Por qué no puedes perderte la segunda temporada de By Ana Milán: de la carcajada fácil a la certera crítica de la condición humana

Ana Milán supo aprovechar las horas muertas del confinamiento. Entre directo y directo, con el fin de pasar las horas muertas, nos iba contando sus anécdotas más surrealistas y así iba enseñando a la mujer que hay detrás de la actriz. Y qué mujer. Tanto es así, que le hicieron una serie en la que ella es la absoluta protagonista y mezcla la realidad de su vida con la ficción. Lo que no sabemos es a qué género pertenecen las situaciones absurdas que vive capítulo sí y capítulo también, aunque yo soy feliz pensando que la mayoría le ocurrieron de verdad. Para entender lo que nos ofrece esta segunda temporada, tienes que haber visto la primera, y como yo debo de ser de otro planeta y todavía no la había visto, ayer me di un atracón. Y me declaro fan incondicional.

La primera temporada comienza con una Ana Milán a punto de casarse con el hombre de su vida que, de la noche a la mañana, desaparece dejándola desconcertada, perdida y sin saber qué camino tomar. Que imagen tan potente la de Milán con el vestido de novia, bebiendo vino en la butaca (horrorosa) que le había regalado el desaparecido y fumando con las lágrimas surcándole las mejillas. Porque es verdad que de amor no se muere nadie, pero eso de que se esfumen sin dar una sola explicación no te permite pasar página y claro, así superarlo es más difícil.

Pero no te creas que el amor es el tema principal de la serie. Hay amor, claro, porque en la vida (al menos en las buenas), también lo hay, pero no todo gira alrededor de este sentimiento. La amistad, la familia, la maternidad... temas tan importantes para las mujeres de hoy en día que en muchas series quedan silenciados en pos de la búsqueda del amor romántico. Ana Milán pasa de los cuentos de hadas para priorizarse por encima de todo, porque es lo que buscan las mujeres de hoy en día. En cada capítulo de By Ana Milán hay una enseñanza que deberíamos atesorar, sobre todo nosotras, tan proclives a olvidarnos de nuestro propio yo.

Al comienzo de la segunda temporada, la protagonista sigue un poco perdida e intenta evadirse de sus problemas con una sobredosis de trabajo, lo que le pasa factura tanto en sus relaciones personales como en su propio cuerpo. Un desmayo debido al estrés le obliga a parar y a volver a valorar lo más importante, que es esa familia que se elige y a la que había dejado un poco abandonada. Y la nueva enseñanza que nos ofrece es aprender a valorar el presente, vivir el día a día porque nunca sabes lo que te deparará el mañana si es que te depara algo.

Dicho así puede parecer una serie muy intensa, pero nada más lejos de la realidad. Los 20 minutos de cada capítulo están plagados de situaciones cómicas que Milán sostiene sobre sus hombros dejando un buen sabor de boca cuando termina el episodio. Y es que no sé por qué siempre le dan papeles de borde. Será porque las mujeres fuertes y asertivas suelen ser consideradas desagradables.