Sobre Vivir

Esa tesis tan sencilla lo dice alguien con una biografía que casi resulta una historia de supervivencia y que incluye un matrimonio que acabó cuando su marido anunció su bisexualidad y se convirtió en activista LGTBI, una fallida carrera política, la creación de un blog que la convirtió en multimillonaria y una revelación en forma de síndrome agudo de agotamiento que ha hecho de ella una agitadora del descanso.

Arianna Huffington se desplomó un día en su despacho y cuando se despertó con el pómulo partido y en un charco de sangre decidió cambiar de vida. Seguramente, hacer las cosas a medias no ha sido nunca una opción para ella así que se convirtió en propagadora (démosle un descanso a la palabra activista) de la desconexión y el lema de «nada mejora más la productividad de una empresa que el bienestar de sus empleados».

Hace 14 años de su «epifanía», como a ella le gusta llamar a ese momento pero su discurso podría haber nacido directamente de estos meses de jornadas interminables. La resiliencia, ese concepto casi tan manido y polivalente como las virtudes del aguacate, quizá debería ser el derecho a defenderse y no la obligación que parece condenarnos a no derrumbarnos nunca. Porque a veces, y por mucho que nos hayan vendido que quien no resiste o se reinventa o se levanta cuando cae es el verdadero perdedor, nos desplomamos. Y nos despertamos después de habernos partido la cara preguntándonos qué demonios estamos haciendo con nuestra vida.