Ouka Leele y aquellas noches

«Elegimos ser distintos de los que habían llegado antes que nosotros»

Cuando mi generación llegó a la Universidad, Ouka Leele era ya una diosa de la modernidad. Los políticos querían hacerse fotos a su lado para parecer modernos ellos también y Juan Barranco le había encargado la famosa escena de Cibeles para la que hubo que cortar el tráfico en Madrid.

A mí, entonces, me gustaban más las fotos pandilleras de Miguel Trillo y la chulería de García Alix que, además, contaba y cuenta historias mejor que nadie. Con el tiempo, he aprendido a apreciar la maravillosa luz de Ouka Leele y me encantan los retratos de su hija cuando era poco más que un bebé, rodeada de sol, de mar o de bosque.

En Madrid, ya está más que escrito, te encontrabas a Almodóvar en el Yastá jugando un pierde paga al billar, se empezaba la noche en la Vía Láctea y se terminaba desayunando un pincho de tortilla en La Bobia al día siguiente para echar un vistazo en el Rastro antes de irse a dormir.

Ouka Leele, Ceesepe, el Hortelano, Alix, eran los mayores del patio, los guapos, los primeros fotógrafos que conocíamos y que habían hecho de la fotografía lo más cool en esos años que transitaron de la tristeza a la mejor de las fiestas: «Elegimos ser distintos de los que habían llegado antes que nosotros». No se me ocurre mejor definición de esos años.

Después, ellos se hicieron más famosos y las cosas se volvieron más aburridas. O, quizá, simplemente, es que dejamos de ser jóvenes.