Una mañana de 1996 Carlos y Camilla se estaban preparando para acudir a un torneo de golf organizado por los supermercados Tesco. Recogerían allí una donación de 250.000 libras para la fundación del príncipe Carlos ( con el que la reina Isabel II habría hecho un pacto ). Entonces él se empezó a quejar con amargura (una práctica habitual, casi un mecanismo para combatir su timidez). «Lo entiendo. El club Sunningdale está muy lejos de Highgrove (su residencia)», comentó Camilla con su característico sarcasmo. En realidad está a 133 kilómetros.
«Teniendo en cuenta que vas a estar ahí unos 14 minutos y que te van a dar un cuarto de millón de libras, es probablemente un caché más alto que el de las Spice Girls (la banda se encontraba en pleno apogeo)». Entonces Carlos se rió y su mal humor se enderezó. Esta anécdota, recogida en la biografía autorizada sobre Camilla Parker Bowles , The Duchess, the untold story escrita en 2017 por Penny Junor, resume con claridad a sus dos protagonistas, así como la relación que existe entre ellos.
Carlos y Camilla se conocen desde hace años. /
«Camilla es una mujer encantadora. Cálida, amistosa, cercana y muy divertida. Complementa a la perfección el carácter más tímido e inseguro del príncipe Carlos y le transmite fuerza y confianza», nos cuenta Junor, que pasó un año hablando con el entorno de Camilla para escribir su libro. Amigos, familiares e incluso personal de palacio, quizá sus más fervientes fans, porque ha conseguido que trabajar para el príncipe, cuyas rabietas son legendarias, sea mucho más fácil.
«Cuando él empieza a torcerse, basta una mirada de Camilla para que el ambiente cambie», le contó a Junor un miembro de su personal. A lo que ella me añade: «Camilla no tiene delirios de grandeza;, de hecho, sigue comportándose de manera muy natural». Resulta interesante saber que esta mujer que, contra pronóstico, se ha convertido en la reina de Inglaterra, siga comportándose con naturalidad.
Cuando Camilla y Carlos se casaron, en 2005, la sociedad británica estaba molesta ante la posibilidad de que, quien había sido acusada de interponerse en el matrimonio entre Carlos y Diana, pudiese llegar al trono. Por eso, desde el Palacio de Buckingham quisieron atajar cualquier especulación: cuando él se convirtiese en rey, ella sería princesa consorte.
Pero como no hay mal que cien años dure, la sociedad británica ha aprendido a querer a Camilla. También a reconocer que forman una pareja sólida y feliz. Por eso, cuando el pasado 6 de febrero, su suegra, que cumplía 70 años en el trono, daba por inauguradas las celebraciones por su Jubileo de Platino, aprovechó la efeméride para comunicar a sus súbditos que Camilla se convertirá en reina consorte el día que Carlos sea coronado.
«Claramente, a la reina Isabel II le gustaba Camilla. Le concedió la Orden de la Familia Real y la Royal Victoria, la nombró Dama de la Jarretera (un título que se otorga a reinas consortes) y finalmente nos pidió que las aceptáramos como reina», enumera Hugo Vickers, escritor, locutor y conferenciante experto en la casa real británica, autor de numerosos libros sobre distintos personajes de la familia Windsor.
«La opinión pública encajó bien la noticia y al príncipe le ha facilitado las cosas. Si hubiera hecho él ese anuncio en vez de su madre, las cosas no habrían sido tan fáciles», continúa. En efecto, Isabel II y Camilla tenían mucho en común. A las dos les gustaban los caballos, los perros y la caza. «También caminar por el campo, mojarse bajo la lluvia, la jardinería... Aunque a Camilla la vida en palacio le da igual, pero está enamorada del príncipe Carlos», asegura una persona que conoce a la duquesa de Cornualles desde hace años y que destaca, por encima de todo, su sentido del humor.
Carlos y Camilla muestran gran complicidad. /
«Es muy graciosa, se ríe hasta de su sombra y eso hace que el príncipe Carlos muchas veces se contagie con su risa», continúa. Bien guiñando un ojo a los periodistas tras posar junto a Donald y Melania Trump durante su visita oficial a Inglaterra en 2019 (un gesto espontáneo que se convirtió en viral); bien por un incontrolable ataque de risa durante una actuación tradicional de los nativos Inuit en 2017, en Canadá (que también se hizo viral); bien cuando un abejorro gigante se posó en la entrepierna de su marido durante una gira por Nueva Zelanda en 2015, e hizo que Camilla estallara en carcajadas mientras el príncipe aullaba de miedo... Las muestras públicas de lo bien que se lo pasa la duquesa son infinitas.
Camilla Shand, que este verano ha cumplido 75 años, es la mayor de tres hermanos, tuvo una infancia bulliciosa y feliz. Su padre Bruce Shand, descendiente de una familia que se enriqueció en el siglo XIX gracias al comercio de algodón, fue oficial de caballería del Ejército británico y, durante la Segunda Guerra Mundial, recibió dos distinciones por valentía, antes de ser capturado en el norte de África por tropas alemanas y trasladado a un campo de detención cercano a la localidad alemana de Kassel. En 1946 se casó con Rosalind y un año más tarde nació su primogénita, Camilla, quien desde pequeña mostró un fuerte aplomo y una gran seguridad.
La reina Isabel II y Camilla Parker /
«Salía de casa alegre hacia el colegio, sin media queja. Montaba en pony y saltaba sin miedo. Tenía madera de líder y todos querían ser sus amigos», escribe Penny Junor en su libro. Su hermana Annabel, 18 meses más joven, tiene un carácter muy diferente, pero es seguramente su mejor amiga. Esta experta en antigüedades es una de las decoradoras más importantes del Reino Unido y su tienda, Annabel Elliott (su apellido de casada), lleva siendo un referente desde hace más de 30 años. Ya de niñas lo hacían todo juntas y, aunque tienen distintos grupos de amigos, hablan por teléfono una media de tres veces por semana.
Durante los años que duró su affaire con el príncipe, su hermana fue su gran confidente. De hecho, cuando en 1999 celebró su 50 cumpleaños con una gran fiesta en el Hotel Ritz, los paparazzi pudieron captar la primera foto de la pareja después de la muerte de Diana, cuando abandonaron juntos la velada y subieron al mismo coche sin esconderse.
La relación con su hermano Mark, el pequeño, no tenía nada que envidiar a la de las dos hermanas. «Siempre fue algo rebelde, pero también muy popular. Tenía muchos amigos y una vida bastante alternativa», explica Penny Junor. Tras un viaje a la India en los años 70, se volcó en la defensa de los elefantes (tanto que en 2002 creó la fundación Elephant Family) y escribió el libro superventas Travels on my elephant.
Boda de Carlos y Diana. /
Indómito y seductor (mantuvo romances con Lee Radziwill, Caroline Kennedy y Bianca Jagger, por citar solo algunas, y se casó con la millonaria Clio Goldsmith), perdió la vida en 2014 de la forma más surrealista y mundana: cayó al suelo y se golpeó la cabeza contra el asfalto de Nueva York.
Tenía 62 años y salía de celebrar un acto benéfico en el que recaudó un millón de dólares con su fundación. «Su muerte destrozó a Camilla», recuerda su amiga. Parte de sus cenizas se esparcieron por la India, su país de adopción, en una caravana de tuk-tuks, liderada por su hija Ayesha, que recorrió 500 kilómetros. Camilla, que no pudo acudir porque estaba en un tour por Australia junto a su marido, alucinaba: «¿No podríais haber ido en coche?».
A Carlos y a Camilla los presentó en 1970 una amiga común, Lucía Santa Cruz, hija del embajador de Chile. La atracción fue inmediata, sobre todo, por parte del príncipe de Gales: «Conectó con su sentido del humor y le hizo gracia que los dos se reían de las mismas tonterías», cuenta Junor en su libro.
«Él es tímido y se ruboriza con facilidad. Ella es muy cercana y natural. Se complementan a la perfección. Tienen química», nos cuenta la periodista y escritora Ana Romero, que en 2007 pasó una semana con ellos durante una visita oficial a Abu Dhabi. Romero estaba entonces casada con el embajador británico destinado en el emirato, Edward Oakden.
«Sin ser una intelectual, es muy lista y empática. Y se entiende con el príncipe con solo una mirada. Si en una recepción le nota agobiado o aburrido con su interlocutor, acude disimuladamente al rescate. Se caen bien, disfrutan el uno del otro y no perdonan el gin tonic al final del día», recuerda Romero.
Pero antes de que Carlos apareciera en su vida, Camilla tuvo otro gran amor: su primer marido, el oficial de caballería Andrew Parker Bowles . Se conocieron en 1965 en la fiesta de debutante de ella: tenía 17 años, Andrew 25.
Fue el principio de una larga y tortuosa historia en la que ella se enamoró perdidamente, mientras él mantenía relaciones con otras mujeres, incluidas las amigas de su mujer. Sus aventuras empezaron casi desde el día de su boda, en 1973, y eran tan descaradas que cuentan que una amiga bromeó con él una vez: «Estoy muy dolida, Andrew. Soy la única de las amigas de Camilla a la que no te has insinuado. ¿Qué pasa conmigo?».
La pareja tuvo dos hijos ( Tom, crítico culinario, y Laura, tan discreta que la prensa británica la ha apodado la hija fantasma), y Camilla se instaló por fin en la vida que siempre había ansiado: «Ni los estudios universitarios ni un trabajo serio estaban en sus planes. Quería ser una mujer de clase alta, vivir en el campo con hijos, caballos y una vida social activa», recoge Junor en su biografía.
Hoy, la ex pareja mantiene una buena relación: «Tienen en común a dos hijos y cinco nietos y les encanta pasar tiempo todos juntos. De hecho, cuando la duquesa está aburrida llama a Andrew por teléfono», cuenta la autora. Es común que la familia se reúna en la casa de campo que ella tenía antes de casarse con el príncipe y donde se escapa siempre que puede.
Le gusta cocinar (su pollo asado es legendario), leer y ver la televisión, y se encuentra mucho más relajada allí que en la formalidad de Highgrove House, a tan solo media hora. La relación entre el príncipe y la duquesa de Cornualles ha superado todas las pruebas.
Desde la primera desaprobación de Lord Mountbatten, el tío adorado de Carlos que ejercía de padre, que no la consideró lo suficientemente aristócrata, hasta las críticas de la prensa comparando a la fea Camilla (Diana la llamaba «rottweiler») con la bella Lady Di, pasando por los desplantes del entorno de Carlos más esnob y elitista, que la tildaban de arribista.
También sufrió las tibias muestras públicas de apoyo por parte de Carlos cuando aún vivía Diana; inseguro y torpe, se sentía incapaz de gestionar semejante follón. A pesar de los infinitos frentes, ¿por qué se quedó Camilla junto al príncipe? La respuesta, según Junor, es sencilla. «Como le dijo una vez a un amigo: «Es maravilloso sentirse amada».