Este verano he leído de un tirón la trilogía de Jay Mclnerney que publica Libros del Asteroide. Tres novelas que también pueden disfrutarse de manera independiente (Al caer la luz, La buena vida y Días de luz y esplendor) y que recorren tres décadas en la vida de una pareja guapa, brillante, envidiada por sus amigos, la cara más brillante del Upper East Side desde finales de los ochenta hasta el post apocalíptico neoyorquino del 11-S.
A Jay Mclnerney le llaman en la solapa de sus libros «El Scott Fitzgerald de nuestros días» y yo no sé si diría tanto pero, desde luego, si se lo recomiendo y mucho para días perezosos en los que nos damos el lujo de leer sin prisa a la hora del aperitivo. O para aliviar el inevitable fastidio (por decirlo de manera optimista y positiva) de la vuelta.
Los Calloway, la pareja protagonista, recorren un largo camino que va desde la prometedora carrera de editor exquisito y agente de bolsa al desencanto de eso que llaman mediana edad y que, en realidad, es el punto en el que el futuro parece necesariamente un horizonte más corto y con menos posibles bifurcaciones que el pasado. Se habla de ricos neoyorquinos, de millonarias cenas benéficas, de casas en los Hamptons, de maravillosas cenas de verano...
Pero también del desgaste de las relaciones, del desconcierto de toda una sociedad por un acto de violencia inimaginable, de la desilusión, del esfuerzo que a veces requiere querer a quienes nos sentimos obligados a querer, del miedo a perder el status cuando el status es la primera y última definición. De todas las cosas que estábamos llamados a ser y quizá no somos. De las decepciones. O peor aún, de cómo conseguir lo que soñábamos a veces no nos lleva a la felicidad. Ni siquiera a eso tan difícil que es caernos bien a nosotros mismos.