Mijail Gorbachov en la campaña de Louis Vuitton

Una mancha para la historia

«Mijail Gorbachov no era un hombre muy querido en su país. Es algo que no puede sorprendernos en estos momentos de oscuridad».

Lourdes Garzón
Lourdes Garzón

La primera vez que viajé a Moscú, acababa de abrir McDonalds y las colas interminables animaban a los moscovitas a iniciar lo que ellos entendían como negocios privados. En la Plaza Roja se instalaban puestos de comerciantes que vendían un único salchichón en su mesa plegable o un pequeño saco de patatas.

El país, para los turistas, tenía la fascinación de un cambio que se adivinaba imparable pero que también parecía un inmenso choque de trenes cultural. Se cenaba caviar a cucharadas y vino de Georgia en los pequeños restaurantes improvisados en dachas a las afueras.

Se bebía vodka en los casinos de los hoteles y las limpiadoras irrumpían en la habitación a las siete de la mañana y empezaban su tarea sin importarles quién estuviera dentro mientras las vigilantes hacían turnos de 24 horas en los pasillos para espiar no se sabía muy bien a quién.

Los rusos utilizaban sus coches particulares como taxis turísticos y te hablaban de su otro trabajo, las clases de literatura francesa en la Universidad. La ópera estaba todavía llena de espectadores locales que se emocionaban con Cavalleria Rusticana mientras se calentaban las manos con el chocolate caliente que se vendía en el intermedio.

El país se lanzaba a la perestroika con excitación y esperanza, y Occidente aplaudía unánimemente al hombre que había hecho de la necesidad virtud y había apostado todas sus fichas a la paz y el fin de la guerra fría.

Vista ahora, el día de su muerte, cuando se multiplican los panegíricos y se recuerdan sus anuncios de Pizza Hut y Louis Vuitton, parece una tarea inabordable. Una conjunción astral en la que un dirigente desconocido y gris que amaba el teatro supo sentarse frente un actor que había llegado a presidente de los Estados Unidos.

Y que quizá no era muy inteligente, pero tenía un sentido innato de la oportunidad escénica. Mijail Gorbachov, nos recuerdan todas las crónicas, no es un hombre querido en su país. No puede sorprendernos en estos momentos de oscuridad en los que cualquier destello resulta una amenaza.

20 de enero-18 de febrero

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