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Para hacer bien el amor

Hemos perdido a un mito de la televisión, Raffaella Carrá, una mujer que tenía el raro mérito de hacernos sentir bien.

Hace unos meses publicábamos una entrevista con Raffaella Carrá. Respondía desde su casa de Roma donde había pasado el confinamiento y bastaba con leer un par de respuestas para que el interruptor de la nostalgia y el buen rollo se encendiera. De repente, ahí estaban los monos de látex, el ballet Zoom, las plumas, el «si fuera un pájaro, qué pájaro sería…», el «Hola Raffaella», los estribillos frescos y pegadizos pero nunca pegajosos. Luz y color cuando la Nocilla de dos sabores nos parecía el colmo de la sofisticación.

Raffaella hablaba en sus canciones de corazones que explotaban, de amantes escondidas en un armario, de sexo en una España todavía tristona y provinciana. Y lo mismo saltaban a bailar como los ratones de Hamelin los más modernos de la boda que las abuelas. Tenía el raro y valiosísimo talento de hacernos sentir bien, de alegrarnos, de despertarnos. Y lo hizo durante décadas. Se necesita, supongo, mucha inteligencia. No es casualidad que fuera la única entrevistadora de Teresa de Calcuta, una mujer que siempre supo olfatear la relevancia y la influencia de los que la rodeaban.

Era, no sé si entonces nos dábamos cuentas, una mujer modernísima en sociedades, la italiana y la española, todavía sofocadas por la mojigatería. Por su actitud, su libertad, su educado descaro, su elegante desprecio de los convencionalismos y su visión del show business. Y lo que me parece más asombro es que ha seguido siéndolo durante 50 años. Celebremos a Raffaela cantando, bailando, haciendo bien el amor, volviéndonos a enamorar… Viviendo.