LA CARTA DE LA DIRECTORA
LA CARTA DE LA DIRECTORA
Frances Haugen ha sido una de las protagonistas de la sexta edición de Santander WomenNOW, el summit que tengo la suerte de dirigir y que se ha convertido en el congreso sobre liderazgo femenino más relevante de Europa.
Hace tres años, Frances, que entonces era una ingeniera en Facebook, decidió filtrar miles de documentos en los que la compañía reconocía el impacto de las redes sociales en la salud mental de los adolescentes y de los jóvenes.
Efectos tan espeluznantes como los desórdenes alimenticios o las tendencias suicidas. ¿Por qué? Por responsabilidad personal, dice ella, y animada por el consejo de su madre, pastora de la iglesia anglicana.
Su filtración fue recogida por The New York Times y publicada en una serie de artículos que se prolongó durante semanas. Fue, en principio, una acción anónima, aunque finalmente Haugen decidió revelar su identidad, precisamente para protegerse y por consejo de sus abogados.
Ahora, segura, se ha convertido en una especie de Lord Voldemort para Meta, alguien a quien se teme tanto que no se nombra siquiera. La filtración de Frances ha tenido consecuencias. Cuarenta y un estados decidieron demandar a Meta en Estados Unidos y Europa se plantea legislar al respecto. Ella ha dejado Estados Unidos y vive ahora en Puerto Rico.
No me imagino el impacto que, en su vida personal y profesional, ha tenido y tendrá esa decisión que tomó después de una charla en la cocina de sus padres. Su revelación abre una reflexión global sobre el tipo de sociedad que queremos. Sobre los riesgos que estamos dispuesto a asumir por la ceguera de las grandes empresas tecnológica dominadas por el beneficio económico.
Pero plantea otra cuestión que me parece aún más importante: la de esa elección, única y privadísima, que nos lleva a hacer lo que debemos, aunque las consecuencias sean incontrolables o a cerrar, simple y confortablemente, los ojos.