Fotograma de la película Mentes peligrosas. / D.R.

Mentes peligrosas

«Un profesor tiene poder. Más del que imaginamos»

De las leyes de educación actuales y futura me interesan muy pocas cosas. Y no porque la educación no me parezca vital, sino porque se han convertido en ese gesto gratis y ruidoso con el que nos distraemos de otras cosas y con el que resulta tirado hacer política elemental y de la mala. Mi casa es este año un infierno de notas que hay que subir, medias que alcanzar y exámenes que pasar. En la cena hablamos del medio punto que se debería haber sumado, de la resta que no esperábamos o del regalo en la media que no teníamos previsto.

No recuerdo ni una conversación sobre lo que mis hijos han aprendido ese día o sobre lo que querrían aprender. ¿Es demagógico esto que digo? Pues sí. O no. Porque igual aprender también o, sobre todo, tiene su importancia. Leo la opinión de un experto que se queja de que casi no se repita curso desde la pandemia. Si total, viene a decir, ya estamos en el camino del resto de Europa, donde repetir es una lamentable excepción con muchos responsables, tampoco hace falta forzar las cosas y que esto se convierta en un coladero. Creo mucho en el esfuerzo, pero desconfío tanto o más de la frustración y la desconfianza en nuestras propias posibilidades.

Todos recordamos a los profesores que nos enseñaron lo que no sabíamos, que nos ayudaron a disfrutar de cosas que nos han acompañado toda la vida desde entonces. Todos recordamos también a los mezquinos sin vocación que hacían de un suspenso general un triunfo y de un cinco un infierno con el que odiábamos la Física para siempre. Un profesor tiene poder. Más del que imaginamos. Quizá deberíamos empezar también a pedirles que recuerden que su trabajo no es cerrar ventanas, sino abrir puertas