La escritora con sus hijos / Getty Images

Carmen

En el centenario del nacimiento de Carmen Laforet, mucho se ha escrito y se ha hablado.

Reconozco que hasta ahora solo había leído Nada, su primera, premiada y famosísima novela. Una historia triste pero también deslumbrante, escrita por una veinteañera que habla del desaliento con que constatamos que las cosas no son lo que esperábamos, lo que queríamos. Una novela que, vemos ahora, era solo el reflejo de un talento complejo y una personalidad apasionante.

Podría ser una amiga con la que hablar de cosas que no deberían ser, pero que queremos vivir.

Carmen Laforet tuvo cinco hijos en la España de los años 50. Uno de ellos, Agustín Cerezales Laforet, ha editado un precioso libro que se titula El libro de Carmen Laforet vista por sí misma y que busca dibujar un retrato de su madre a través de artículos, cartas y entrevistas en las que todavía le preguntan cosas como qué es más importante para ella, ¿su obra o su familia? El libro de Carmen Laforet habla de sus padres, su infancia en Canarias, su amistad con Ramón J. Sender y Elena Fortún, con la que mantuvo una relación epistolar hasta la muerte de la autora de Celia. De su viaje a Estados Unidos y de su ansia por ensanchar un espacio vital que debía de ser claustrofóbico y asfixiante.

Es un retrato lleno de cariño, hecho con mimo y sutileza, que sortea sin rozar cuestiones planteadas hace unos años por biografías como la de la profesora Anna Caballé: las heridas de una adolescencia en la que perdió a su madre, las dificultades de una joven escritora en un mundillo literario provinciano y machista, su conversión religiosa, quizá una homosexualidad latente que nunca reconoció o se reconoció a sí misma, la devastadora enfermedad... En las fotos del álbum familiar vemos a una mujer guapa y moderna. Casi siempre sonriente. Podría ser una amiga con la que pasear un domingo por la mañana, tomar el aperitivo y hablar de cosas que no son como deberían ser, pero que queremos vivir de todas formas.