Total, es el fin del mundo

Disfrutar no es un ejercicio automático. Requiere un poco de autoindulgencia.

A riesgo de parecer cursi (casi lo peor que se puede parecer), me gustaría que consideraran esta carta un fuerte abrazo que les enviamos desde nuestra redacción. Gracias por habernos acompañado durante estos meses que podemos resumir con un gráfico de olas subiendo y bajando.

Este año, otra vez, se acaba el mundo, así que sugiero intentar abrazar el apocalipsis y disfrutar. Sin grandes propósitos ni objetivos ambiciosos. Sin meditar ni entrar o salir de nuestra zona de confort. Sin resiliencia ni ansiedad. Simplemente, disfrutar de lo que nos guste de verdad, sin complejos ni pretensiones. Sin pensar en cómo quedará la foto en Instagram. Así, de primeras, a mí se me ocurren los huevos fritos con jamón del rico, los villancicos de Sinatra y de Chemical Brothers, y las novelas de latifundistas inglesas locas de principios del siglo pasado. Sí, podría elegir otras cosas más originales y sofisticadas, pero, total, como se acaba el mundo, no veo la necesidad.

Anímense a construir su lista apocalíptica. Seguro que incluye patatas fritas con un poquito de pimienta negra, películas antiguas, comedias vergonzantes con las que nos morimos de risa, amigos con los que charlar aunque sea por teléfono. Disfrutar, de verdad, no es un ejercicio automático. Requiere un poco de intención y de autoindulgencia, como decidirse a ir a la playa el primer día del verano que nos ponemos el bañador. Pero a lo mejor es una buena manera de descubrir lo que nos alegra la vida de verdad. Feliz fin del mundo a todos. Nos espera un año estupendo. Lo cree hasta Bill Gates.