Mileage Run

Una amiga acaba de participar en un macro evento digital organizado por la multinacional en la que trabaja para promover el contacto entre empleados que viven en más de 20 países distintos. En un momento, mi amiga se encontró en una conversación a dos con su homólogo, un ejecutivo norteamericano.

«¿Qué vas a hacer este fin de semana?», le preguntó porque era viernes y por decir algo... «Viajo a Hong Kong». «¡Ah! –sonrió–, ¿Vacaciones?». No, no eran vacaciones, su colega tenía planeado un mileage run en solitario. Es decir, un vuelo de más de 20 horas de ida y otras tantas de vuelta, sin salir del aeropuerto y solo para acumular millas y convertirlas en descuentos en próximos billetes. «¿Y no es agotador?». No, le resultaba muy estimulante la idea de pasar ese tiempo solo y en silencio, trabajando sin que nadie le molestara.

No es un bicho raro. Mi amiga ha descubierto que existe una corriente subterránea de colegas y conocidos que practican el mileage run sin ruido pero sin pausa. De Chicago a Barcelona, de Boston a Copenhague, ¿Compensa pasar 20 horas en turista a cambio de un upgrade a business en un vuelo de dos? Ellos están convencidos de que sí. Dedican a ese objetivo sus vacaciones y su fines de semana, y comentan y comparan resultados con sentido competitivo. No puedo evitar imaginar a miles de hombres solitarios en aviones que no van a ningún sitio, mientras repasan en su cabeza los kilómetros que han hecho y que les quedan por hacer en una especie de cuenta sin fin.