Cate Blanchett, en el Festival de Venecia, donde ganó laCopa Volpi a la mejor actriz por su interpretación en Tár. / DR

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Cate Blanchett, favorita para ganar su tercer Óscar por 'Tár': «He trabajado duro para ser cada vez mejor actriz, porque no valgo para nada más»

La actriz australiana asume la dirección de una orquesta para reflexionar sobre el uso y abuso del poder en 'Tár', su papel más incómodo y, posiblemente, el que la llevará a ganar su tercer Óscar.

A través de Zoom, conectada desde la zona rural de la Australia más meridional, Cate Blanchett (Ivanhoe, 1969) suena a la vez imponente, enérgica, relajada y proclive a reírse de sí misma. «Me has pillado en una barbacoa –confiesa–. ¿Hay algo más típico de mi país que eso?». Aunque esté en su tierra natal, su mente sigue con la protagonista de su nueva película.

En 'Tár', primer largometraje del estadounidense Todd Field (Juegos secretos, En la habitación) desde 2006, la actriz interpreta a una célebre directora de orquesta llamada Lydia Tár, responsable artística de una institución ficticia, pero que obviamente está inspirada en la Filarmónica de Berlín. Su carrera y su vida familiar se van desmoronando a medida que se acumulan las denuncias contra ella, tanto por su conducta intimidatoria como por el suicidio de una estudiante a quien, así se da a entender, Lydia acosó sexualmente y de la que se deshizo sin miramientos.

Cate Blanchett, camino de su tercer Óscar con 'Tár'

La interpretación de Blanchett, por la que ya es favorita a ganar el tercer Óscar de su carrera, es asombrosa una vez más. La australiana resulta muy convincente en la piel de una directora de orquesta, seguramente gracias a la meticulosa preparación para el papel que llevó a cabo visionando durante horas y horas a grandes directores como Herbert von Karajan y Leonard Bernstein. Además, el personaje es tan complejo y matizado que arroja una luz sorprendentemente intensa en el centro del debate sobre el uso y abuso de poder por parte de quienes ostentan posiciones de autoridad en ámbitos como la música clásica, la ópera, el teatro y el ballet.

«En realidad, no es una película sobre ese oficio ni sobre el mundo de la música clásica. Es muy difícil definirla, y ahí radica buena parte de su fuerza dramática. Funciona como un test de Rorschach; cada espectador la interpretará a su manera. Tengo muchas ganas de que la gente la vea y me cuenten lo que piensan».

Aquí va una posible interpretación de 'Tár'. Al principio de la película, hay una escena en la que Lydia se ensaña tanto con un estudiante de música durante una clase magistral que el joven empieza a temblar físicamente. El episodio le resultará dolorosamente familiar a cualquiera que conozca las dinámicas que imperan en el seno de los mejores conservatorios y escuelas de arte dramático. Por tanto, puede entenderse como una acusación condenatoria contra el tipo de enseñanza destructiva que aún se imparte en algunas escuelas de arte de renombre mundial.

Blanchett, sin embargo, habla de ella con más reservas. «Sí, se trata de una escena dolorosa –reconoce–. Contemplarla es como ver un accidente de coche. Me llama la atención que no nos sorprende que los atletas de élite lleven sus cuerpos al límite para ser más fuertes y rápidos, pero nos cuesta asumir que romper barreras en el mundo del arte también exige estragos similares. Sí, puede ser una experiencia dolorosa. Yo mismo he pasado por ella».

¿En serio? ¿Quién se atrevería a darle lecciones de interpretación a Cate Blanchett? «Al principio de mi carrera, un director solía tratarme con brutalidad en los ensayos. Sin embargo, terminé haciendo grandes avances gracias a eso. Para ser sincera, no creo que hubiera llegado adonde estoy ahora si ese tipo de cosas no me hubieran sucedido. Me hicieron decirme a mí misma: 'Puedo con esto y con más', y seguí adelante. Aunque, por otra parte, tal vez fui capaz de hacerlo porque me lo permitían el color de mi piel o la posición que ya había alcanzado en mi profesión. En cualquier caso, es importante ser consciente de estas cosas cuando se educa a jóvenes talentos», reflexiona.

En el mundo del arte, existen pocos emblemas de poder y jerarquía más rotundos que la tarima a la que se sube un director de orquesta, porque lo eleva físicamente sobre los músicos. Blanchett añade que en otras disciplinas artísticas los líderes encuentran formas simbólicas de transmitir superioridad a sus colegas. «Cuando codirigí la Compañía de Teatro de Sídney junto a Andrew [Upton, su esposo desde hace 25 años], lo primero que hicimos fue quitar el escritorio de nuestra oficina. Andrew dijo: 'Este no es un trabajo en el que el jefe se sienta tras un escritorio'. Lo hizo porque entiende el poder que tienen los símbolos. Si los actores jóvenes ven a los directores artísticos sentados detrás de una mesa pueden sentirse intimidados, y eso los frenará para expresarse de forma sincera y profunda».

La aterradora secuencia de la clase magistral en 'Tár' también es crucial por otro motivo. Refleja la guerra cultural que hoy se está librando a causa de lo que Blanchett llama «descolonización». En otras palabras, hasta qué punto es conveniente enseñar a los estudiantes a reverenciar el panteón de «hombres blancos muertos» que domina los cánones de la música, la literatura y el teatro.

A lo largo de la escena, Lydia se enfurece cuando uno de los estudiantes rechaza que Beethoven sea un compositor al que vale la pena estudiar. «Ahora mismo, hay estudiantes de teatro en Londres que se niegan a estudiar ciertas partes del canon clásico porque sus contenidos les parecen repugnantes. Lydia creció en una época completamente diferente, por lo que es totalmente incapaz de conectar con alguien que piensa de esa manera», razona la actriz.

Pero, ¿de qué trata en realidad 'Tár'?

Entonces, ¿'Tár' también es una película sobre lo que se conoce como cultura de la cancelación? «En este momento, no creo que sea asumible hacer una película, una novela o una obra de teatro que no aborde de alguna manera la cultura de la cancelación o las repercusiones de movimientos como MeToo y Black Lives Matter –responde la actriz–. Es el entorno en el que trabajamos. Para Lydia, cómo obtiene resultados y cómo se comporta con otras personas es secundario. Sin embargo, esa actitud ya no es aceptable. Ella es la persona adecuada para hacer su trabajo, pero vive en el momento equivocado. Esa es su tragedia».

Resulta muy poco probable que la historia de Lydia Tár hubiera sido inventada hace 30 años, o incluso 20. En aquel momento, no habría resultado creíble que una mujer pudiera encaramarse a lo más alto de una orquesta de primer nivel, especialmente en Alemania. Como señala la actriz, el ascenso femenino a los puestos de liderazgo, tanto en el ámbito de la música clásica como en el de la mayoría de las otras disciplinas artísticas, no se aceleró hasta la última década del siglo pasado.

«Ni una sola mujer gozó de autoridad en ninguna orquesta clásica importante hasta la década de los 90; la Filarmónica de Viena ni siquiera admitía intérpretes femeninas hasta 1997 –confirma–. Hoy la situación es diferente en todas las artes. Personalmente, ni siquiera me acuerdo de mi condición de mujer hasta que alguien me alecciona sobre qué se espera de mí».

La actriz, metida en la piel de la directora de orquesta que interpretaen su nueva película, Tár, (estreno en cines, 27 de enero). / dr

Cuesta imaginar quién tendrá el descaro de sermonear a Blanchett sobre cuál es « el lugar de una mujer», pero así fue recientemente. «Estábamos ensayando con la Filarmónica de Dresde para la película y un director de orquesta se me acercó y me dijo: 'En realidad, eres una directora muy buena. Probablemente mejor que la mayoría de las de verdad'. Me reí porque pensé que estaba bromeando, pero resultó que no lo hacía. Siguió hablando de una manera tan absurda, irrespetuosa, banal, genérica y anticuada que, al cabo de un momento, le dije: 'Creo que es mejor que te calles'«.

'Tár' muestra con qué rapidez una artista en la cúspide puede asistir a la desintegración de su vida. Hay ejemplos reales de ese tipo de declive en el mundo del arte; personas que lograron un éxito temprano y luego empezaron a creerse por encima del bien y del mal. «Es lo que sucede cuando pierdes de vista tu propia esencia –explica Blanchett–. Lydia ha llegado a estar tan vinculada con el poder institucional y tan preocupada por su legado, que ha olvidado de dónde viene y quién es realmente».

La disciplina de trabajo de la actriz, que ha rodado más de 70 películas en 32 años, además de encarnar docenas de personajes teatrales como Hedda Gabler y Blanche DuBois, es brutal. Desde que terminó este rodaje, ya ha completado otro par de proyectos cinematográficos. Tras haberse sumergido en el universo de la música clásica tan intensamente, ¿qué paralelos puede trazar entre ese mundo y el de la interpretación?

«Tal vez no muchos, porque una película involucra muchos procesos previos a su presentación. Sin embargo, hay muchas similitudes entre un concierto en directo y una función teatral. El actor de una obra está muy conectado con el instante, con los intérpretes que le rodean, con el público y sus reacciones, que cambian constantemente. Cuando sales al escenario, seas actor, músico de rock o cantante de ópera, te sumerges en un estado de conciencia alterada; la emoción que genera actuar frente al público te transforma».

Ahora que ha trazado un retrato tan persuasivo de una directora de orquesta en una película, ¿le gustaría hacer más proyectos relacionados con la música? «Oh, no sé. Tengo muchos amigos que para mí son como del Renacimiento: pueden pintar, cantar, bailar y actuar. ¡Yo solo sé hacer una cosa! Y he trabajado duro para ser cada vez mejor actriz, porque no valgo para nada más».