública Medicare, la abolición de la agencia de control de fronteras (ICE) y la joya de esta revolución política, el Green New Deal, un conjunto de propuestas para abordar el cambio climático y la crisis financiera de manera conjunta. Según lo describe la propia Rojas, «hoy existe una nueva generación de liderazgo que percibe la urgencia de los problemas que enfrentamos, ya sea el calentamiento global, la atención sanitaria, la desigualdad de ingresos o la perpetuación de la violencia policial en las comunidades negras y latinas. Constituyen la base de personas que han impulsado al Partido Demócrata votando, estando presentes en las calles para denunciar problemas y uniendo fuerzas para que sus candidatos sean elegidos».
El objetivo es cambiar la apariencia del Congreso norteamericano que, al ser mayoritariamente blanco, masculino y de clase alta, parece representar solo a la élite. «Los adultos nos pedían a los jóvenes que nos involucrásemos en política y lucháramos por la democracia y las causas en las que creemos. Pero cuando lo hemos hecho, cuando hemos sido capaces de acumular poder colectivo en las calles y elegir a varios miembros del Congreso que representan a millones, hemos sentido una actitud defensiva por parte de los líderes del Partido Demócrata, una falta de voluntad para aceptar que hay una marea creciente de personas que quieren ver traducidas a políticas real los principios por los que han estado manifestándose», expone Rojas a Mujerhoy.
Cuando Ocasio-Cortez (AOC) ganó a Joseph Crowley en las primarias de Nueva York en 2018, todo cambió. Su campaña se había financiado con apenas 300.000 dólares y su oponente era el cuarto demócrata más influyente en la Cámara de Representantes y potencial sustituto de la actual presidenta, Nancy Pelosi. «Hay distritos cuyos representantes demócratas no han cambiado en más de tres décadas. En contraste, existe una base electoral de jóvenes menores de 40 años que tienen una visión cada vez más socialista de la política», describe. El documental de Netflix A la conquista del congreso (Rachel Lears) siguió al detalle la campaña de AOC, así como la de otras tres mujeres que pusieron contra las cuerdas a los delegados de sus distritos en las legislativas de 2018.
NEWS: @JCisnerosTX just got endorsed by @AOC. The momentum is growing in South Texas for progressive change.
Justice Democrats (@justicedems) January 20, 2022
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Ninguna tenía experiencia política ni respaldo empresarial, pero estas candidatas estaban desafiando a los pesos pesados del partido. Sus esfuerzos dieron como resultado una única, pero crucial victoria, la de AOC. «Para que entre una, han de intentarlo cien, razona la congresista en el filme. Para llevar a cabo el proceso de reclutamiento estudiamos el distrito. ¿Cómo ha sido la vida de sus habitantes? ¿Cuáles son los datos demográficos en términos de desglose racial y económico? Después, mapeamos a todas las personas y organizaciones que han sido parte de su tejido social y mantenemos muchas conversaciones para considerar candidatos. También tenemos un proceso de nominación en el que cualquiera, en cualquier momento, puede poner en nuestro radar a alguien de su comunidad para que podamos hacer un seguimiento», detalla Rojas, en conversación desde Knoxville (Tennessee), sobre estas nuevas figuras que se están abriendo paso en la vida pública.
Hay una secuencia en la película en la que se atisba a Alexandra Rojas deshecha en lágrimas de emoción, mientras las televisiones entrevistan a Alexandria en la noche de las primarias. No se la llega a nombrar. El sorprendente triunfo de AOC validó el modelo impulsado por Justice Democrats y nombres como los de Rashida Tlaib, Ayanna Pressley, Ilhan Omar, Jamal Bowman y Cori Bush pugnan hoy desde sus escaños para cambiar la agenda progresista del país. «Antes de los éxitos de estos últimos dos ciclos, nos resultaba más difícil convencer a las personas de que valía la pena alejarse del trabajo crítico que estaban desarrollando en su comunidad para postularse a un cargo federal y no temer en el impacto de esa decisión en los ámbitos financiero y personal.
Ahora se ha vuelto más fácil decir: «¿Sabes qué? Sí, puedo dar este salto», se alegra Rojas, quien, sin embargo, no piensa en sí misma dándolo, porque se siente más útil en el trabajo entre bambalinas. «Hay miles de Cori Bushes, Alexandrias y Jamal Bowmans, y necesitamos mucha ayuda para salir a buscarlos y apoyarlos a fin de que accedan a los más altos cargos de nuestro Gobierno. Disfruto mucho concentrándome en fundamentar nuestras filas, porque tenemos un largo camino por recorrer», asegura.
Cuando era más joven, su anhelo era convertirse en reportera de la CNN para informar sobre la situación en países como los de sus ancestros, Colombia y Perú. «No veía mucho las noticias, contemplaba ser periodista más como una herramienta para hacer el bien y hablar sobre cosas que eran realmente difíciles. Mi intención era llamar más la atención sobre asuntos complejos que a la gente no parecían importarles».
Paradójicamente, ha conseguido abrirse camino en la CNN, pero como comentarista política. Sus intervenciones, cada vez más pulidas, son recogidas por Rachel Lears en un nuevo documental, secuela de su anterior proyecto, presentado en el último Festival de Sundance. To The End vuelve a retratar a AOC, pero también da voz y nombre a Alexandra y a otras dos mujeres que están marcando la diferencia y son sus aliadas: Varshini Prakash, del joven movimiento ecologista Sunrise Movement, y Rhiana Gunn-Wright, del Instituto Roosevelt y coautora del Green New Deal. El documental pone precisamente el foco en el desafío de incorporar el ambicioso programa medioambiental y social en los planes políticos inmediatos del país.
«Uno de los principales retos al que debemos saber sobreponernos es a que los mandatarios nos digan que no podemos soñar a lo grande, que no podemos creer en nosotras mismas. Es lo más estadounidense que existe. Hemos llegado a la Luna y electrificado todo el país, así que hay que creer que podemos revertir el cambio climático», argumenta Rojas. El Green New Deal, para muchos quimérico, pasa por descarbonizar la economía de EE.UU. en una década, hasta alcanzar el nivel cero de emisiones de gases de efecto invernadero.
Para lograrlo, se propone la transición del sector eléctrico a fuentes de energía verde, la implantación del uso de vehículos limpios, la extensión de los bosques, la actualización de los edificios en pos de una mayor eficiencia energética y la mejora de las prácticas agrícolas. En el plano social, como el plan económico intervencionista en el que se inspira «el New Deal impulsado en los años 30 por el presidente Roosevelt», se busca contrarrestar la eventual pérdida de empleos derivada de esa transición, a partir de la implantación de un innovador sistema de producción, mediante la inversión en infraestructuras e industrias sostenibles y garantizar la protección al trabajador asegurando las bajas médicas y por paternidad, la pensión y las vacaciones.
«Esta película destaca la esperanza frente a una de las mayores amenazas que enfrentamos, pero también las dificultades reales que implica competir por el poder. No solo en lo que se refiere a desafiar a los republicanos, que obviamente, no están de acuerdo con nosotras, sino también a las personas que aparentemente son de nuestra cuerda, pero todavía están estancando el progreso o capitulando ante intereses espurios cuando necesitamos enfrentarlos», contrasta Alexandra, que asegura que es en comedias políticas como Veep donde aprecia más verdad en el retrato de las cloacas del poder.
El mayor enemigo de su movimiento es, en sus propias palabras, el cinismo. De ahí que el verbo más conjugado sea «intentar». Para ella, es importante no crear falsas ilusiones, así que nunca dan nada por seguro: «Podemos controlar las condiciones que pueden llevarnos a un éxito electoral, garantizar cuánto trabajaremos, pero no siempre asegurarnos el resultado. Todo lo que puedes hacer es dar lo mejor de ti y estar orgulloso de lo que hayas hecho».
Su más mediática abanderada, Alexandria Ocasio-Cortez, valora la batalla que protagonizan como el movimiento por los derechos civiles de su generación. Como les sucedió a los activistas de los años 50 y 60, Rojas no cree que pueda ver los frutos de su misión: «Creo que la esperanza de lo que hacemos radica en que la llama siga viva a través de más jóvenes. La verdadera historia de nuestro éxito estará en dejar atrás cambios legislativos y animar a otra gente a que tome el testigo y continúe la lucha».
20 de enero-18 de febrero
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