La historia de amor que leen ustedes en nuestra portada es muy excepcional. Y no porque quienes la viven sean dos mujeres, claro, sino porque quienes la cuentan son dos futbolistas profesionales.
Merel todavía juega en el Atlético de Madrid y Ana, que ha pasado por varios equipos importantes, que ha sido internacional con la selección y a la vez ha estudiado Medicina, ejerce ahora como cirujana en un hospital madrileño. Las dos, a punto de casarse, se asombran de que ningún futbolista español haya reconocido su homosexualidad en un deporte en el que la homofobia todavía ruge en los campos.
Seguramente el futbol, los futbolistas, sean unos de los modelos más claros, más importante, más influyentes para los niños y los adolescentes. Así que no hace falta decir lo socialmente saludable que sería que vivieran su condición sexual sin miedo a los gritos de los aficionados, el rechazo de los patrocinadores o las leyes de los países anfitriones de Mundiales.
No ha sido fácil escribir esta historia porque no ha sido fácil encontrar a dos futbolistas que la contaran. Créanme cuando les digo que nos ha costado meses, muchas llamadas y muchos noes que sonaban a «para qué voy a meterme en este lío». Lo que ocurre es que este lío es cosa de todos y, para nuestra vergüenza se mantiene, monolítico, fuera de lo que debería ser nuestro espacio y nuestro tiempo.