Todas las familias felices se parecen, escribió Tolstoi, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Carla Simón (Barcelona, 1986) no cree que venga de una particularmente desgraciada, pero ha encontrado en la suya, numerosa y singular, el material para tres películas. Primero, Verano, 1993, por la que obtuvo el Goya a la mejor dirección novel , y en la que una huérfana de seis años que tenía mucho de la propia Carla se enfrentaba al duelo y un cambio de hogar.
Inspirada por el trabajo de sus tíos, ahora llega Alcarrás (estreno, 29 de abril), en la que tres generaciones de agricultores reciben la noticia de que esta será su última cosecha. La tierra en la que echaron raíces durante 80 años no les pertenece y para sus dueños plantar placas fotovoltaicas ya es más rentable que melocotoneros. Con este segundo largometraje, que lleva el nombre del pueblo donde se rodó, se alzó con el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Solo seis directoras lo habían logrado en los 71 años de historia del festival, y además se convirtió en la primera española en llevarse este premio.
No lo ganaba nuestro país desde 1983, cuando lo obtuvo Mario Camus por su adaptación de La colmena. La tercera película de las que le ha inspirado su familia todavía solo existe en la cabeza de Carla. «Es muy pronto y no sé cuánto desvelar», explica mientras se acaricia la tripa. Embarazada de seis meses, en verano nacerá su primer hijo. «La película se llamará Romería y tratará sobre la memoria familiar, lo que no se puede contar cuando faltan los mayores y cómo se recupera para dibujar la identidad».
Es la manera habitual de trabajar de esta directora y guionista. Alcarrás, por ejemplo, nació mientras escribía su debut. «La muerte de mi abuelo hizo que algo despertara en mí. Pasa a menudo. Cuando te encuentras inmersa en un proyecto estás muy abierta a estímulos y surgen muchas nuevas ideas. Para mí, pensar en la siguiente película es una especie de refugio, una forma de escapar de algo que me está obsesionando todo el tiempo. De hecho, a mi equipo ya les decía en el rodaje de Verano, 1993: «Cuando hagamos Alcarrás me gustaría...».
Mujerhoy. En una escena de Alcarrás abuelo, hijos y nietos cantan juntos: «Tierra firme, casa amada». ¿De eso quería hablar, de que las raíces emocionales también necesitan un suelo físico?
Carla Simón. Mis tíos también tienen un campo de melocotones en Alcarrás y fueron mi inspiración. Cuando murió mi abuelo, me planteé por primera vez que su legado podía desaparecer. Ese modelo de vida, el de la familia que cultiva un terreno, ya no es sostenible para los pequeños agricultores. No es solo que estos personajes tengan que dejar su casa, sino que se ven obligados a abandonar también su manera de ganarse la vida. Los cambios no tienen por qué ser necesariamente malos, pero yo quería mostrar lo que supone asumir que hay otras cosas distintas a las que conoces.
Desde lo particular, aborda casi todos los problemas de la España actual: políticas agrícolas, energías renovables, pueblos vaciados, relevo generacional, inmigración, roles de género...
Surgen de forma natural cuando tratas una crisis familiar como esta. Cada miembro tiene una forma distinta de pensar y es lo interesante. Para mí no hay mucha esperanza para la gente que se dedica al campo, aunque llegué a escribir un final feliz. Hablando con mis tíos y otros agricultores, me quedó claro que no tenía sentido. La mayoría está abandonando la tierra y no hay relevo posible.
Se nota el cariño a sus personajes, pero no los idealiza. Puede que al público le choque verles matando conejos a tiros, haciendo comentarios xenófobos y racistas, invisibilizando a una pareja homosexual...
Hay una plaga descontrolada de un tipo de conejo que no es de la zona y que hace mucho mal al ecosistema local. He visto cómo esos conejos se comen los árboles y se les mueren. La única solución que hay es la que se ve en la película: matarles a escopetazos. Sí me pregunté cómo se lo iba a tomar el público, porque sé que no es políticamente correcto. Pero tampoco lo es un comentario racista sobre una mujer rumana o cómo se habla de los temporeros africanos, o el rol de la mujer que se muestra. Si iba a hacer un retrato para mí era importante hacerlo sin complejos, acercándome todo lo posible a la realidad.
La familia, la mirada infantil, lo rural, incluso el verano... Es solo su segunda película, pero ¿detecta ya que hay constantes en su cine?
Hago cine por mi familia, que es enorme y me proporciona infinidad de historias. No lo puedo evitar. Y sobre el verano, inicialmente pensamos en que Alcarrás fuera a lo largo de un año. Sin embargo, esta estación es el momento de mayor tensión para un agricultor de fruta, cuando toda la temporada se puede echar a perder. En cuanto a lo rural, crecí en un pueblo y para mí es más cercano; en este ambiente y tipo de vida encuentro cierta poesía.
Si en Verano, 1993 trabajó con dos niñas muy pequeñas, esta vez cuenta con actores no profesionales de todas las edades.
Solo hay una actriz, mi hermana Gloria, y con ella trabajo igual que con el resto. No les cuento la historia, sino que la vivimos juntos. En el casting buscamos personas que se parezcan mucho a los personajes escritos, que compartan carácter y energía. Luego hay un trabajo largo para crear relaciones entre ellos, que funcionen como familia. Alquilé una casa en Lleida y fueron viniendo en combinaciones que tenían sentido para la historia: el padre y el hijo, el abuelo y la nieta, los primos pequeños, la pareja... Todo culminó en una gran barbacoa en la que se reunió a la familia de la película y pasamos el día juntos. Cuando hicimos todo eso, ya al final, leímos el guión y empezamos con cosas más técnicas, como respetar el turno de palabra o las repeticiones de tomas en el rodaje.
¿Esta familia que ha creado sigue unida?
¡Sí! Quedan y entre ellos se decían entre ellos «papá», «mamá», «abuelo»... Ahora empiezan a llamarse por sus verdaderos nombres, pero ha sido hace poco. Como vivo en Barcelona, yo soy la que menos les veo, pero se reúnen para hacer calçotadas, las cuñadas quedan para tomar un café y los niños juegan entre ellos.
¿Cómo ha cambiado la vida del pueblo la película?
Es una zona de la que se habla muy poco y casi siempre se dan malas noticias: el trabajo de los temporeros, el precio de la fruta, las manifestaciones de protesta, las macrogranjas... Generar una noticia positiva fue muy bonito y también revelador. Se ha puesto en valor un trabajo muy duro e ignorado, y una reivindicación justa: que el precio de la fruta no sea inferior a su coste de producción.
Su Oso de Oro en Berlín continúa una racha de máximos galardones a directoras en festivales de cine y ceremonias de premios. ¿Qué piensa cuando algunos críticos aseguran que distinguir a mujeres es «lo que toca»?
[Risas] Lo que pasa es que ahora hay más películas hechas por mujeres, y tiene sentido que eso tenga un reflejo en los premios. Hablando con los miembros del jurado del Festival de Berlín, que hicieron un palmarés donde había mucha presencia femenina, me dijeron que no se habían dado cuenta hasta que lo vieron completo. A mí me ha pasado lo mismo cuando he formado partes de jurados en otros festivales o premios.
¿Tiene en cuenta la presencia de mujeres cuando forma equipos?
Para mí ya sucede de forma natural. Busco una sensibilidad afín a la mía. En el caso de mis equipos, la mayoría son jefas de departamento. Sí que siento que hay una manera diferente de liderar, sobre todo cuando se trata de la duda. Muchos hombres y también mujeres se sorprenden cuando ven a un director reconociendo que no está seguro de algo. Yo no sabría dirigir sin dudar, porque es lo que hace que no me conforme con lo que estoy viendo si no me gusta. Creo que lo estamos aportando nosotras y puede haber hombres que se sientan más cómodos desde esa posición, pero hasta ahora no se les ha permitido esa opción.
¿Cómo reaccionan a su alrededor cuando como directora reconoce que está segura de algo?
Depende de lo abiertos que sean. Soy consciente de que al principio le parece raro y pueden pensar: «No sabe lo que está haciendo». Hace falta un periodo de adaptación para todos. Con mi primera película pasó mucho más, pero ahora ya había algo más de confianza en mi manera de trabajar.
Acumula premios y es un referente para una nueva generación de cineastas, que han encontrado en su mirada íntima y sutil un reflejo. ¿Ha habido algún reconocimiento que le pillase por sorpresa?
Con Verano, 1993 lo más loco es que recibí un premio de manos de Salma Hayek, que había escogido nuestra película porque le encantaba. Comí con ella y fue impresionante, tenía millones de ideas y planes. También en Cannes cené al lado de Agnès Varda y estuvimos hablando un rato, un par de años antes de que falleciera. Al ganar el Oso de Oro, su hija me envió un correo muy bonito diciéndome que estaba muy orgullosa de que tanto yo como las mujeres que habían ganado en las últimas ediciones de Cannes, San Sebastián y Venecia estuviéramos recogiendo el relevo de su madre.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?