Elizabeth Holmes, en una presentación de su compañía, en 2015 / Getty Images

El viejo truco

«Es asombroso lo fácil que resulta engañarnos. El viejo truco de enseñarnos lo que nuestra avaricia quiere ver»

Lourdes Garzón
Lourdes Garzón

Elizabeth Holmes es la mujer que, a los 19 años, dejó Stanford para fundar una compañía que tenía como objetivo cambiar el mundo. A los veintitantos, su fortuna, según Forbes, superaba los 4.500 millones de dólares. A los 30, había sentado en su Consejo de Administración a Henry Kissinger y Bill Clinton compartía entrevista con ella en televisión . ¿Qué vendía? En teoría, una tecnología capaz de analizar con una única gota de sangre 200 enfermedades.

Eran los años de Steve Jobs y el iPhone, de Silicon Valley y las startups que engordaban hasta el infinito con el único alimento del espíritu de sus creadores y un relato bien construido. Elizabeth Holmes, con su jersey negro de cuello alto, su eterno smoothie y sus ojos azul acero se convirtió en la chica de moda de la portadas de una prensa económica hambrienta de iconos. ¿Quién no querría invertir en la compañía que convertiría la sanidad en algo barato, accesible y extremadamente rentable? Quizá conozcan esta historia por The Dropout, la serie protagonizada por Amanda Seyfried (Disney+).

Holmes, mientras tanto, aún no ha cumplido los 40 y continúa siendo millonaria. Espera sentencia firme después de un juicio en el que fue condenada por cuatro delitos de estafa. La conclusión es simple: nunca existió lo que vendía. La cuestión es que lo que vendía afectaba directamente a la salud de los pacientes que recibían resultados de analíticas erróneos o directamente falsos.

La historia, si no resultara tan terrible, sería fascinante, como todas las que tienen que ver con la ambición desmedida del que vende y del que compra. Es asombroso, lo fácil que resulta engañarnos. El viejo truco supongo, de enseñarnos justo lo que nuestra avaricia quiere ver.

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