Ya no queda ninguna duda: Carrie Symonds está dispuesta a jugar todas sus bazas como flamante primera dama del gobierno de Boris Johnson. Tras oficializar su relación con una boda íntima y viral (la paradoja de este siglo), la señora Johnson se ha coronado como la nueva estrella femenina de los cónclaves del poder global con una agenda que ha desconcertado a sus homólogas. Puede que los 'insiders' del número de 10 de Downing Street sepan de su decisiva influencia política, pero ante la diplomacia internacional reunida en Cornualles ha querido dar su imagen más inofensiva: la de joven y entregada madre de su pequeño Wilfred.
Las fotos de Carrie Symonds, ahora Carrie Johnson, ejerciendo de atentísima madre durante la agenda oficial de los consortes de los líderes mundiales se han convertido en las imágenes más viralizadas de la cumbre. Es más: hasta Jill Biden quiso publicar en sus redes sociales su paseo por la orilla del mar junto a la primera dama británica y su rubio retoño. En otras imágenes, varias primeras damas, incluida Brigitte Macron o la misma Biden, le hacen ojitos al encantador niño, en un desborde común de ternura maternal. Todas estas instantáneas y, sobre todo, la insistencia con la que han aparecido en los canales oficiales ha suscitado, claro, polémica.
El papel de las consortes de los líderes internacionales se ha puesto recientemente en cuestión, gracias sobre todo a la irrupción sorpresa de primeros caballeros como Gauthier Destenay, pareja del primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel; Joachim Sauer, marido de Angela Merkel, o Philip May, esposo de Theresa May. No solo se critica la imposición de una contraparte decorativa y no electa a los y las líderes globales, sino el mantenimiento de una agenda de carácter publicitario que suele eclipsar las importantes decisiones que se toman en estas reuniones.
Significativamente, tanto Sauer como May han rechazado participar casi siempre en estas apariciones 'femeninas'. Subrayan el absurdo de situaciones como esta: en la cumbre de Biarritz en 2019, el presidente de la Comisión Europa, Donald Tusk, publicó un vídeo con Brigitte Macron, Melania Trump, Akie Abe y su propia esposa con la siguiente leyenda: «Melania, Brigitte, Malgosia y Akie. El lado luminoso de la Fuerza (en una referencia a Star Wars)».
«Es una completa caricatura«,denunció entonces Danielle Bousquet, histórica feminista francesa. «La imagen que se ha dado de las mujeres como seres ligeros incapaces de ocuparse de cosas importantes, bien vestidas, sonriendo todo el rato es lamentable, espantosa, creo que hemos dado un buen paso atrás«. Sophie Chassot, entonces miembro de Women 7, el lobby que reúne a asociaciones feministas de los miembros del G7, insistió en el desempoderamiento que suponen estas imágenes para las mujeres.
«El hecho de que las primeras damas participen en el G7 y tengan un programa específico mucho más ligero forma parte de la estigmatización de las mujeres en los papeles más secundarios y alejados de las discusiones del poder«. Recordemos: la actriz Julie Gayet, primera dama de Francia entre 2014 y 2017, renunció a este papel. «Se elige a una persona, no a una pareja», explicó. «La función de primera dama es sexista. Es un trabajo que te obliga a dejar el tuyo. Y además no te pagan».
Carrie Johnson no ha supuesto un paso adelante en este sentido: su repliegue a la imagen de la consorte más tradicional, madre antes que profesional, marca su estrategia como primera dama. Sin embargo, esta caracterización tan tradicional podría en realidad servir de pantalla para ocultar el auténtico peso de la recién casada en la política británica. De hecho, la prensa británica sostiene que «fuentes cercanas a Downing Street» afirman que jamás se había visto una involucración tan decidida y entregada de una primera dama en una cumbre internacional. Más aún: que el éxito de la misma se debe, sobre todo, a su cuidadosa planificación. Está claro que la pareja sabía que se jugaba reputación, credibilidad y margen de negociación en este cónclave.
En su confirmación como lideresa consorte global, Carrie Johnson no solo quiso marcar distancia con el resto de primeras damas presentándose como madre, sino que subrayó su frescura y juventud con un giro de estilo totalmente inesperado: optar por la moda de alquiler. Para sorpresa de crítica y público, prácticamente todos los looks de Carrie Johnson durante la cumbre británica del G7 fueron de usar, limpiar y devolver. Un ejemplo: alquiló el vestido de Vampire's Wife de 1.700 euros que vemos sobre estas líneas por solo 150 y los zapatos amarillos de Prada de 700 euros, por 13. A diferencia de la insistencia en su papel como madre, el aplauso para esta apuesta por la austeridad ha sido generalizado. Solo los zapatos alquilados han suscitado cierta incomprensión.