Maquillaje y peluquería: Yurema Villa (Ana Prado) para Guerlain y Mön Icon Team. Agradecimiento: VBOMADRID proyecto de iluminación.. vbomadrid.com / Pablo ZAMORA

Carmen Calvo: «He entrado y salido tantas veces de la política que asumo con una tranquilidad pasmosa tanto los nombramientos como los ceses»

Ha sido una de las mujeres más poderosas de España y, como vicepresidenta primera de Pedro Sánchez, ha gestionado directamente algunos asuntos tan polémicos como la pandemia o la exhumación de Franco. Tras salir del Gobierno, afronta ahora un nuevo ciclo vital. Descubrimos el lado más personal de esta feminista histórica, experta en familias reales y muy taurina.

Si el recuerdo que tiene de Carmen Calvo (Cabra, Córdoba, 64 años) durante sus últimos meses como vicepresidenta es el de una mujer de rictus severo enconada en un duro pulso con la ministra Irene Montero a cuenta de la tramitación de la Ley Trans –que electrizaba la opinión pública y calentaba el ya de por sí caluroso verano–, la persona que llega hoy a la sesión de fotos está en las antípodas de esa imagen. El día es frío pero ella, generosa y cálida, ayuda a que se temple el ambiente, y se entrega confiada a nuestro equipo.

Hoy es sábado pero la política, actualmente diputada y presidenta de la Comisión de Igualdad, no escatima en tiempo ni en anécdotas con todo tipo de personalidades. «Estando yo de consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, tenía empeño en volver a la Alhambra, el lugar donde estuvo de mochilero. Él y su familia contemplaron extasiados el complejo monumental vacío y sin turistas que se cerró para ellos. Fue una jornada muy especial».

Visto desde hoy, esos eran casi sus comienzos. Además de vicepresidenta primera en dos gobiernos de Pedro Sánchez –el de la moción de censura y el que ganó en las urnas–, esta doctora en Derecho Constitucional también ha sido vicepresidenta del Congreso, ministra de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero y, durante ocho años, consejera de Cultura de la Junta de Andalucía con Manuel Chaves. Por encima de sus funciones públicas, Calvo es madre de una hija y abuela de dos niños de nueve y siete años.

«Me casé a los 19 y fui madre a los 23. Ahora me alegro mucho porque podemos hacer muchísimas cosas juntas. Sigo siendo joven, estoy bien de salud y tengo muchas ganas de vivir». Su yerno, un economista nacido en Normandía, le da juego para dedicarle a sus nietos piropos de lo más exóticos: «Cuando se me va mucho la cabeza les digo: «¡Sois los normandos más guapos de Córdoba!». Madre e hija residen en el madrileño barrio de Chamberí y hacen planes juntas continuamente.

«Somos una familia muy unida. También con mis dos hermanos, mis sobrinos, sus hijos… Estamos todo el rato pallá pacá». Con todos ha coincidido estas navidades en Cabra, el pueblo cordobés donde nació y donde tiene una casa tradicional con patio, chimenea y una buhardilla con su biblioteca. «Han sido mis primeras vacaciones en tres años. Cuando quiero recomponerme y reconciliarme con el mundo, ese es mi refugio. Volver al lugar donde naciste te recuerda quién eres. He pasado unos días de disfrutar y saborearlo todo. Hasta de fregar platos. Estas navidades me he hartado a fregar».

MUJERHOY. Siempre apoyó a Pedro Sánchez, incluso en sus momentos más difíciles. ¿Qué pensó cuando prescindió de sus servicios?

CARMEN CALVO. He entrado y salido tantas veces de la primera línea de la política que llega un momento en el que todo eso lo asumo con una tranquilidad pasmosa. Tanto los nombramientos como los ceses. Le tengo un respeto enorme a los cargos porque son de los ciudadanos. Nunca digo: «Soy ministra». No, lo que digo es: «Estoy de ministra y soy Carmen Calvo».

¿Qué relación mantiene en la actualidad con el presidente?

Le veo en los actos del partido y a veces nos mandamos whatsapps. Hemos tenido una relación intensísima durante los últimos cinco años, hablando 15 veces al día los 365 días del año. Las emociones que nos puedan quedar a los dos son estrictamente humanas, no políticas.

¿Cómo describiría a Pedro Sánchez?

Es un hombre muy resistente. Eso le ha venido muy bien porque le ha tocado un tramo de la historia tremendo.

¿Y su relación personal con Irene Montero?

Muy cordial. El otro día estuvo compareciendo en la Comisión de Igualdad y le pregunté por sus niños porque conocí mucho a la pequeñita [Aitana, de dos años, tercera hija de Montero y Pablo Iglesias]. No puedes arrastrar tu bilis personal al cargo.

¿Ha sido duro para una feminista histórica recibir ataques de sectores del feminismo?

He pasado por muchas batallas: el aborto, el divorcio, las leyes de igualdad, los conceptos de democracia paritaria, las listas cremallera... Yo de joven salía con tres amigas el 8 de marzo [Día Internacional de la Mujer] y la gente nos preguntaba si estábamos celebrando el día de San Juan de Dios. He pasado por todo. Ahora tendremos que seguir pasando.

«ESTAS NAVIDADES TUVE MIS PRIMERAS VACACIONES EN TRES AÑOS. PUDE DISFRUTAR DE TODO. HASTA DE FREGAR PLATOS».

A pesar de ser socialista, pero dada su militancia feminista, ¿le gustaría que Yolanda Díaz fuera la primera presidenta del Gobierno?

No, como feminista quiero que en Moncloa se quede mi partido, ganando las elecciones de largo y por mucho tiempo.

¿Cuáles son las cualidades de Díaz para generar tanto entusiasmo?

Es la primera vez que tenemos un líder a la izquierda del PSOE que es mujer, porque hasta ahora habían estado de Carrillo a Pablo Iglesias. Además, Yolanda es una mujer trabajadora y educada, y eso son dos activos en política. También creo que estando en el Gobierno tiene una promoción importante.

Aunque la tramitación de la Ley Trans hizo mucho ruido, no ha sido ni por asomo uno de los asuntos más complejos que ha afrontado este gobierno, que ha vivido atónito todo tipo de acontecimientos extraordinarios como la erupción del volcán de La Palma, la borrasca Filomena y una pandemia que aún estremece a la política cuando la menciona. «Recuerdo el día que tuvimos que decretar el Estado de Alarma. Estábamos en el despacho y yo tenía una angustia terrible. Yo pensaba: «¿Toda esta gente se va a quedar en sus casas mañana?».

Aquellos días fueron tan frenéticos, convulsos, interminables e inesperados que Calvo no se dio cuenta de que aquellos profundos suspiros cuando respiraba y que ella achacaba a la tensión del momento, eran consecuencia de que se había contagiado de Covid-19. Uno de sus pulmones estaba –como el resto del país–, colapsando.

«Tenía febrícula y me pinchaban los ojos, pero estaba tan angustiada que no lo achaqué a la enfermedad. Cuando llegué al hospital el doctor se sorprendió: «¿Pero cómo has llegado a este punto?». Entonces empezaron para Calvo los cinco días más duros e inciertos de su vida. « No sabía si iba a vivir o morir. Solo una enfermera, con la que mantengo contacto, me miraba un minuto al día, con sus gafas y su EPI, pero eso me daba aliento». Y tras una pausa añade: «Hubo un momento en que no quería que me llamara nadie, ni siquiera mi familia más cercana, porque pensaba: «¿Qué les digo? ¿Me despido?». Preferí quedarme sola conmigo misma. Fue toda una experiencia porque al final la vida es algo muy individual».

«HE ENTRADO Y SALIDO TANTAS VECES DE LA POLÍTICA QUE ASUMO CON UNA TRANQUILIDAD PASMOSA TANTO LOS NOMBRAMIENTOS COMO LOS CESES».

La pandemia no ha sido la única gran crisis que ha gestionado Calvo como vicepresidenta. Se encargó personalmente de la exhumación del cadáver de Franco del Valle de los Caídos –«costó mucho trabajo, la familia puso mucha resistencia»–, así como de la devolución del pazo de Meirás al Estado: «Un lugar inquietante, repleto de retratos del dictador». Además, miles de empresas en ERTE, una crisis económica consecuencia de la pandemia, el precio de la luz disparado y las incesantes olas del coronavirus azotando sin piedad una sociedad y una clase política con unos índices de crispación como no se recuerdan.

Con razón, cuando Sánchez ganó la moción de censura que le convirtió en presidente en junio de 2018, ella optó por retirarse a casa mientras todos sus compañeros celebraban el acontecimiento eufóricos. «Yo estaba en capilla», comenta Calvo en alusión a ese momento de recogimiento que tienen los toreros antes de jugarse la vida. «Había estado antes en el Gobierno y sabía lo que se nos venía encima». En realidad, no tenía ni idea. Hoy recuerda esos momentos desde la distancia y su deseo es que la pandemia deje «una sociedad más humanizada y con mayor empatía». A ella parece que le ha calado, porque no guarda rencor a ninguno de sus compañeros de gobierno. Tampoco a Pablo Iglesias –quizá el político más bronco de la coalición del Gobierno y con quien ahora comparte tertulia radiofónica–.

«Estas Navidades, a él y a [José Manuel García-]Margallo les regalé un cuaderno entelado cosido a mano Soy muy detallista, con todo el mundo. Me parece que ahí está lo humano». Solo menciona con un poco de distancia a Iván Redondo, el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, a quien se aludía como ideólogo en la sombra: «Que se diga que Iván tomaba las decisiones es una fantasía. Las decisiones las toma el presidente porque la responsabilidad es muy grande». Y deja patente que el trato entre ellos era estrictamente profesional: «No tenía relaciones con Iván, más allá de las formales cuando coincidíamos en una reunión». A ella tampoco le falta detalle. Aunque ha tenido más parejas, se ha casado y divorciado dos veces –la primera con su novio de toda la vida, el profesor José Luis Casas, catedrático de Historia, y la segunda con Manuel Pérez Yruela, sociólogo del CSIC– y no le hubiese importado tener más hijos: «Pero también quería hacer la tesis doctoral, aprobar las oposiciones y tener una carrera académica.

«CUANDO ENFERMÉ DE COVID-19 NO SABÍA SI IBA A VIVIR O MORIR. NO QUERÍA QUE ME LLAMARA NADIE, NI SIQUIERA MI FAMILIA. YO PENSABA: «¿QUÉ LES DIGO? ¿ME DESPIDO?».

La sociedad tiene que adaptarse a que seáis profesionales y madres al mismo tiempo. En esa lucha estáis ahora vosotras». Se define como una socialista muy española e igual defiende la tauromaquia –«Iba a los toros con mis abuelos y mis padres, que se pasaban la vida siguiendo a Antonio Ordóñez»– que comenta su interés por las familias reales y en especial por la de los Romanov –tiene un chat con ese nombre donde comparte cualquier novedad sobre la familia de los últimos zares– o cita a Simone de Beauvoir. Y cuando uno intenta asimilar su paradójica personalidad –¿feminista, taurina, experta en realeza?–, la escucho contando una nueva anécdota al fotógrafo, mientras este le da instrucciones de cómo posar. «Conocí a [Henri] Cartier-Bresson, que tenía una casa en las Alpujarras. Me regaló un montaje con una foto mía sobre otra de Coco Chanel en la que parecía que estábamos hablando».

Entre foto y foto, rememora el último cumpleaños que celebró Rafael Alberti, en el que comieron tarta de chocolate; una larga conversación mantenida con el arquitecto Frank Gehry; la cena que compartió en Marrakech con Catherine Deneuve y Martin Scorsese invitados por el príncipe Mulay Hasán; o la vez que almorzó en Granada entre dos estadistas que se intercambiaban encendidos piropos: José María Aznar y Silvio Berlusconi. Y ya con las fotos hechas, la entrevista terminada y el abrigo puesto, Calvo, imparable, sigue recordando anécdotas a un equipo que la rodea ávido de escucharla.

Temas

Actualidad