Ese 10%

¿Es intentar ser más feliz tan absurdo como empeñarse en crecer 10 centímetros?

Estos días, la BBC ha recuperado un artículo que se publicó en 2005 en la prestigiosa Review of General Psychology y en el que un grupo de psicólogos defendía que la percepción de nuestra propia felicidad se sostiene en tres variables: la genética (un 50%), las decisiones que tomamos (un 40%) y las circunstancias que nos rodean (solo un 10%). Algo así como el famoso plato de Harvard que nos dicta las proporciones ideales de las proteínas, los hidratos de carbono y las grasas. El artículo argumenta que esto explicaría, por ejemplo, por qué algunas personas no son significativamente más felices después de ganar la lotería o mucho más infelices después de sufrir un accidente grave.

No hay que ser Freud para darse cuenta de los complejos y frágiles mecanismos de la felicidad. Envidio a amigos que reconstruyen en su cabeza la misma situación que a mí me resulta dolorosa o directamente intolerable con una mezcla de ligereza y despreocupación. ¿Son más felices? Seguramente, sí. ¿Les requiere algún esfuerzo? No lo sé. Y tampoco el grado de bienestar o de tranquilidad que reciben a cambio.

A mí, en cualquier caso, me parece un regalo cósmico, como el oído extraordinario para la música o el metabolismo acelerado. ¿Es entonces intentar ser más feliz tan absurdo como empeñarse en crecer diez centímetros? Stefan Zweig recrea en Momentos estelares de la humanidad la casi mortal tristeza que sufrió Georg Friedrich Händel al final de su vida acuciado por las deudas y despreciado por sus coetáneos. Y también la milagrosa recuperación física y moral que le produjo componer el Mesías. ¿Una exageración? ¿Puede un momento de alegría extrema salvarnos literalmente la vida? Quizá.

Llevamos meses asediados por noticias objetivamente tristes o muy tristes. Así que, en este momento, pensar que lo que nos pasa tiene un peso tan pequeño en la cuenta total de nuestra felicidad es casi un consuelo. Luego hay cosas que ayudan, como que una marca de bicicletas estáticas se vea en la necesidad de aclarar públicamente que cuando un personaje muere en una serie, el actor que lo interpreta sigue vivo, y así evitar el desplome de la compañía en Bolsa. Aprovechemos, just like that, este y otros ridículos porcentajes para liberarnos un rato de la crisis existencial de los 50 y soltar una buena carcajada. La genética tampoco es para tanto.