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El gran viaje

André Leon Talley, fallecido esta semana, disfrutó de la moda cuando parecía una fiesta interminable.

André Leon Talley era una presencia apabullante. Intimidaba y deslumbraba con sus dos metros de altura y los abrigos que solo puede permitirse una leyenda de la moda, convencido de que pasar inadvertido es el pecado de las estrellas. Estos días se ha repetido mucho esta definición tan obvia, pero si pienso en los años que coincidimos en desfiles y cenas en Milán y en París, no se me ocurre otra palabra. Porque así, exactamente así nos hacía sentir este gigante vestido con pieles, divertido y un poco amenazante, como una leyenda que compartía tiempo y espacio con nosotros, el resto, aficionados y advenedizos si nos comparábamos con su largo reinado al lado de Diana Vreeland y Anne Wintour.

Disfrutó de la moda cuando parecía una fiesta interminable, una industria inagotable, un metaverso de felicidad y privilegios sin fin para quienes tenían la suerte de vivir en él. Mucho antes de las crisis, las pandemias, el desconcierto de editores y las dificultades de creadores que intentaban desesperadamente volver a encontrar su sitio mientras el suelo no paraba de moverse bajo sus pies.

Les recomiendo su autobiografía, En las trincheras de la moda. Más allá de Studio 54 y las supermodelos, de los viajes y el lujo, descubrirán el asombroso viaje de un niño negro y pobre que llegó exactamente donde él quería. A pesar del racismo, el clasismo y las traiciones, y aunque el final del camino tuviera mucho de soledad y decepción.