Hablamos con la arquitecta Belén Moneo: «Antes de la crisis de 2008 habí́a mucho dinero fácil, se construyó́ sin visió́n de futuro y sin pensar en el cambio climático»

Le aburre ser «hija de», pero la arquitectura aún le apasiona después de 30 años imaginando, construyendo y fortaleciendo un proyecto que ha tranformado la pandemia y el cambio climático.

La arquitecta, en la sede madrileña de su estudio, con camisa blanca de Samsøe Samsøe. Pincha para ver piezas de diseño firmadas por arquitectos que te harán la vida más fácil./Juan Carlos de Marcos

La arquitecta, en la sede madrileña de su estudio, con camisa blanca de Samsøe Samsøe. Pincha para ver piezas de diseño firmadas por arquitectos que te harán la vida más fácil. / Juan Carlos de Marcos

Elena Castelló
Elena Castelló

Hija, sobrina y nieta de arquitectos , el camino de Belén Moneo (Madrid, 1965) parecía trazado. Desde niña iba con su familia a visitar obras durante las vacaciones y le entusiasmaba. Pero también le interesaban las ciencias y decidió comenzar la carrera de Física. «Sin embargo, entendí que era una ciencia que te separaba de la vida», recuerda. Así que, como también le gustaba la pintura, estudió Bellas Artes e Historia del Arte en Harvard, donde se graduó Magna Cum Laude. Fue después cuando finalmente se matriculó en un máster de Arquitectura en Columbia. «Pensaba que sería bueno no hacer lo mismo que mi padre, pero pudo más la pasión», reconoce. Formó su estudio «Moneo Brock Studio» con el neoyorquino Jeff Brock, al que conoció siendo estudiante en 1988 y es su pareja desde hace casi 30 años. Mantienen oficinas en Monterrey, Nueva York y Madrid, donde recibe a Mujerhoy para la entrevista. Cuando habla de su padre, Rafael Moneo, premio Pritzker, le llama por su nombre. Con él, Belén y Jeff se mudaron a Estocolmo para participar en uno de sus primeros proyectos en el Museo de Arte Moderno y Arquitectura. Juntos han forjado un trabajo definido por la innovación y la capacidad para encontrar soluciones a medida. «Me gusta ver en cada problema una oportunidad de diseño», argumenta Moneo. «Por eso es difícil encasillarnos». El equipo desarrolla proyectos actualmente en Colombia, República Dominicana y México. El Northwest Corner Building de la Universidad de Columbia, en Nueva York, o la parroquia del Señor de la Misericordia, en Monterrey, son algunos de sus hitos.

Mujerhoy. Es inevitable hablar de su padre. Imagino que no debe ser fácil ser su hija.

Belén Moneo: Ser hija de sobre todo es aburrido, pero no es tanto un problema mío como de los demás. Yo nunca le he dado importancia. Hay gente que piensa que ha sido una ventaja, y claro que lo ha sido, pero por todo lo que he podido aprender de él, la posibilidad de trabajar juntos y todo lo que he compartido con él: conversaciones, experiencias, visitas, viajes...…

Por si fuera poco, además trabaja con su pareja. ¿Hay que admirarse mucho para tener un proyecto conjunto?

Yo creo que lo que nos pasa a los arquitectos que somos pareja, a casi todos, es que coincidimos siendo estudiantes, hemos crecido juntos como profesionales y también hemos construido un proyecto común en el que confluyen familia y trabajo. Y sí, creo que sí que hay que admirar mucho al otro, valorar muy positivamente sus contribuciones.

¿Tienen alguna clave para no llevarse ni el trabajo ni las discusiones a casa?

Eso es más difícil. Cuando tuvimos hijos fue mucho más sencillo. Decidimos que al salir del estudio no se hablaba de trabajo y que los fines de semana se los dedicaríamos solo a ellos. Ahora que están los dos en la Universidad es más difícil volver a cortar, pero hay que tener disciplina y apagar el teléfono.

Belén Moneo lleva pantalón de MM6 Maison Margiela, jersey de Maliparmi, collar de Paloma Canibet, pulsera de Joaquín Berao y zapatos de Mascaró. / Juan Carlos de Marcos

¿Qué ha enseñado la pandemia a los arquitectos?

Estuvimos muy descolocados al principio, pero nos sirvió para reflexionar sobre nuestro entorno, la ciudad y el espacio público. Empezó una especie de cuestionamiento en la profesión. Estábamos muy unidos entre nosotros, dialogando y tratando de comprender lo que estaba pasando.

¿Y a qué conclusiones han llegado?

Ha cambiado cómo vemos la ciudad y las viviendas, cómo el cambio climático finalmente ha sido comprendido como una realidad contra la que tenemos que actuar sin demora. Lo ha entendido la gente y también los políticos.

Se habla mucho de ciudades sin coches y viviendas sostenibles, pero ¿cree que de verdad se va producir un cambio real?

Esa es la pregunta clave. Va a ser un reto, sin duda alguna, enorme, pero creo que todo el mundo tiene buenas intenciones. Incluso los políticos. El Gobierno tiene que repartir los fondos europeos y las comunidades autónomas deben plantear sus necesidades. Soy optimista por naturaleza y pienso que hay un montón de profesionales que podemos ayudar, que no sea solamente un maquillaje, sino que se produzca un cambio estructural que llegue también a las viviendas más pobres.

La estanteria Emerita y el sujetalibros Lost Boys

¿Nos estamos planteando correctamente la nueva movilidad en las ciudades?

Se está apostando mucho por el coche eléctrico y es algo positivo, mejor que el coche de gasolina, pero no es sostenible tampoco, porque hay que tener placas fotovoltaicas para generar la electricidad, las baterías generan problemas de reciclaje y son muy contaminantes. Necesitamos un sistema de transporte público mejorado. No se puede tardar más en llegar en transporte público al trabajo que en coche.

¿Las bicicletas son una solución?

Soy activista de la bici urbana. Podía haberse producido un cambio muy importante durante la pandemia, aprovechando para promover este tipo de transporte. También del ir a pie en las distancias cortas. Sin embargo, no veo en Madrid al Ayuntamiento en esa dirección, aunque sí en otros sitios de España como Valladolid, por ejemplo.

¿Cuál es el momento más emocionante durante un proyecto?

Puede ser al comienzo, cuando se está gestando las ideas, cuando empiezas a verlas sobre el papel y en tu imaginación. Esas pequeñas líneas se van transformando en espacio, y anticipas lo que puede dar de sí ese proyecto. También es muy emocionante cuando uno va a la obra, y ve la estructura, desnuda, y comprueba que es mejor de lo que había pensado.

Patio de la Casa TEC

Por alguna razón, en España los arquitectos reciben a menudo críticas muy duras, no están bien vistos.

Sí, sin duda. Es un problema muy grande para nuestra profesión y seguramente somos nosotros los culpables. Creo que es el resultado de la crisis de 2008, cuando se culpó a los arquitectos del descalabro urbanístico, que no del financiero. Seguramente un poco de responsabilidad hay, aunque no toda. Ni siquiera la mayor parte. Había mucho dinero fácil y se construyó demasiado, sin visión de futuro y sin tener en cuenta el cambio climático.

¿Podemos evitar que ocurra de nuevo?

En España hay muy buenos arquitectos y, sin embargo, construimos muchas cosas que no están nada bien. El Gobierno ha sacado adelante un anteproyecto de Ley de Arquitectura y calidad del entorno construido para evitar que eso siga sucediendo.

¿Alguno de sus hijos seguirá sus pasos?

Mi hijo Simón, que estudia Arquitectura y Filosofía en Estados Unidos, se lo está pensando. Tiene muchas dotes y lo podría hacer fenomenal, pero nosotros no queremos influir en su decisión. La mayor, Teresa, hizo Historia y estudió Cine, y su idea en principio es dirigir documentales. Nos gusta que haya otras profesiones en la familia, así nos enriquecemos todos.

¿Ha mejorado la situación de las mujeres en un entorno tan tradicionalmente masculino como el de la arquitectura?

Estoy leyendo un libro sobre las mujeres de la Bauhaus y, a pesar de lo avanzado que fue aquel movimiento, no dejaban que las mujeres se dedicaran a la arquitectura. Algunas lo consiguieron y son muy reconocidas, pero la mayoría no aguantó la presión. Volviendo al presente, en la Escuela de Arquitectura solo hay cuatro catedráticas y hasta hace poco tan solo había una.

¿Qué habría que hacer para salvar esa brecha de género?

Hay que imponer cuotas. Me ha costado aceptarlo, pensaba que los méritos debían ser suficientes y que la sociedad era madura y justa como para reconocerlos. Ahora, a los 50 años, me doy cuenta de que no es así y de que hace falta un esfuerzo y un impulso legislativo o voluntario por parte de las empresas para tener siempre paridad en todo. Es la única manera para avanzar más rápidamente.

¿Usted se ha sentido ninguneada en alguna ocasión?

Sí. Cuesta admitirlo porque piensas que estás preparada y conoces bien el problema técnico, pero recientemente en una obra pequeñita que teníamos en Estados Unidos, hablando con los obreros, me di cuenta de que no me estaban haciendo caso. Tuve que plantarme y decir: “lo vais a hacer así, esto es lo que hay”. Pero pasa a todos los niveles, incluso con los clientes.

¿Qué figuras actuales le llaman la atención?

Me gusta mucho el trabajo de Kazuyo Sejima, una japonesa fantástica. Me interesa mucho lo que se está haciendo en Japón, es una arquitectura muy libre, muy interesada en el lenguaje. Pero con la arquitectura siempre estás descubriendo cosas nuevas al tiempo que aprendes. Incluso en los clásicos.

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